Neil Young and Promise of the Real. Mad Cool. Caja Mágica. Madrid, 18 de Junio de 2016.
La visita de Neil Young es como el cuento de Pedro y el lobo. Parece que viene y luego nunca lo hace y cuando ya no creemos que vaya a venir, de repente, lo hace y nos pilla desprevenidos. Siempre pasa igual. El Yayo, como le conocemos entre algunos fans españoles, es una eminencia. Una espíritu musical que abarca muchas almas y las conjunta de un modo misterioso. Es una especie de poder de la fuerza que mantiene el rock en equilibrio.
Todos sabemos que siempre que venga, allí estaremos para recibirle. Y eso mismo ocurrió el pasado sábado noche en el Mad Cool, donde cuarenta mil personas de todas las edades llenamos la explanada del escenario principal para acudir a la misa del de Ottawa.
Mientras esperamos al mito observamos un escenario que promete bastante. Destacan a la izquierda un viejo piano de pared en madera natural envejecida y a la derecha un pequeño órgano de iglesia. Ambos gobernados por la mirada del gran jefe indio en formato de escultura totémica. ¡Cómo le va a Neil Young el tema de las raíces!
Antes de que empiece el show presenciamos una especie de teatrillo en el que unas chicas disfrazadas de campesinas esparcen por el escenario unas semillas de cereal, cultivo o alimento para gallinas, no estamos seguros. Más adelante presenciamos cómo unos operarios disfrazados de cazafantasmas fumigan dichas semillas. Es una clara alusión de Young a la movida con Monsanto, la multinacional de productos agrícolas tristemente conocida por su uso de organismos genéticamente modificados en la agricultura. La misma a la que dedicó su anterior álbum The Monsanto Years.
Neil no debería haber montado ese teatrillo de las semillas antes de su concierto. A mi personalmente no me van todas estas historias en las que Neil Young se involucra fuera de la música, porque en cierto sentido y aunque sé que algunos de los que me leéis no estaréis de acuerdo, me parecen un poco postureo. No es que no crea que sean causas nobles que todos debemos defender, sino que se mezcla en demasiadas cosas que a veces le hacen parecer un político corrupto más que un músico honesto. Cuando no es lo de Monsanto para luego vender camisetas de algodón “ecológico” a casi 40 €, es su fiera defensa de un formato musical como es el vinilo para sacar con el paso de los años un reproductor de formato digital de alta calidad (FLAC HD), el PONO y venderlo a precio de oro cuando en el fondo lo digital es enemigo de lo analógico. Luego están los paseos que nos da en sus coches clásicos americanos de gran consumo en infinidad de documentales que produce sólo o acompañado de los realizadores más virtuosos para, a continuación, lanzar la fabricación de su propio vehículo eléctrico, el Lincvolt. También la polémica con el impresentable de Donald Trump al que no queda muy claro si le cedió previo pago la canción “Rockin’ In The Free World” para uso en una campaña contra la que se volvió luego y desacreditó al loco político americano. Sinceramente creo que lo más honesto que ha hecho en este sentido en cuanto a causas nobles fue la gira aquella con Crosby, Stills & Nash contra la guerra de Irak llamada Freedom of Speech Tour y por supuesto el concierto benéfico anual que organiza cada mes de Octubre en el Bridge School de San Francisco.
Comienza el show que es a lo que hemos venido y Neil aparece en solitario sobre el escenario. Lleva su clásico sombrero de cowboy negro, camisa de cuadros en tonos grises y debajo la camiseta con el logo de “Earth”, su nuevo álbum junto a The Promise Of The Real, la banda liderada por Lukas Wilson, hijo del archiconocido símbolo del Country Willie Nelson. “Earth” es un trabajo compuesto a base de temas, en su mayoría clásicos reivindicativos sobre la conciencia de los alimentos y la sostenibilidad del planeta en directo y remezclados con sonidos de la naturaleza.
Young se sienta al piano para interpretar el maravilloso “After The Gold Rush”. Es un clásico de tal magnitud que nos transporta a la época de su álbum homónimo y por tanto a uno de los momentos cumbres en la capacidad creativa de Young. Tras la lección a las teclas toma su guitarra acústica Martin. Cuenta la leyenda que dicho instrumento, una D-28 del 41, perteneció a Hank Williams y de algún modo terminó en las manos de Young. Esto es posible porque otra leyenda establece que Hank vendía varias veces a diferentes personas su guitarra cuando salía completamente borracho de los bares de Texas. Sea como sea Neil afirma que esa guitarra perteneció al padre del Country y nosotros nos lo creemos. El Yayo lleva también su característico bocado con armónica que usa para adornar magistralmente los dos siguientes temas, “Heart Of Gold” y “The Needle And The Damage Done”. El primero me trae a la memoria la obra de arte que es el documental de Jonathan Demme donde recoge el concierto de Neil en el mítico Ryman Auditorium de Nashville (Tennessee). El segundo me hace imaginar lo que supone la perdida de aquel amigo al que más quieres a manos de una lacra como es la heroína y me doy cuenta del realismo con el que Young puede ponerte en determinadas situaciones humanas.
