Blackberry Smoke. Puede que no cambien el mundo, pero van a dejar su marca.

Ya hacía dos años desde la anterior visita de los de Atlanta, Georgia. Y vaya si les echábamos de menos. Esta vez la cita era en La Riviera, una sala madrileña que ofrece tan pésimo sonido que sólo acudimos a bolos cuando es del todo imprescindible, como en esta ocasión. Ya nos hubiera gustado que el show hubiera repetido la maravillosa sala BUT, pero desgraciadamente, y entendemos que por cuestiones de aforo, no fue así.

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Blackberry Smoke, con Charlie Starr a la cabeza son una banda con letras mayúsculas. Cada segundo que pasa no hacen más que consolidarse como algo todavía más colosal. Se acercan peligrosamente a la categoría de sagrados como Allman Brothers, ZZ Top, Lynyrd Skynyrd. o Gov’t Mule. Una inyección de rock sureño nacido de la lenta maceración entre blues, rabia y talento.

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La puesta en escena es otro de los fuertes de estos chicos sureños. Tres alfombras persas tendidas en el suelo. La central pertenece a Charlie, la izquierda al bajista Richard Turner, que mantiene un gesto sobrio durante toda la noche, y la derecha al guitarrista Paul Jackson, al que le resulta difícil destacar junto a Charlie Starr y es que ambos son, por momentos, solistas a la par. En las baquetas tenemos al gran Brit Turner y los teclados corren a cargo del portento de Brandon Still, que esconde su Hammond tras una manta con motivos silvestres. Los amplis, cabezales, bombo y demás parafernalia parecen estar dispuestos por un director de fotografía de lo precioso que queda todo en conjunto.

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Están de gira presentando su nueva loncha, «Like an Arrow». Nos demostraron una vez más que es un trabajo que gana enteros con su puesta en directo. El sonido de estudio de los Blackberry es grandioso, sí, pero cuando los oyes en directo, entiendes que han nacido para eso. Si no los veis en directo, al menos una vez en la vida, no terminaréis de entender lo que es esta banda. Han nacido para la carretera.

El espíritu de su música huele a caballo, a montaña, a ganado y a brutal naturaleza. Una mezcla entre Neil Young y Led Zeppelin. Eso son los Blackberry Smoke. Y se lo toman muy en serio para reflejarlo musical y estéticamente. Una cosa que les podemos reprochar al respecto es la extrema pasión por nuestros bolsillos, que azotan acertadamente con un merchandising que va desde imanes, chapas y pegatinas hasta mecheros Zippo de tres modelos distintos en los puestos de sus conciertos. Parece que han aprendido la lección al respecto de maestros como Pearl Jam o los mismísimos Kiss en cuanto a la fidelización de los fans.

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Del show tenemos que destacar al descomunal Charlie Starr, que lo hace todo bien. Llega a todos los tonos en todos los temas, elige y maneja perfectamente los pedales de efectos. Toca las guitarras como los ángeles en cuanto a ritmo y solos. Él es el peso específico de una banda perfectamente engrasada que suena contundente, como un todo perfectamente alineado en cualquiera de sus funciones. Lástima que La Riviera no nos deje disfrutar al 100% de lo que estaba pasando.

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El set es rápido, con los temas bastante acelerados, y ajustados a la demanda del directo. Se marcan un par de covers de Led Zeppelin, «Black Dog» y «Hey, Hey, What Can I do». Repasan todos sus álbumes, de entre los que destacan la frescura en directo de nuevos como «Waiting for the Thunder», la efectividad de clásicos como «Six Ways to Sunday» o «Pretty Little Lie», y por supuesto su trallazo por antonomasia, «Leave a Scar»

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La precisión de la batería de Brit en cada uno de sus golpes y sus ritmos lleva a la banda en volandas hacia el alma de los sonidos sureños que tanto nos gustan. Son fieles a sus raíces y a su tierra, pero no se conforman con ejecutar un puro rock sureño, lo adornan honrando a Johnny Cash y Townes Van Zandt con algo que los hace más puros, el aroma de la raíz americana, muy cercana al country-blues.

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Un show que dura poco más de dos horas, pero que nos deja completamente satisfechos y como siempre deseando su vuelta a la mayor brevedad. Gracias a Mercury Wheels y The Mad Note Co. por traernos a unos colosos. Estos chicos están tratando de cambiar el mundo con su música, como ellos mismos rezan, puede que no lo hagan, pero desde luego van a dejar una buena cicatriz. Salud!

Texto Javier Naranjo y fotos Gonzalo Fernández.

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