Teatro Lara. Madrid, 25 de Mayo de 2016.
Son incontables las veces que el alma de Mark ha venido a pisar nuestros escenarios. Hablamos de un artista tan polifacético que lo ha hecho en solitario o arropado por alguno de sus colaboradores de creaciones como Greg Dulli para aquel maravilloso proyecto The Gutter Twins, o la mismísima Isobel Campbell en aquellos tres maravillosos álbumes que podríamos denominar de “ángeles y demonios” por motivos obvios cuando pensamos en la dulce y angelical voz de la de los Belle & Sebastian en contraposición a la del averno que tiene Mark. Sus últimas peripecias le han traído en los últimos años tres veces de la mano del que él llama su hermano, un tipo tan oscuro como Lanegan y con una delicadeza especial que les ha unido en la creación de la loncha del 2013 “Black Pudding”. Un delicado trabajo que no todo oyente disfrutará por igual. De hecho esa es precisamente la marca de la casa, a Mark o le adoras o le odias. Con él nunca ha habido término medio en nada.
En esta ocasión celebramos sus últimas publicaciones “Phantom Radio” y el “Houston: Publishing Demos 2002” del que, no obstante, hoy no escucharemos ni un solo tema. También es motivo de su visita la salida al mercado de dos cajas, una con sus primeros vinilos reeditados y otra con una antología de sus mejores trabajos llamada “Has God Seen My Shadow?”
Ayer pudimos degustar antes de la salida a tablas del titular a Duke Garwood con unos cuantos de sus temas propios. Y en honor a la verdad tenemos que decir que su álbum “Heavy Love” suena mucho mejor en estudio que en un directo demasiado crudo y lejano al espectador madrileño que anoche poblaba el Lara. Pero lo perdonamos porque sabemos que cuando se junta con su compañero de fechorías la cosa cambia mucho y dejamos de estar ante un experimento.
Mark aparece en el escenario del teatro y sentimos literalmente una conmoción en la fuerza como la que recorría la medula del viejo Ben Kenobi en Star Wars ante la desaparición del planeta Alderaan a manos del Imperio Galáctico. Y es que su sola presencia intimida como la de Vader, siguiendo con las similitudes galácticas. Lanegan es un tipo de un metro noventa y de gran envergadura. Pero no es sólo su apariencia la que nos eclipsa, es también su historia. Los que la conocemos sentimos un gran respeto por él. Es el tipo que fundó los Screaming Trees, uno de los tíos que puso voces junto a Layne Staley a la guitarra de Mike McCready en aquel mítico álbum de la súper banda que era Mad Season. Lanegan es historia viva de la corriente musical asentada en Seattle en los noventa y a la que tanto debe mi generación.
El show comienza sin ningún tipo de saludo de por medio y con Lanegan plantado delante del micro dispuesto a ejecutar el show tema tras tema. Se suceden los tiempos lentos y medios. Mark está acompañado por dos guitarras eléctricas y un bajo. Una de ellas es la guitarra templada de Duke y la otra es una Gibson SG que será la encargada de aportar más garra al show. Sabemos que Lanegan no se va a mover en todo el concierto de esa pose característica que le pega con una mano al micrófono y con la otra cerrando el puño en torno a la barra mostrando los tatuajes de sus nudillos que nos recuerdan siempre a los que llevaba Robert Mitchum en el Cabo del Miedo. Es lo que hay y lo sabemos. Queremos a Mark como es y él, en cierta medida, no hace el mínimo esfuerzo por alejarse de ese papel.
Musicalmente es lo de siempre. Con ese vozarrón tan grave, profundo, característico e incomparable. Con esos temas oscuros y sentidos nos lleva a sitios que no solemos visitar. Sitios a los que sabemos que tenemos que ir, pero no nos atrevemos a hacerlo sin él. En cierta medida es una especie de purga musical que nos conduce al lado más oscuro y tenebroso de nuestras almas, a aquel rincón que hay que limpiar, pero que llevamos tanto tiempo sin visitar por miedo que está lleno de porquería.
Llegamos a escuchar hasta siete covers de entre las que siempre destacaré el tema de Nancy Sinatra “You Only Live Twice”. Del álbum con Duke se marcan las espectaculares y fronterizas “Mescalito” y “Driver”. Del disco Phamton Radio las que más nos gustan son “Judgement Time” y “I Am The Wolf”. El espectáculo termina con el colosal “Halo of Ashes” de Screaming Trees a una sola guitarra eléctrica y la descomunal voz de Mark. En el escenario no hay nada más pero suena como su la estuviera interpretando la banda original al completo. Ese tema siempre es un subidón cuando lo interpreta en sus shows. Sabemos que no pasará mucho tiempo hasta que le volvamos a ver porque se prodiga mucho por Europa y no le dejaremos pasar sin visitarnos.
Al abandonar la bombonera del Lara, Lanegan está sentado en el puesto de merchan firmando a todo el mundo. No se va a ir de allí hasta que el que quiera un autógrafo, un apretón de manos o una foto la tenga. Y ahí es donde descubrimos al verdadero Mark. Un tipo que se pone serio para la foto, pero que te mira directo a los ojos cuando le hablas y te dedica una sonrisa a la mínima broma. Nos cruzamos con él de camino al concierto por la madrileña Gran Vía y no le dijimos nada, simplemente le observamos pasar inadvertido entre el resto de almas de la ciudad, pero estaba ausente, embebido en su personaje de incognito. En ese momento se le veía frágil e inseguro. Se le notaba como uno más de nosotros y no quisimos importunarle. Preferimos dejarle disfrutar de esos momentos de normalidad a los que tiene el mismo derecho que nosotros mismos. Esos momentos antes de subirse al escenario y que la oscuridad se apodere del lobo que lleva dentro. Gracias Mark, estaremos esperando el retorno del lado oscuro siempre que quieras mostrárnoslo.
Fotos y texto por Javier Naranjo.
* Foto de portada realizada en 2013.