El concierto sigue con Neil sentado al órgano para interpretar “Mother Earth (Natural Anthem)” donde nos señala previamente a una luna casi llena sobre el cielo de la capital, le siguen “Out On The Weekend” y la magistral “From Hank To Hendrix”. El show se va volviendo así, como es típico, un poquito más eléctrico según avanza. Especial mención merecen antes del tramo final las versiones de “Alabama” y “Words (Between The Lines Of Age)”. Desde ahí la ecualización del bajo se vuelve a hacer intratable como ha sido característico de este escenario número uno desde que comenzó el festival. Los temas cada vez son más cañeros y lo que agradecemos por un lado nos está costando el oído por el otro.
Llega un infinito “Down By The River” de casi veinte minutos con esos solos de Neil que adoramos sobre su inseparable Gibson Goldtop, la mítica guitarra dorada que Young repintó de negro, tuneó con puente Bigsby y pastillas saturadas y que es conocida desde entonces con el sobrenombre de Old Black. Llegamos a la deseada “Mansion On The Hill” que nos pone en nuestro sitio. Luego “Like A Hurricane” y “Western Hero” para desembocar en el clásico por excelencia. Efectivamente es el “Rockin’ In The Free World”, un tema que todos celebramos saltando y cantando a pleno pulmón, un grito de libertad infinito que Neil alarga hasta cuatro veces cuando parecía que terminaba y vaya si lo agradecemos.
Young no es especialmente conocido por su simpatía. No se trata del viejo Van Morrison, pero tampoco es precisamente Billy Crystal. Pero hoy se le ve en sintonía con el público. Una sintonía que le lleva a botar y cantar el Oe, Oe, Oe, Oe que tanto nos gusta por estas tierras. Hay una comunión especial con el público hoy. El concierto termina y los técnicos comienzan a desenchufar instrumentos. Nos parece normal debido al estricto cumplimiento de horarios festivaleros y procedemos a abandonar nuestras posiciones. Pero de repente alguien da un grito “¡Vuelve a salir!”. Efectivamente, los técnicos están volviendo a conectar los instrumentos. Está claro que a Young se la pela todo. Está a gusto con el público y nos va a dar lo que le pedimos. Vuelve a salir a escena con la banda e interpretan un impactante “Love And Only Love” de más de diez minutos. En mi cabeza sueño con que no han salido para un solo tema y que se van a cascar un “Cinnamon Girl” y un “Fuckin’ Up”, pero eso es sólo el sueño de una casi noche de verano y no ocurre. Lástima.
Esto ha terminado definitivamente y los The Promise Of The Real rodean al Yayo y lo hacen botar con ellos. Definitivamente es todo un acierto de Young haberse rodeado de sabia nueva para superar la desaparición de dos pilares, dos amigos, dos cómplices como eran los maravillosos Ben Keith y Rick Rosas. The Promise Of The Real no son Crazy Horse. Pero a su edad son unos músicos como la copa de un pino que respetan a Young y le pueden, quien lo diría, seguir haciendo crecer mucho en directo a sus 71 años.
Neil Young es una referencia indiscutible, una fuerza indestructible de la naturaleza y el saber hacer musical. Una de esas piezas que tenemos perder. No queremos afrontar el sentimiento de orfandad que nos produciría su marcha. Un tipo que a pesar de sus achaques se arrastra por el mundo bien sea de show en show o metiéndose en una vieja cabina de grabación de la mano de Jack White, aquellas en las que con una moneda de 25 centavos te podías producir tu propio vinilo. El dinosaurio de Ottawa es una prueba fehaciente de que “sí se puede”. Una persona que por encima de todo cree en el mensaje del Rock y nos sigue adoctrinando a base de guitarrazos. ¡Tócala otra vez, Neil!
Si quieres leer la crónica del concierto de Neil Young & Promise of the Real en Barcelona, celebrado el 20 de junio en Poble Espanyol, clica en éste párrafo.
Fotos y vídeo por Javier Naranjo.