Llevábamos mucho tiempo esperando la visita de Macca. Y realmente muchos vivíamos incrédulos del momento que se nos avecinaba. Compramos la entrada hace mucho tiempo, pero no terminábamos de vernos dentro del Calderón en dicha cita para presenciar este show. Pero el día llegó y lo que tenía que ocurrir ocurrió.
McCartney aparecía en el escenario del Calderón y a pesar de estar a plena luz del día atacaba un “Hard Days Night” que nos llevaba de lleno a la época de los cuatro jinetes de Liverpool. Estaba claro que venía a revindicar su trozo de historia, la que le corresponde en justicia. A pesar del algarabío de los asistentes, el sonido inicial nos recordaba al del Bernabéu cuando estuvimos viendo al Jefe hace unos días y nos temíamos lo peor, pero en un par de temas la cosa cambió y Macca sonaba, como tenía que hacerlo, a historia viva de la música con un sonido potente, correctamente ecualizado y regulado, a pesar del recinto.
La selección de temas del principio del concierto tenía muchos altibajos. El último álbum publicado por Paul, New contiene temas realmente horribles como el castigo que supuso escuchar en directo ese incomprensible engendro que es “Temporary Secretary” por mucho que quiera vestirlo de techno moderno, ni lo es, ni le pega. El tema iba intercalado entre dos grandes de la época de Wings, “Letting Go” y “Let Me Rolling It” y eso hacía más grave la situación. Antes de esto había sonado un “Can’t Buy My Love” que no presagiaba nada bueno. Desde mi humilde punto de vista si se van a tocar canciones de los Beatles conviene evitar en la medida de lo posible las primeras lonchas editadas por los escarabajos y centrarse en el enorme legado que suponen sus publicaciones más tardías. Aquellas en las que el talento infinito se unía a la experiencia. No fue así tampoco con el “Love Me Do”, el “We Can Work It Out” y el “And I Love Her”. Entre medias hubo un “I’ve Got A Feeling” que sonó a gloria y supo a vino viejo, parecía que Paul se iba a por la época “buena” y sé que esta afirmación es totalmente subjetiva, lo sé.
Pero, amigos, hubo un punto de inflexión en el que el escenario se elevó literalmente por las nubes para regalarnos a un Paul colosal al borde de una cascada en un bosque con árboles y pájaros negros para marcarse un “Blackbird” que se queda para siempre en la retina de todos los que estuvimos presentes. A partir de ese momento sólo hablamos de pura alegría y regocijo. Un “Give Peace A Chance” al teclado electrónico en homenaje a la Plastic Ono Band de Lennon, un “Fool on the Hill” que pone la piel de gallina y asoman las primeras lágrimas, un “Lady Madonna” dedicado a todas las féminas del respetable, un “Eleanor Rigby” que nos hace adorar a Sir George Martin, ese gran productor que “engañó” a Lennon y Macca para que el tema fuera sólo a base de violines y nada más que sus voces sobre ellos para inventarse una de las mayores composiciones sonoras que haya existido nunca. Ese tema es sólo de Martin y la historia debe reconocérselo. Por cierto, qué poco reconocemos a los grandes productores musicales de la historia y su magia, ¡Sir Martin!
Después de todo lo anterior asistimos ya completamente atónitos a la celebración del Sgt Peppers con un tremendísimo “Being For The Benefit Of Mr. Kite!”. Qué grande se vuelve el concierto en ese mismo momento. Y seguimos llorando, Paul coge un ukelele y empieza un “Something” en homenaje a su infinito e inmortal amigo George Harrison. ¡Dios mío! George es mi debilidad y estoy llorando a lágrima viva. Respeto a Lennon y a Macca, pero George es superlativo para mi. Paul, gracias por ese momento de reconocimiento a un genio trascendental para todos los músicos a nivel mundial, influyente reconocidamente o no en el 90% de las composiciones con talento de este siglo y del pasado.
Después del momento casi divino que acabamos de vivir Paul nos mete de lleno en la dudosamente premiada como la peor canción que los Beatles han escrito nunca, un “Ob-La-Di, Ob-La-Da”. Menos mal que le sigue un “Band On The Run” memorable con todo el estadio cantando a pleno pulmón mientras se nos proyecta la portada de tan magna obra. Viene luego un “Back In The U.S.S.R.” que me recuerda una vez más que el álbum conocido como el Blanco, el que lleva como título el propio nombre de The Beatles es el mejor que hicieron nunca. La fiesta continua con un “Let It Be” imprescindible. “Live And Let Die” le sigue con un fondo de la ciudad de Londres destruyéndose y un trepidante espectáculo de fuegos artificiales por todo lo alto en el Calderón y Macca está justamente encendido a las teclas del piano de cola. Ahora sí que estamos de lleno en una noche mágica, memorable e inolvidable. “Hey Jude” pone el broche de oro final con todo el estadio coreando y moviendo los brazos en oleaje para uno de los mejores “parciales” que he visto en un show en directo
Paul es un tipo muy simpático, debería estar endiosado porque es realmente un semidiós y en contra de lo que reza la leyenda con ceremonia de entierro incluida en la portada del Abbey Road donde Paul es el cadáver, Lennon es el predicador, George es el sepulturero y el bueno de Ringo el cura, en contra de todo eso, el Macca que vemos está más vivo que nunca y así se lo demuestra a su público con el que juega al Oe, Oe, Oe, Oe. Toca todos los instrumentos e incluso invita a una pareja del público a que se prometan delante de miles de personas parando para ellos el espectáculo.
Vamos terminando con el concierto con un “Yesterday” ya en los bises sin el que no pensábamos irnos del Calderón bajo ningún concepto. Destacamos un “Birthday” que es precisamente un regalo y enlazamos de seguido un final que solapa los tres últimos temas del sempiterno Abbey Road. Suenan “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End”. Miro a mi alrededor y sólo veo lágrimas de alegría y ganas de abrazarnos mientras seguimos cantando.
No me creo que esto haya pasado, pero como dice mi amiga Paula a todos se nos ha subido el Pavo a la cabeza en forma de McCartney y nos hemos vuelto locos, nos hemos creído que todo es posible a base amor y música. Nos hemos vuelto a sentir más vivos que nunca junto a un Paul que pase lo que pase ha estado, está y estará siempre vivo.
Estadio Vicente Calderón. Madrid, 2 de Junio de 2016.
Texto, fotos y vídeo por Javier Naranjo.