Glenn Hughes y Jared James Nichols en la sala Arena de Madrid

Una repleta y atenta sala Arena, recibía al artista invitado Jared James Nichols y a su banda. Un trío joven y profesional que acometía su actuación de manera impecable, mostrando a la gente un sonido como el de tantos grupos que practican ese estilo. Incluyeron casi todos los tópicos y típicos necesarios del hard rock americano con tintes sureños, y aunque la mayoría de canciones sonaron exactamente igual la calidad y empaque son innegables, perfecta propuesta sin aportar nada nuevo bajo el sol, ideal para los aficionados que atesoran en casa muchos discos de un estilo tan clásico y decimonónico.

El plato fuerte de la noche saltó al escenario dispuesto a repasar su inmensa carrera musical y lo hizo en formato de trío. Los primeros acordes de la canción “Stormbringer” rompieron el silencio reinante dejando claro que el repertorio estaría lleno de auténticos hits.

La actitud de Glenn Hughes sobre el escenario es muy vital, se mueve, se contonea, gesticula, se le nota muy cómodo y con ganas. “Orion” suena demoledora, la pegada y el prefecto sonido que nos acompañará toda la noche ha quedado completamente claro y definido en los primeros minutos de concierto. Con un estado vocal perfecto, pero abusando tal vez demasiado de gritos y falsetes Glenn Hughes es el dueño del escenario, dejando al guitarrista Doug Aldrich que se comunique mediante el tremendo sonido que proyectaba con su juego de cabezales Marshall y las Gibson les Paul. “Way back to the bone” de su antigua banda Trapeze suena potente, pero no tan salvaje como en los 70’s, “ First step of love” nos traslada directamente como bien dijo Glenn en su habituales comentarios, al año 1982, En esta parte el show baja de intensidad, tal vez demasiado, llevando la canción a por unos pasajes sonoros y efectos vocales demasiado largos. “Touch my life” hace despegar el espectáculo de nuevo.

“ Sail away “ nos golpea muy duro a la par que pone también ese punto emotivo en el que todo el personal canta el estribillo. “ Good to be bad “ de Whitesnake empastó perfecta en un repertorio tan lleno de buenas canciones. A continuación tuvimos que presenciar el sempiterno, típico y aburrido sólo de guitarra que este tipo de formaciones suele hacer a mitad de concierto, algo completamente prescindible en la actualidad. Unos de los mejores y más potentes temas de la noche en intensidad y ejecución fue sin ninguna duda “ Can’t stop the Floyd” volvió a poner el concierto a funcionar, para llevarlo a una jam en la que el batería Pontus y Doug se despachan a gusto haciendo sonar aquello sin la presencia de Glenn Hughes que se tomó esos minutos para descansar, para dejar sobre el escenario a su banda que culminó esta parte con un aburrídisimo y de nuevo completamente prescindible solo de batería, otro tópico marca de la casa que algunos siguen necesitando incluir en sus repertorios.

El final se aproxima no sin hacer un pequeño repaso a su pasado más cercano “One last soul” de Black Country Communion que suena inapelable, Glenn es una grandísimo cantante que se entrega y sin escatimar en nada. El sonido Orange sumado a sus bajos Fender es perfecto. “ Soul mover” nos patea fuerte, otro de los grandes momentos sonoros del concierto sin ninguna duda. “ Black country “ junto con “ Burn” son los bises, despidiéndose como llegaron, en clave púrpura. Sonido perfecto y potente, buena selección de temas ejecutados de manera impecable.

Con algún que otro momento aburrido y de menor intensidad, construyeron un buen concierto, para amantes de un estilo determinado, aficionados al material clásico de un artista con una carrera muy larga y que promete volver, recordándonos que llevemos la música en nuestro coche y en nuestras vidas.

Texto: David Centeno Casarrubios

Fotos: Boliche Angeles

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