Ya lo dijo Keith Richards, “¿cómo es posible que estuviera tanto tiempo desaparecida? Music’s a language that doesn’t speak in particular words, it speaks in emotions, and it’s in the bones” Y ya lo creo.
Bettye Lavette, la nueva dama del soul, se asomó por Madrid en una noche de primavera y luna llena, noche etílica y humos de la mejor fábrica de coches de Detroit, pero esta vez, llena de cuarentones en la Sala Caracol deseosos de recibir latigazos en los oídos con regusto a alcohol y seducción.
Lo contábamos aquí y en primera persona desde el pasado noviembre, visitando Las Palmas de Gran Canaria “el chico de los periódicos”, promesa y futuro del soul más puro, Eli “Paperboy” Reed, con permiso del británico James Hunter; luego vendría a Santa Cruz de Tenerife “Sir” Joe Quaterman con su soul-funk vintage, y ahora le tocaba el turno a la gran diva del soul y rythm and blues sin ninguna duda, con permiso también de Etta James y Aretha Franklin, la magnífica Bettye Lavette.
Nunca ha sido fácil de encuadrar a Bettye en un estilo musical, pero está claro que el sonido Stax (Memphis) y Fame y Muscle Shoals Sound Studios en Alabama, corre por sus venas (Otis Redding, Don Covay, Wilson Picket, Percy Sledge, …).
Legítimo es considerarla ya la sucesora de Aretha y Etta James en estos momentos del soul más clásico, por las similitudes en la forma de cantar y en las temáticas de las letras más cercanas a la tristeza que a la euforia incontrolada, en sus tres últimos trabajos más importantes, “I’ve got my Own Hell to Raise” (Pasé por mi propio infierno para superarme), “The Scene of the Crime” (La escena del crimen) e “Interpretations: The British Rock Songbook” (Interpretaciones: Cancionero del Rock Británico). Títulos que hablan y definen bien claro la trayectoria de la artista, obras maestras, Grammy, reconocimiento de la industria y propios compañeros, Kennedy Center Honors, comenzó el concierto de investidura en el Lincoln Memorial ante más de dos millones de personas, etc.
Maltratada discográficamente y después de más de cuarenta años en la carretera, ahora empieza a tener reconocimiento a la altura de su talento. Casada con trece años y embarazada a los quince, se crió en Detroit, capital de la industria automovilística norteamericana, en una familia en donde cada rincón de su casa olía a bourbon y tabaco, donde el rythm & blues, el soul y el country sonaba en su jukebox, y es a los dieciséis cuando se topa con la “Godmother of Detroit Soul”, Johnnie Mae Matthews, la primera mujer afro americana propietaria de una productora de discos, con tan sólo 16 años graba su primer tema para Atlantic Records, de ahí hasta su pequeña incursión en los ochenta en un musical de Broadway, giras con James Brown, Otis Redding y Stevie Wonder su suerte no llegaría hasta mediados del dos mil con “I’ve got my Own Hell to Raise”, espléndido y fantástico disco en el que Joe Henry, otro Tweddy-Vedder, contribuyó al resurgimiento de Lavette; no olvidemos que Henry resucitó a otro torrente soul: Solomon Burke ¡ahí es nada!
Las mil “almas” que llenaban “The Scene of the crime” seguirán preguntándose cómo sucedió todo, de qué manera llegaron a ese clímax, y nadie podrá recordar nada más que belleza y placer obtenido de todo ello ¿Has tenido alguna vez la sensación de ver a alguien sobre un escenario que está llegando al límite de la entrega?
Muchas canciones que escuchamos aquella noche vinieron cargadas de las afiladas guitarras y la poderosa base rítmica, su voz sustituyó la habitual melancolía soul por un descaro más roncanrolero, dándote cuenta que es tanto o igual que Etta o Aretha, aunque con una paleta de colores más amplia ¡qué orgullosos estarían Otis Redding y Keith Richards!
Darryl Pierce a la batería, Chuck Bartels al bajo, el magnífico Brett Lucas a la guitarra solista y Alan Hill (Director Musical) al teclado y guitarra acústica, una maquinaria perfectamente engrasada para escupir de manera visceral y suicida, riffs guitarreros, bajo percusivo duro y cargado de groove y un batería capaz de ridiculizar a cualquiera.
Llegó el momento, eléctrica, lanzó sus primera notas desde el backstage, suena “The Word”, tema de su magnífico último álbum, literalmente se zampó el escenario, poniendo en juego su voz y su integridad al dejarse el alma, como si no hubiera un próximo concierto, quizás como premonición de que ninguno de los allí presentes volvería a ver el sol después del huracán.
