Grupo de culto. Oscuro. Casi únicos en su especie en aquella España de movidas madrileñas, talentos descontrolados y, la verdad sea dicha, más de un vendedor de humo. Pero Parálisis Permanente pudo presumir de ser auténtica y real pese a una vida tan prometedora como efímera en un ya lejano 1982. Era una formación nacida como un proyecto paralelo de varios miembros de Alaska y Pegamoides, una manera de preservar su esencia mientras el éxito les seducía y devoraba insaciablemente.
Por esa razón, un grupo llamado Mentes Depravadas, sexteto barcelonés que les rinde tributo, ya llama la atención por sí mismo. Nacidos este mismo año 2017, su actuación en la Sala Monasterio el pasado 5 de mayo constituyó una original manera de recordar como Ana Curra, Nacho Canut y Eduardo Benavente esculpieron una carrera que se estrelló en el mismo coche en el que Eduardo perdía la vida un triste día de primavera de 1983. Quedó como testamento un EP, algún single y el disco “El acto” (1982), casi recreados en su totalidad en un local que el cantante Yowi Vrolok hizo suyo a base de voz, temple y profesionalidad apoyado por la corista Lucy Diamonds. Junto a ellos la guitarra rítmica de Belen Thunder se unió a las seis cuerdas de un Abel Sandrako que supo vestir con su propio talento varios solos barnizados de finura, pulcritud y savoir faire. Particularmente acertado en “Tengo un pasajero” y en la pieza que embrujó más a los presentes, la provocativa –sobre todo en estos tiempos donde impera lo escrupulosamente correcto- “Quiero ser santa”. Mención especial merece el baterista Jordi Serra que, con sólo una semana de ensayos a sus espaldas, mantuvo firme el rumbo de la nave al lado de una bajista que destiló ritmo, clase y actitud: Tina Tron. En resumidas cuentas, un recital que rememoró el lado más siniestro de unos años ochenta de un país que, pasadas tres décadas, contempla como el Rock sobrevive prácticamente en la clandestinidad.
Pero los pensamientos pesimistas se transformaron en sonrisas cuando Jou Mistika presentó un espectáculo más del Antikaraoke de César Martín, una idea que permite a quien lo desee escoger la canción que quiera para emular a sus héroes ante una atronadora lluvia de aplausos. No faltó a la cita el siempre deslumbrante Óscar Zombie, orgulloso de que su banda Arcanus ganara la reciente edición del concurso Devilfest. Grande. También estuvo a la altura de las circunstancias Mr. Eddie Harris, rendido a la pasión latente en “You Give Me a Bad Name”, uno de los indiscutibles clásicos de Bon Jovi. Y podría estar horas escribiendo sobre la diversión que se vivió en una sala que cada vez gusta más en esta ciudad.
Sin que la música dejara de sonar, Marina Salvador y sus Burlesque Girls BCN añadieron a otra velada inolvidable su dosis de belleza y buen gusto en unas coreografías tan hermosas como eróticas que sólo fueron interrumpidas cuando un chico pidió en matrimonio a una de sus bailarinas ante la sorpresa del respetable. Y es que, en estos tiempos que corren, el mundo es de los valientes, como esas Mentes Depravadas que exploran unas canciones que se escribieron para ser cantadas aunque sus autores se llamaran Parálisis Permanente.
Texto Federico Navarro. Fotos Rockfels.
