Texto por Federico Navarro y fotos por María José Jiménez.
Rock duro. Crudo. Directo a los corazones, a la yugular y a cualquier organismo vivo que pueda sentir algo parecido a la pasión. Así son, viven y suenan Lipstick, una formación que lleva más de un cuarto de siglo en la brecha y que este 18 de marzo de 2016 pisó la barcelonesa Sala Monasterio (Moll de Mestral, 30) para someterla al poder de su música. Y ésta nos condujo a aquel Los Angeles de finales de los ochenta a base de balas de melancolía bañadas en whisky. Pero no hubo ninguna versión, sólo temas propios deudores de esa escena y de otras tantas influencias pues no sólo de Guns’N’Roses o LA Guns beben estos hombres. Con “Better Days”, quizás recordando que otros tiempos pasados fueron mejores, iniciaron un concierto que serviría de calentamiento a un Antikaraoke –ese alocado aquelarre de Rock orquestado por César Martín y Jou Mistika– que haría época.
Pero antes, y como es costumbre en ellos, este cuarteto se vació y admito que cada vez me gustan más y entro de lleno en una propuesta en la que los juegos vocales entre el bajista Dave Escalona y el guitarrista Sugar Kane forman parte de su esencia. Por otro lado, el mismo Kane se repartió los solos con ese genio a las seis cuerdas –cuentan que con el piano es un as- llamado David Lipstick. Tras ellos, y con una camiseta de los Quireboys que es muestra de buen gusto, Frank Castillo marcó el ritmo con su batería. Porque aquí imperan los pantalones de cuero, gorros de memoria Grunge, pañuelos anudados a la cabeza y, por encima de todo, las ganas de pasárselo realmente bien. Y sí eso lo consiguieron los músicos gracias a su complicidad, el público no tardó en contagiarse rápidamente de dicho entusiasmo. Entonces los presentes comenzaron a corear sus clásicos como si fueran suyos; “Love’s Like Crack” fue saludada como un verdadero éxito e incluso rescataron alguna pieza de sus inicios, como “It’s Over”. Por supuesto dieron cancha a su último disco hasta la fecha con “I’m a Gun” aunque sus principios artísticos hace ya tiempo que arraigaron entre sus seguidores. Aplausos, risas y salida por la puerta grande en una velada que ellos mismos ya preveían que iba a ser de las inolvidables. Sencilla y llanamente, Rock’N’Roll.
Aunque la noche era una comedia en dos actos y, tras un breve descanso, llegó el momento del Antikaraoke, ese espectáculo donde cualquiera puede sentirse una estrella del Rock aunque sólo sea por unos instantes. César, a los controles de la nave, repartió canciones y sonrisas con la experiencia que tiene dirigir una revista musical con nombre de referencia: Popular 1. Entre el público, estaba La Picha de Atenodoro, uno de esos mitos que han llenado sus páginas con esas cartas al director que siempre han despertado comentarios, sorpresa y admiración. Todo un placer charlar con él sobre lo divino, lo humano y lo rockero en esos debates sobre mitos como David Coverdale, Paul Rodgers o John Lennon. Y es que en esta clase de eventos, las estrellas están dentro y fuera de las tablas además de en el cielo de una noche de invierno que ya supo a primavera.
Como maestro de ceremonias de este show con más de una década a sus espaldas estuvo el incombustible Jou Mistika -¡atención a su disco al frente de su banda Mistika Project!-, fielmente secundado por las preciosas bailarinas y vocalistas Barbie Resio y Andrea Bladi Mir, ambas disfrazadas como aquellos terribles drugos de “La naranja mecánica” (1971) de Stanley Kubrick. Con una coreografía de Andrea, Jou se marcó un “Maniac”, tema que Michael Sembello introdujo en la banda sonora de “Flashdance” (1983), en la que se dejó voz, cuerpo y alma. Siendo ellos el gancho para animar al personal, no tardaron en subirse al escenario verdaderos amantes de la música como Óscar Gallardo, José Ramón Porte, Amadeo Digón o Lemmy Peralta, guitarrista de los Dr.Crue, formación que rinde homenaje a Mötley Crue.
Hubo, como siempre, golpes de efecto como el protagonizado por Esther, la cantante de Hotfeel, que se acercó a Motörhead, bastante alejados estilísticamente de su grupo, en una maravillosa relectura de “Ace Of Spades” mientras que Marina Salvador y sus Burlesque Girls añadieron un toque de elegante erotismo vestidas de enfermeras para protagonizar un esperado número de striptease. Tal fue la alegría en el lugar que hasta Rus, la camarera de la sala, que siempre sirve las cervezas acompañadas de su simpatía, cambió la barra por las tablas para demostrar su talento como cantante. Es por ese éxito indiscutido e indiscutible, que este espectáculo está en una permanente gira que incluirá próximamente Torredembarra (La Traviesa, 25 de marzo), Gavá (Solcafé, 2 de abril), Castelldefels (Rober’s, 7 de abril), Lloret (Yates Hard Rock, 30 de abril) o Salou (Zeppelin Bar, 28 de mayo) entre las localidades que visita.
Por último, ebrios de éxito, borrachos de aplausos y sedientos de diversión, Sugar Kane y David Escalona regresaron a escena para cantar aquellas piezas que les hicieron ser cómo son, es decir, honestos, músicos y rockeros. Como los fotógrafos Rockfels, Fernando Descarrega y Marckceröck, que abandonaron por un momento sus cámaras para ser ellos los iluminados por los flashes de sus colegas en medio del frenesí que les rodeaba.
Animando toda la fiesta siempre estuvo el incombustible Fabri Pedrero, con su traje de ese superhéroe tan particular al que él ha bautizado como “Superpolla”. Todos fuimos rockeros esa noche, pero de día volveremos a ser esos seres que trabajan en oficinas siniestras, cuidan de sus hijos y van al supermercado, mientras que Fabri siempre viste ese corazón de Rock’N’Roll con o sin su disfraz. Verdades crudas y directas como la música de Lipstick.
