Black Is Back. El alma negra de la capital. Patio de Conde Duque. Madrid, 25 y 26 de Junio de 2016.
Ya se ha convertido en todo un clásico de nuestra ciudad y ha recorrido diferentes escenarios como el Matadero de Legazpi, los Jardines del Botánico de la Complutense y finalmente ha llegado a un sitio que le viene hecho a medida, el patio de Conde Duque. Con todo el encanto que tiene disfrutar en un gran espacio ubicado en el centro de la ciudad una noche de verano. De esas en las que de día aprieta el calor sobremanera y de noche se levanta la brisa para ir recibiendo a los artistas que van sucediéndose en el escenario.
Hemos disfrutado del Soul en Madrid durante dos días. La noche del sábado prometía ser muy especial. Todos esperábamos al mago del Hammond, al gran James Taylor a los mandos de su engrasado Quartet. Ese era el plato fuerte del de la primera sesión. El domingo el artista más esperado era el maestro Charles Bradley y toda su parafernalia de indumentarias y movimientos sensuales a su avanzada edad.
Vamos por partes. El sábado tenemos que destacar a los nacionales The Raspberry Beret Band, con un rythm & blues de calidad y unas ganas, evidentes por su propio nombre homenaje al tema de Prince, de rendir tributo a su ídolo. Repetidas fueron durante su show las menciones al genio de Minneapolis recientemente fallecido. De las versiones que hicieron destacan “Nothing Compares 2 U” y “Purple Rain”. Esta última me trae a la memoria la versionaza que hizo en Madrid hace unas semanas Mike Farris. Nada que ver, aquella me dejo conmocionado y así sigo, amigos. Los Raspberry Beret se lo trabajan mucho y tienen calidad musical, pero en ocasiones pecan demasiado de acercarse al Funky que quizá no debería ser tan visitado en un festival de nacimiento más enfocado al Soul. La línea es muy delgada entre uno y otro, pero no conviene cruzarla impunemente.
Tras la banda tributo al Principe, llega The James Taylor Quartet. Calidad extrema en el escenario y muchas ganas en la audiencia de que nos “revienten” los tímpanos a base de bucles de Hammond infinitos. El órgano que inventó Laurens Hammond en el primer tercio del pasado siglo es el buque insignia de cierta corriente del sonido soulero emblematizada por grandes como Booker T. & The M.G.’s o que el mismísimo Ray Manzarek usó más en clave de rock de modo brillante en las producciones de The Doors. La magia del sonido Hammond es de esas cosas que si te llega a habitar, no te abandona nunca. Una delicia para los paladares que saben degustarlo. Se trata de un instrumento basado en los principios del electromagnetismo y la amplificación. Los modelos más modernos del instrumento auto-amplificados cuentan con un altavoz separado y delante de éste un elemento giratorio movido con un pequeño motor de dos velocidades que reparte el sonido de un modo característico y que observamos en casi todas las bandas de este festival. El espectáculo de James Taylor es una fiesta continua, casi psicodélica por momentos. Entre los temas clásicos nos regala el “Green Onions” de Booker T., el tema principal de la banda sonora de la serie policiaca de los 60, “Starsky & Hutch Theme” y un magistral y cinematográfico “Blow Up”. Qué maravilla, cómo sonó este tema en el directo del patio de Conde Duque. Algo no tan bueno diremos de James Taylor y es que todo lo bueno que es a las teclas lo es de malo cantando. Así destrozó un par de temas que no debió cantar ni corear con el público porque fueron momentos en los que la actuación perdió mucho.
La noche termina con Escort. Una banda neoyorkina encabezada por la estilizada y exuberante Adeline Michele. Una mujer que además de un cuerpazo envidiable, toca el bajo magistralmente mientras se contonea al ritmo sensual de sus temas. Suenan muy bien, pero una vez más se acercan al Funky mucho más que al Soul. Quizá esta edición del festival adolece demasiado de este particular.
La segunda noche, la del domingo a pesar de no ser cabeza de cartel absoluta, la mención especial es para el gran James Hunter. Con muestras evidentes de haberse empolvado la nariz, como siempre, mostraba un virtuosismo a flor de piel que en ocasiones le llevaba a hacer slides sobre el mástil de su Gibson dejándola caer hasta el suelo mientras resbala el dedo por la cuerda. Una vez en el suelo se marcó algún solo que otro con la base de la guitarra a ras de escenario. Está claro que The James Hunter Six son una bandaza y para mí, en contra de lo esperado, el plato fuerte de este sábado y sin duda el grupo que más disfruté.
Tras la locura de James Hunter llegó el turno de Charles Bradley. Su último álbum suena a gloria en el disco, pero alguno de sus temas no me sonaron tan bien en su voz durante el directo. Le salvan completamente “His Extraordinaires”, que justamente son eso, un conjunto excepcional en el que desde los metales de viento en forma de trompeta y saxo hasta las cuerdas de los magníficos bajo y guitarra, pasando por un baterista descomunal rescatan literalmente a Bradley en un par de ocasiones, que incluso está a punto de caerse al suelo en sus intentos de giros a lo David Bisbal. Sinceramente quedaba un poco grotesco. Bradley sobreactúa en el escenario, se cambia un par de veces de vestuario llamativo y túnicas de colores. Pero Bradley no es James Brown, ni Marvin Gaye por mucho que lo intente. Está muy limitado. Es un tipo de 67 años con mucha historia musical a sus espaldas, pero no está ya para tanto “You & Me” y chupaditas de índice tocando luego su hombro en gesto de quemazón. Sus discos son buenos, muy buenos y destaco con alevosía la versión del clásico de Black Sabbath, “Changes” que se ha sacado de la manga en su última loncha titulada justamente así. Es una maravilla. Pero no me ha convencido su show.
Así las cosas y en resumen, Black Is Back es un festival que está destinado a perpetuarse en la capital del estado. Y nos gusta. Nos gusta su organización, su ambiente familiar, la comida de calidad que suelen servir en las furgos colindantes y su cartel, que siempre está a la altura de las circunstancias. Dos días en los que el alma de los madrileños que asistimos se vuelve negra y nos lleva a entender un poco más el Soul y el Ritmo con mayúsculas para terminar bailando toda la noche.