Actualmente no son pocos los solistas que elaboran su propia fórmula para lograr la mezcla perfecta entre country/folk y punk. Austin Lucas lleva desde el 2006 trabajando en la suya y su evolución ha sido notable. Ya vino a Madrid en el 2010 cuando todavía era prácticamente un desconocido por aquí, y ahora, con el sensacional Stay Reckless bajo el brazo, volvía para ofrecernos una gran velada acústica en Siroco.
Aaron Persinger precedió a Austin compartiendo el mismo formato: en solitario, sin banda y en acústico. Él mismo explicó que estaba más acostumbrado a salir a tocar la batería con Austin (y con Reverend Peyton’s Big Damn Band), pero no le faltan aptitudes para ponerse frente al micrófono. No es fácil llegar a un público que desconoce mayormente tu trabajo; aún así consiguió hacernos pasar un buen rato con temas tranquilos e intimistas.
Austin Lucas demuestra ya en los discos que le sobra personalidad y talento. En directo además exhibe una seguridad descomunal, amplificando la fuerza que desprenden sus canciones de tal manera que cuesta creer que toda esa energía provenga de un solo tipo tocando la guitarra. Hace partícipe al público de sus historias y logra conectar con total naturalidad.
Desgraciadamente, los conciertos acústicos tienen la desventaja de hacer mucho más patente la mala educación de toda esa subespecie de personajillos que se aburren con la música y no paran de hablar mientras dura la actuación. Austin presentó ‘Thunder Rail’ explicando que trataba sobre una ciudad pequeña y que todo el que fuera de una la entendería, pero apenas en un par de estrofas paró bruscamente. Un pobre imbécil con afán de protagonismo infantil no paraba de soltar sandeces A GRITOS a dos palmos de su cara (sí, de esos que piensan que son super ocurrentes y necesitan acaparar toda la atención). Y Austin, con una paciencia y un autocontrol dignos de elogio, se dirigió a él y le dijo: «quiero que sepas que eres la única persona que está hablando aquí delante. Los demás están callados. Deberías pensar sobre ello…» y siguió cantando como si nada (y rematando el tema con un pequeño guiño al «Don’t Stop Believin’ de Journey).
Además de saber manejar cualquier contratiempo, también nos cautivó por su voz, espléndida y versátil. Destacaba especialmente cuando se acercaba al borde del escenario a cantar, lejos del micro, acentuando esa proximidad al público. Así escuchamos ‘Alone in Memphis’, uno de los grandes momentos de la noche, junto con ‘Splinters’, ‘Somebody Loves You’, ‘Darkness Out Of Me’, ‘Wash My Sins Away’, ‘Run Around’… y prácticamente el repertorio entero.
En los bises recurrió a lo que se ha convertido ya en una tradición en sus conciertos: junto a Aaron Persinger se bajó del escenario e interpretó varios temas más, rodeado de gente. Gran final para una noche que empezamos lamentando que no estuviera acompañado de grupo para acabar convenciéndonos por completo.
Texto y fotos de CGM.
