‘77 y Schizophrenic Spacers viajan a mediados de los años setenta sin salir de la Sala Bikini

Texto por Federico Navarro y fotos por Desi Estévez.

Un año. Doble cartel. Viaje en el tiempo. Destino: mediados de los años setenta. La Sala Bikini de Barcelona, aquella que rivalizaba con la desaparecida Boccaccio hace cuarenta años, fue el lugar de partida de este sueño en el que las bandas ‘77 y Schizophrenic Spacers oficiaron de maestros de ceremonias y pusieron la oportuna banda sonora ante un recinto lleno hasta la bandera. Y es que los de Viladecans, encargados de abrir fuego, están en su mejor momento, algo que queda reflejado en sus actuaciones y en ese doble disco en directo que todo el mundo debería poseer: “Macumba. Live At Last” (2015).  Se les nota el hambre de escenario que poseen, pues salieron literalmente a comérselo.

Schizophrenic Spacers Sala Bikini Curtcircuit

Sin perdón. Sin piedad. Con bajo, guitarra, batería y el carisma y voz de un Lon Spitfire absolutamente poseído por el demonio del arte, este cuarteto no dio tregua en ningún momento. Teatralidad heredada de su admirado Alice Cooper –¡vibrante esa relectura de “Under My Wheels”!-, pero también añadieron ingredientes de cosecha propia como la guitarra de un Alberto Belmonte cada noche más inspirado y una sección rítmica en la que el bajo de Manuel Fernández marcó un camino seguido por Javier Pérez a la batería. Únicos en las pocas versiones que realizaron –pues su “Walking The Dog” de Rufus Thomas fue de antología- y seguros en su propio cancionero, ya plagado de clásicos como “Hypocrite Sun”, “There Goes To Misery” o una incendiaria “Sick Minds”. Incluyó esta última un guiño a aquellos Beatles que se despedían del mundo con su magistral “Abbey Road” (1969). Detalle de pura clase por parte de una formación que fue el perfecto aperitivo de lo que se avecinaba.

Porque los ’77 tampoco se quedaron atrás; retornaban tras casi dos años a su querida ciudad y ellos, cuyo éxito en el extranjero es enorme pues nadie es profeta en su tierra, demostraron lo mucho que se pierden aquellos que les ignoran. Impecables en todo momento, su sonido recordó a lo mejor que reinaba en las emisoras de radio de aquellos tiempos que ellos también aman y cuya referencia se esconde en su mismo nombre. Por momentos acudió a mi mente aquel Rock de estadio en el que Paul McCartney deslumbraba al planeta al frente de sus Wings. También los AC/DC de la época de Bon Scott son una de sus inevitables influencias. Además, al igual que los australianos, son dos hermanos los que lideran esta banda que celebraba -aprovechando que su presencia ha sido programada en el Festival Curtcircuit-, su décimo aniversario desde su fundación. El verdadero combustible de esta potente locomotora lo pusieron  Armand y LG Valeta, dos animales escénicos que enseñaron a sus seguidores varios de los temas de su última obra, el recomendable “Nothing’s Gonna Stop Us” (2015), cuyo título define un ímpetu que forma parte de sus credenciales. Lo mismo que una jovencísima base rítmica en la que el bajista Guillem Martínez cabalgaba al mismo ritmo que la desbocada batería de Andy Cobo y unos coros que también son marca de la casa.

Entre las nuevas piezas,  brillaron las enérgicas “Street Dogs”, “Come On & Join Us” y, sobre todo, “It’s Allright” que me remitió a la época más gloriosa de Kiss, cuando el primer “Alive!” (1975) sentó las bases de su leyenda. Calidad y energía a partes iguales, una fórmula que no suele fallar y que estos chicos aplican a la perfección. Aunque fueron sus temas más populares los que causaron el frenesí del respetable: “Stay Away From Water” puso al público totalmente al borde de un delirio que se desbordó con “Big Smoker Pig” y con dos versiones muy aplaudidas: “We Will Rock You” de Queen y “The Hammer”, dedicada al añorado Lemmy Kilmister y que cerraba el vinilo de “Ace Of Spades (1980), momento cumbre en la trayectoria de Motörhead. Enormes. No en vano, ese pasado bañado en Rock, whisky y talento es el que se recordó en una velada en la que hasta el cantante de los Spacers vestía una camiseta con la foto de Tommy Bolin, el guitarrista que ocupó fugazmente el puesto de Ritchie Blackmore en Deep Purple durante un período de tiempo tan breve como intenso. Y en este concierto, los músicos volvieron a lucir camisas abiertas, pantalones de campana y melenas al viento. Al salir, el calendario de los relojes y teléfonos móviles señalaba un 5 de marzo de 2016 aunque en nuestros corazones la fecha era la de cualquier día de 1977.

Seventy seven ‘77 en la sala Bikini Curtcircuit.22

 

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