Es con “I still want to be your baby”, una de las joyas de la noche, cuando nos traslada a un escenario nocturno lleno de calor húmedo y alcohol cerca de los pantanos, tema de su obra maestra “The Scene of the Crime”, disco que ahonda en la fusión entre el soul y rythm & blues con rock sureño y country, cómo no, grabado con los Drive by Truckers, los fantastamas del Fame y Muscle Shoals Sound Studios de Alabama empiezan a aparecerse, voz con olor a aguardiente, vómitos de sentimiento, guitarras twang ¡la gloria! tengo que decir que supe de Bettye Lavette gracias a los camioneros de los Drive by Truckers.
“Choices” tema de George Jones del scene maravilloso, ella ya sabe cuáles son las reglas del juego, artista pura, como los más grandes, su voz desbordaba personalidad, de su garganta emitía humo que nos envolvía a todos como la lengua de un tigre, capaz de acariciar y lijar al mismo tiempo.
Estábamos ya ante un concierto histórico para una dama pata negra, feliz, agradece que estemos con ella, y quiere contarnos como fue su infierno cantando con el corazón el “Joy” de Lucinda Williams de su álbum “I’ve got my Own Hell to Raise”, la música se quedó en un segundo plano, voz rota y aguardentosa, repleta de violencia y ternura, la tejana se hubiese quedado alucinada ante tal interpretación, hip-hop y torbellino de voz donde se dejó los últimos pedazos de cuerdas vocales.
Lavette se refirió en su discurso a que quería cantar canciones de aquellos chicos británicos y además blancos que tenían 22 años, explicando que las canciones del Interpretations fueron la Némesis de su juventud, la British Invasión causó muchísimos recelos en Estados Unidos en aquellos tiempos. Canciones escritas por invasores británicos de veinte años e interpretadas por una afro americana de sesenta y cinco, aquellos chicos ingleses de 20 años, ciegos de LSD en los 60, no se hubiesen preocupado de lo que haría una negra con 65 cuatro décadas más tarde.
Segregación, besos perdidos, cicatrices abiertas, amores perdidos, canciones que fueron llevadas a su terreno como “Isn’t it a pity” o “It don’t come easy” de George Harrison donde literalmente la abarrotada Sala Caracol se venía abajo. Estábamos en el clímax total.
Un momento para el relax con “You turn to cry, your time to cry”, soul duro de Joe Simon y en él, Lavette bromea sobre que su versión es mejor que la original, un soul que te recuerda que estás vivo, pocos momentos ya para el relax, ha llegado su momento de gloria y ha llegado para quedarse, “You don’t know me at all” (Don Henley), Bettye quería homenajear a un amigo suyo, una leyenda que había fallecido a los 97 años de edad el día anterior, Pinetop Perkins, el gran genio del boggie woogie y maestro de canallas del blues y rock and roll como Muddy Waters , Johnnie Johnson, Gregg Allman, Chuck Leavell o los propios Rolling Stones, auténticos fans del de Mississipi. De nuevo, esos sonidos de piano a lo Pinetop Perkins y Booker T. Jones del Muscle Shoals acelerados, nos trasladaban al club más sudoroso de Detroit.
La de Michigan cantaba con el cuerpo a la guitarra del impresionante Brett Lucas, con la vena del cuello hinchada, con el corazón en la garganta y con calidad incluso al desgarrarse ¡qué escalofriante manera de interpretar dios mío! Ecléctico repertorio, “Souvenirs” de John Prine, cantada de cuclillas sobre el escenario, impresionante tema firmado por Pete Townshend “Love reign over me” sumergiéndonos con ella en su propio infierno.
“Close as I’ll get to the heaven” y “Sleep to dream” resumen quién es Bettye Lavette, mujer que ha entrado en la edad de jubilación con actitud sureña y técnicas de Detroit y que supone un absoluto atajo a la felicidad para cualquier amante del género, mujer que ha acompañado la reciente gira de Robert Plant como telonera, de voz áspera, e ira bien atemperada, maridaje del bueno entre poderío y otras especias ¡impresiona ladies and gentleman! como ella misma dice, I got my feet on the ground, and don’t go to sleep to dream, don’t come around ‘cos I got my own hell to raise…
Su última canción la canta sola sobre el escenario y a capella “I do not want what I have not got”, silencio estremecedor, su última palabra pronunciada fue “got” y con lágrimas de alegría en los ojos, dejaba “soul” micrófono alejándose del escenario, el cañón de luz seguía apuntando al micro que ya nunca volvería a sonar, ahora podría mirar atrás y hacerle un corte de mangas a los ejecutivos que la condenaron al olvido, pero no es su estilo, y a mí me rabia pensar en ello, en su ausencia todos estos años.