The Cure. Robert Smith, sal a bailar que tú lo haces fenomenal.

Por unas cosas o por otras teníamos esta crónica en el tintero, pero no podemos dejar de publicarla aunque ya ha llovido desde el pasado 20 de Noviembre en el que la mítica banda inglesa visitaba la capital. Y es que hay que destacar lo que pasó en el madrileño Palacio de los Deportes con una palabra clara, honestidad.

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La verdad es que acudimos al concierto pensando que sería otro más de esos revivals en los que bandas ya en desuso aprovechan sus últimas bocanadas para estrujar por penúltima vez nuestras malogradas carteras a cambio de un puñado de canciones interpretadas sin espíritu.

Pues no, señores, en esta ocasión nada más lejos de la realidad, Robert Smith y los suyos fueron más respetuosos con su música que incluso muchos de los supuestos fans que visitan este tipo de conciertos multitudinarios con la única intención de abandonar su localidad en busca de cerveza una y otra vez aún a riesgo de perderse los mejores momentos de la noche.

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Dicho esto, sigamos con la grandiosa entidad del máximo exponente del que se dio en llamar rock gótico. Robert Smith tiene ya 57 años y parece que lo que ha aprendido en su andadura es respeto a sus fans y a sí mismo, a todo el legado que nos guste o no ha creado y por ello debe ser reconocido para siempre.

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Un show sin muchos artificios en el que tenemos una pantalla a cada lado del escenario con dos planos fijos diferentes durante todo el concierto, una proyección temática con cada canción ocupando en horizontal toda la espalda del escenario, juegos de luces y poco más. El resto lo llenó todo la música y el talento del único miembro de The Cure que se ha mantenido al pie del cañón durante décadas, junto con su maquillaje blanco y su carmín rojo. El creador y compositor de una banda que demostró en el Palacio de los Deportes que sabe perfectamente a qué debe su éxito, a qué debe estar donde está. A la gente que ha comprado sus discos y le ha seguido desde finales de los años 70.

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La noche empezó con «Open» y «High», los dos primeros temas de su album del 92 «Wish». Le sigue «A Night Like This» del disco del 85 «The Head On The Door», del mismo sigue con el corte «Push» y «In Between Days». «Pictures Of You» de su mítico «Desintegration» del 89 es el preámbulo de «Kyoto Song» y «The Blood» que vuelven a visitar la loncha del 85. Se nota en el estilo con el que tocan que están haciendo el show que les apetece en este momento. Suenan muy bien, consistentes y acompasados. «The Caterpillar» es la joya de su «The Top» del 84 y ya vamos con dos clasicazos como son «Love Song» de nuevo del 89 y «Just Like Heaven» de su «Kiss Me Kiss Me Kiss Me». Nos vamos ya al año 2000 con «The Last Day Of The Summer» del «Bloodflowers». «The Hungry Ghost» es de su último album del 2008. «From The Edge Of The Deep Green Sea» vuelve al album con el que empezó el concierto. «One Hundred Years» del «Pornography» es lo único que nos separa de «End» con el que justamente termina la primera parte del concierto. Robert y la banda se retiran tras despedirse y en condiciones normales lo mismo incluso encienden las luces y nos vamos a casa tras hora y media de concierto pensado que es lo normal.

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Pero nada más lejos de la realidad. De hecho estamos en la mitad del concierto, por delante quedan prácticamente el mismo número de canciones que ya hemos escuchado. Los Cure vuelen al escenario y ya todo es una fiesta completa. Encadenan «It Can Never Be The Same», «Burn», «Play For Today» y «A Forest». Se despiden de nuevo y parece que se termina, pero como hemos dicho no es así.

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Vuelven sobre el escenario para «Shake Dog Shake», «Three Imaginary Boys», «Fascination Street», «Never Enough» y «Wrong Number». Así cierran el segundo bis y esto no se acaba aún. Vuelven para un tercer bis, sí, habéis leído bien. Los Cure de Robert Smith vuelven al escenario tras más de 2 horas de concierto para un tercer bis.

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No se trata de un encore de un par de temas para despedir. Nos hacen gozar con lo que los fans quieren escuchar, «Lullaby» nos retrotrae a la cama con Robert esperando a que la araña vuelva a por su cena. Aquel mítico clip  en el que el cantante se retorcía entre telas y que todos conservamos en la cabeza como uno de los hitos el arte vídeo-gráfico del que Robert también es precursor. Luego vienen «The Walk», «Friday I’m In Love», «Boys Don’t Cry», «Close To Me» y terminan el show con la inevitable y gozosa «What Can I Be You».

El resumen del show es tan simple como que Robert decidió tocar todo lo que le apetecía en las 15 primeras canciones para dedicarse única y exclusivamente a su público en los siguientes 15 temas y darles lo que habían venido a ver al completo. Eso no lo hace casi nadie hoy en día y supone un lujo que tenemos que valorar. Es verdad que algunas de las canciones antiguas no han envejecido bien. No por la interpretación, sino porque algunas de las melodías de Robert no estaban pensadas para perdurar, más bien tributaban a un momento de innovación concreto en el tiempo. Pero en la inmensa mayoría del show y en especial en las canciones de la primera parte, The Cure sonaban realmente actuales y frescos y fue una muy grata sorpresa.

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Como decía Joaquín Reyes en su «Muchachada Nui» dedicado a Robert Smith, más cierto que nunca es «Robert, sal a bailar que tú lo haces fenomenal». Salud!

 

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