Rust On The Rails: Bla, Bla, Bla

Los que vimos a Cody Beebe & The Crooks en el 2015, disfrutamos de un conciertazo de rock and roll directo y sin objeciones. Lo que hace Cody ahora en Rust On The Rails no tiene nada que ver en ningún aspecto. Para quien no lo sepa, formó el grupo tras conocer al australiano Blake Noble; empezaron a trabajar juntos fusionando sus diferentes orígenes, y de ahí surgió lo que ellos han denominado «American Aussie Roots».

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Éramos pocos viendo a Cody Beebe & The Crooks en su día y menos aún en Rust On The Rails el pasado jueves, pero ésta es la primera vez que una audiencia escasa me parece plenamente justificada. El híbrido resultante de combinar rock y músicas del mundo (o lo que sea que es eso) puede que tenga su público potencial, pero ciertamente no acudieron en masa a Fun House esta noche.

No seré yo quien se oponga a la mezcla de estilos, ni a incorporar influencias variopintas a cualquier género porque, en definitiva, todo se reduce a que el resultado sea capaz de transmitir; a la actitud y al talento. A mí personalmente, este nuevo proyecto no me transmite demasiado (aún menos en directo, a pesar de que esperaba todo lo contrario); si hablamos de actitud, lo que presencié fue deplorable, y el talento se ha quedado todo en el lado de Cody, por lo que no parece que su colaboración con Blake sea nada acertada.

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No sé qué fue más lamentable, si el solo de didyeridú (o didgeridoo) perpetrado por Blake («no es lo mismo si hago -soplando- boooo boooo… que si hago boo boo boo…») o el hecho de que insistiera en agradecer su asistencia al concierto sólo a tres personas en concreto (en una audiencia de diez?, quince, quizá?). Vamos a intentar obviar su mala educación. Lo peor es que los tres sujetos en cuestión nos amargaron el concierto a los demás con su inaguantable parloteo y escandalosas risotadas.

Desde que el rock se puso de moda y los conciertos se empezaron a llenar de turistas (ya sabéis, los que van sólo a hacerse la foto), mis expectativas han tenido que rebajarse mucho. Ya me conformo con que los pesaos se queden en la barra, y asumo el constante murmullo de fondo como algo inevitable. Ni siquiera espero que lo hagan por respeto al grupo o al resto del público: si la música te molesta hasta el punto de tener que levantar tanto la voz, quédate atrás, lejos de los altavoces (y de mi, ya de paso), por el bien de tus propias cuerdas vocales. Pero hay quien no teme a la afonía, qué le vamos a hacer.

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Esta fue una de esas noches que acabas dando irremediablemente por perdidas. Pagar 10 euros por escuchar blablablás y jojojós y a un pavo soplando en un tubito fue una experiencia dolorosa y traumática, de la que sólo te recuperas cuando miras la semana en perspectiva y ves que también hubo otros tres conciertos maravillosos que borran el mal recuerdo de este.

En síntesis: los amantes del didyeridú y todos aquellos para los que la música es «eso que suena de fondo mientras yo estoy a otras cosas», por fin tienen a un grupo plenamente adaptado a sus necesidades, que les apoya y les comprende.

Y moraleja final: si hay otras alternativas en Madrid la misma noche, como Steve Gunn y The New Roses…  es todo cuestión de elegir mejor. Mi enhorabuena a los que supisteis hacerlo.

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Texto y fotos por CGM

 

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