Extremoduro en Tenerife para todos los públicos

Extremoduro. Último concierto de la gira española de «Para todos los públicos», ¿qué más se puede escribir y decir sobre ellos? Robe Iniesta el poeta castúo, el «Rey de Extremadura» muy lejos de aquella época de excesos, botellón y transgesión de finales de los años ochenta y principios de los noventa, envolvió con su último concierto de la gira en la Dársena Pesquera de Santa Cruz de Tenerife el pasado 8 de noviembre, con luna llena, puñaladas líricas de sonidos marca de la casa y mandanga a tutiplén, centrando buena parte de la atención en unas inmensas torres de contenedores, Rock de corazón de obrero a piñón, musculoso y festivo, volviendo a provocar afonía entre los espectadores.

Extremoduro y su visita a Santa Cruz reivindaba que de una vez por todas la ciudad volviese a ser uno de los lugares de referencia en el panorama nacional como antaño, en el que el recinto portuario congregó poco menos de la mitad de su perímetro, disfrutara de todo un señor concierto.

Gran sonido y puesta en escena, buena organización; gran ambiente y una ligera lluvia recibieron a Extremoduro en Santa Cruz de Tenerife antes de partir hacia su gira por varios países de Latino América, ahora mismo la formación actual en España capaz de combinar con resultados positivos uno de los mejores directos y fervor popular.

Extremoduro dieron cera montados en una ametralladora en Santa Cruz de Tenerife en el que su concierto caminó por su último disco y el resto de discos de la banda, un estilo musical en sí mismo dentro de una marca, de una banda.

Extremoduro son eso, un vicio como el Rock & Roll, no son gente fina, tampoco lo peor, y el tiempo les sienta de maravilla y pese a su innegable contribución a la historia del Rock en castellano y la forja del género, no parecen haber perdido para nada el hilo de la actualidad.

Ojalá se repitan noches de Rock en la isla como la vivida con Extremoduro el pasado sábado.

¿Un pero? Lo que siempre decimos, cuando llega la hora de la verdad y de pasárselo en grande, el público se queja del precio de la entrada o de cualquiera otra cosa. Los «roqueros de postal»  la gran mayoría de ellos sin ninguna seña de identidad rockera, más allá de su camiseta del grupo, “disfrazados” y encasillados en Iron Maiden, Ramones, Rolling Stones de Zara y tatuajes a saldo, todo el santo año vendiendo humo sobre la actitud y una forma de vida determinada a sus colegas, ausentes y sin dar señales de vida.

Congregaron a más de seis mil personas, diversidad en las tendencias y unanimidad en la actitud y en las intenciones: disfrutar de uno de los mejores directos, de carisma de toda la banda y de las canciones con contenido, del Rock descarado y sin tapujos. Ni un solo incidente reseñable entre el público, una gran fiesta de la tolerancia y el respeto.

El concierto se desarrolló como siempre, las canciones del último disco y las de siempre, los amigos y las situaciones de siempre. Pero como siempre, sin un ápice de descontento, sin una merma en la calidad, con un sonido como pocos y unas luces tremendamente efectistas y apropiadas.

La organización del evento muy correcta y seria. Dispuso de medio públicos de transporte, suponemos que para minimizar los posibles inconvenientes ocasionados por el cambio de emplazamiento del evento (no me cabe imaginar que pudiera desarrollarse en uno mejor al elegido). Trató a los medios con repeto, aunque seguimos sin entender el retraso de más de 40 minutos que ya empieza a ser un inadmisible clásico en los conciertos de este grupo.

Texto Carlos Pérez Báez y Jesús Villa

Fotos Jesús Villa y vídeos Carlos Pérez Báez.

 

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