De la mano de Noise On Tour llegaba este cartel con dos grupos de estilos diferentes pero totalmente complementarios por energía, actitud y entrega.
The Picturebooks salían a por todas, dispuestos a no conformarse con la indiferencia con la que a veces se recibe al grupo telonero. De hecho es un papel (el de teloneros) al que están ya muy acostumbrados: en los últimos tres años, han abierto para Kadavar y Le Butcherettes en Madrid (además de otra ocasión en que vinieron por su cuenta). Su cantante Fynn Claus Grabke aprovechó para agradecer el apoyo a los que habían entrado a la sala pronto y añadió que significaba mucho para un grupo como ellos que luchaban por salir adelante sin grandes agencias detrás. Inevitable destacar al batería Philipp Mirtschink, todo un espectáculo por su manera de tocar y el equipo marciano que llevaba (tambores ultra voluminosos, sin platos, con una campana y accesorios diversos).
Presentaban nuevo álbum, Home Is A Heartache, lleno de rock saturado y frenético mezclado con blues salvaje, y ahondando en estribillos inmediatos que calan fácilmente. ‘Zero Fucks Given’, ‘I Need That Oooh’, ‘Bad Habits Die Hard’ y ‘Cactus’ se fueron abriendo camino con fuerza entre temas de su anterior disco Imaginary Horse, como ‘The Rabbit and The Wolf’ y ‘Your Kisses Burn Like Fire’, con la que cerraron.
Para los que se quedaron con ganas de más después de sus escasos 45 minutos de actuación, anunciaron que volverían a finales de año por su cuenta. Fynn no perdió ni un segundo bajándose del escenario de un salto a la primera fila para dirigirse al puesto de merchandising.
Y del dúo alemán a los canadienses Monster Truck, que arrancaban con la contundencia de ‘Why Are You Not Rocking?’ (incluida en su último disco Sittin’ Heavy), y dejándonos claras su intenciones en el estribillo: «el rock and roll podría salvar tu vida esta noche». Se les da endiabladamente bien construir himnos positivos y rebeldes cargados de adrenalina que provocan un subidón instantáneo. Con temazos de sobra como los que se sucedieron: ‘Old Train’ (que se colaba en el bloque inicial centrado en Sittin’ Heavy), ‘Don’t Tell Me How to Live’, ‘The Enforcer’ y ‘She’s a Witch’, ir salvando vidas no debe resultarles nada difícil.
La voz de Jon Harvey, arrolladora y potente, también es capaz de amoldarse a las melodías más suaves con el mismo ímpetu, como en ‘Black Forest’, firmemente reforzada por Brandon Bliss al teclado. Es cierto que en algunos temas Brandon pasa más desapercibido por la apisonadora sónica que conforman guitarra-bajo-batería, pero cuando logra destacar se convierte en un elemento indispensable en el sonido del grupo.
Sin alejarse del rock más cañero, saben incorporar la variedad necesaria para no resultar monótonos en ningún momento. ‘For the People’ nos empuja a su vertiente más sureña y bailable y ‘For the Sun’ nos envuelve en un blues desenfrenado y crudo. ‘Things Get Better’, uno de sus temas más redondos, derrite su estribillo en tu cabeza para siempre («I got a feeling things will get worse before they get better»…).
Jeremy Widerman, reparte riffs categóricos sin parar de moverse por el escenario, incluso llega a sentarse en el borde para atenuar la distancia que le separa de las primeras filas. Imprescindible también la pegada de un buen batería para definir un estilo tan rotundo, y Steve Kiely cumple sobradamente.
Con Jon Harvey exclamando «vamos a tocar un tema antiguo… si no os lo sabéis, fingid!», rescataban ‘Seven Seas Blues’ y ‘Sweet Mountain River’, antes de volver al nuevo álbum, para cerrar con ‘New Soul’.
Para los bises, se dejaban poseer por el espíritu funky de James Brown y nos brindaban un ‘I Feel Good’ tan bien adaptado que podría haber pasado por un tema suyo. Faltaban los últimos trallazos, con ‘Call It a Spade’, ‘Righteous Smoke’ y ‘The Lion’ poniendo el punto y final.
Si con sólo dos álbumes (más dos EPs) han alcanzado el nivelazo que nos demostraron en esta gira, podemos pronosticarles un futuro muy prometedor.
Texto y fotos CGM.