Texto de Federico Navarro y fotos de Desi Estévez.
Un músico únicamente conocido por sus incondicionales, Jeff Espinoza. Poco público. Sala Monasterio, uno de esos lugares donde los sueños se materializan en recitales irrepetibles. Y éste fue uno. Se podría definir a Jeff casi con el título de su último álbum hasta la fecha, el interesantísimo “Gypsy Runner” (2015), del que cayeron varios temas aunque aquí sólo acompañados por su guitarra acústica, una armónica ocasional y esa aura que convierte a este hombre en un artista de culto. Se percibió en cada nota y palabra la vida, el camino, mucho más que esos “Six Days On The Road” de Johnny Cash que puso en su voz para hacer vibrar a los escasos privilegiados que tuvimos la fortuna de disfrutar de su talento. No en vano, militó en la Vargas Blues Band durante algunos años en los que fue su cantante.
Tampoco ocultó este californiano afincado en España desde hace ya mucho tiempo su devoción por Bob Dylan, latente en “According To Mr.Dylan”, donde ya mostró a las claras esa declarada influencia. De hecho, su versión de “All Along The Watchtower” caminó entre la original de Bob y la relectura de Jimi Hendrix añadiendo con su armónica ese matiz propio, más enérgico y personal. Pero también cabe reseñar su valía como compositor en joyas como “Drinking My Blues Away”, donde sus cuerdas vocales se acercaron a registros más graves mezclándose también con unas gotas de Country Rock. Sin duda, en las piezas de Espinoza habita una hermosa sinceridad, ésa que le hace sentirse a gusto en las distancias cortas, donde puede contar una y mil historias que despertaron las sonrisas y los sueños de los presentes, uno de esos milagros que nacen una noche de verano en un local inolvidable.
Escucha «Gypsy Runner» de Jeff Espinoza.
Desi Estévez Shooting the Sound en flickr.
Desi Estévez Shooting the Sound en 500px.