El pasado domingo 26 de noviembre, Nashville Pussy finalizaba su visita a nuestro país en la sala Apolo 2 de Barcelona, tras una extensa gira de presentación de su recopilatorio editado en 2014 “Ten Years of Pussy” y en la que han incluido seis fechas en España.
Los barceloneses The Lizards fueron los encargados de dar comienzo a la noche. Este power trío fue la primera gran sorpresa de la noche: formado por la Carla Santacreu a la voz y guitarra, Judith Jordan al bajo y Edgar Beltri a la batería, su actuación fue el ideal inicio para un público que estaba ya ansioso.
Con su estilo enérgico y una mezcla de punk rock y hard rock, The Lizards interpretaron temas como Beware, I Told You o Bitch, que no dejaron a nadie indiferente: la voz de Carla Santacreu y sus rasgueos de guitarra, enlazaban a la perfección la potente base rítmica formada por el bajo de Judith Jordan y la batería de Edgar Beltri. La combinación perfecta para acabar de cargar de energía a una sala ya repleta.
Y llegó la hora que todo el mundo estaba esperando, Nashville Pussy tomó el escenario, desde el primer momento con la intensidad que les caracteriza. Everybody’s fault but mine fue la encargada de dar el pistoletazo de salida, con los electrizantes riffs de guitarra de Ruyter Suys, que fue protagonista desde el primer momento por su presencia en el escenario, llegando a eclipsar al resto de la banda en algunos momentos.
Clásicos como I’m So High o Rub It to Death fueron los encargados de continuar la velada, donde destacó la base rítmica formada por la bajista Bonnie Buitrago y Ben Thomas a la batería, además de la guitarra y la característica voz de Blaine Cartwright, quien también despuntó durante todo el concierto por sus conocidas travesuras con las que consigue conectar con el público de una manera sorprendente mientras la banda sigue totalmente compenetrada.
Tras temas como ‘Till The Meat Falls Off The Bone o la conocida Up The Dosage, dos de los temas donde quedan patentes sus raíces hard-rock y cowpunk, y después de que Ben Thomas hiciera una más que increíble demostración de su destreza a la batería, llegaron temas como Go To Hell o Good Night For a Heart Attack, en la que Ruyter Suys siguió brillando con su perfecta línea de guitarra, y en la que Blaine aprovechó para realizar su ya conocido ritual de beber cerveza de su sombrero.
Con su botella de Jack Daniels, Cartwright rindió homenaje a Lemmy y Malcolm Young, y la banda continuó su recital con temas como Pussy Is Not a Dirty Word y Why Why Why, con la misma energía con la que habían comenzado.
Con el mítico Go Motherfucker Go, los de Georgia pusieron punto y final a una actuación insólita que no dejó indiferente a nadie, dando una clase de rock and roll real, donde no valen medias tintas, y donde la diversión y la actitud son los principales protagonistas.
Texto por Belén Mena y fotos por Desi Estévez.
