Jaime Wyatt, historias de supervivencia y redención.

Jaime Wyatt cerró en Madrid su primera gira europea, que la ha llevado por tierras británicas y españolas. Aunque nacida en L.A., en una típica pareja hippie californiana (su padre, gran amigo de Bob Weir; su madre, corista en numerosas grabaciones), se mudó muy pequeña a Fox Island, Washington. A los cinco años, tras ver a Bonnie Raitt, quedó fascinada, y compuso su primera canción. A los diecisiete era una chica muy tímida que se transformaba encima de un escenario. Tras debutar colando un tema en la BSO de Wicker Park, parecía destinada al estrellato. Pero todo se torció y pasó una década perdida en sus fantasmas. Una vez superada esa etapa, ha editado dos discos muy por encima de la media. Antes de comenzar, The Mad Note Co., la promotora, pedía silencio desde la pantalla de la Boite. Algo difícil de conseguir y que suele depender tanto del músico como del público. Y, esta vez sí, se creó el ambiente propicio. Silencio, conexión con un público atento  y admirado ante el torrente de voz de la californiana. Sorprende,al verla cantar, que pasara años dudando de ella.

Tras una espera larga y la habitual presentación de Manolo Fernández aparece Jaime Wyatt. Vestida de manera totalmente tradicional, con un hermoso nudie suit, sombrero tejano y botas country, empieza fuerte. Wishing Well, tema que abre su último disco, en el que descubrimos su artesanía vocal en estado puro. Sin aparente esfuerzo, modula las melodías a su antojo en una canción muy Fleetwood Mac. Stone Hotel  es la primera referencia a su estancia en  prisión. Será una constante en los monólogos del recital. No suena a autocomplaciencia, parece más bien una manera de protegerse. Es real, se nota que escribe sobre su propia vida. Tal como lo hacía Merle Haggard, que se convirtió en una leyenda cuando el día de año nuevo del 58 Johnny Cash visitó la prisión donde cumplía condena. Jaime nos cuenta la historia antes de empezar Misery and Gin, la primera de las dos piezas de Haggard que sonarán en el recital. John Durrill, autor de la canción,  adaptó la letra para darle un enfoque femenino y realmente funciona. Puro outlaw, género en el que la Wyatt es alumna aventajada.

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Le sigue Giving back the best of me, canción de autosuperación que acaba por calentar a la audiencia de manera definitiva. El ambiente es propicio y coge confianza. Entre canción y canción, mientras afina la guitarra con tranquilidad, cuenta historias relacionadas con las canciones. Long Way Home le sirve para decirnos que somos un público mucho menos frío que el inglés y  en la presentación de Ain’t enough Whisky nos comenta divertida que no acabas de ser un verdadero intérprete country hasta que no le has cantado a la bebida por excelencia del género. Es, además, una de las novedades que suenan esta noche.

Vuelta a hablar de su experiencia carcelaria, de lo difícil que es encontrar trabajo cuando en tu expediente aparece que has estado encerrada (aunque hayan sido ocho meses escasos), de la ironía de conocer a América como la tierra de las “segundas oportunidades”, de tener prohibida la entrada en Canadá por ello. “Por lo menos puedo volver a España”,… Todo ello para introducir Branded Man, segundo momento Merle Haggard de la noche. “I paid the debt i owed them, but they’re still not satisfied,...” La eterna historia de la difícil rehabilitación, vivida en primera persona.

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Aprovecha también el espacio entre dos canciones para anunciarnos que estará en el Huercasa Country Festival de Riaza. Confirmados ya Steve Earle y Band of Heathens, la edición de este año promete y mucho. Tras By Your Side, otra novedad que aparecerá en su próximo trabajo,  llega el momento más emocionante de la noche: la interpretación de Thirteen. Jaime nos apabulla vocalmente poniéndonos la piel de gallina con el clásico de Big Star. Encara el final del recital con Your loving saves me, lo más parecido a una canción de amor que tiene en su repertorio. La última canción es Wasco, single de su nuevo trabajo, una historia acerca de su compañera de celda. Enamorada de un preso de Wasco, organizaban juntas la boda para entretenerse. Una vez fuera, perdió el contacto y nunca supo si la historia había habido llegado a buen puerto. El suyo sí ha sido, en principio, un buen final. Después de casi una década perdida en el infierno de la depresión y las drogas, la ya (aunque aparenta menos) treintañera parece haber encauzado su carrera de manera definitiva.  

El bis llega sin bajarse del escenario. Marijuana Man, tema que abría su primer disco, suena lleno de verdad y pureza. “Hey marijuana man, you’ve got a lot to lose now”.  Una muestra más de sinceridad y certeza interpretada con esa voz que maneja a su antojo con una naturalidad sorprendente. Una despedida que es un “see you soon” en toda regla; nos veremos (con banda) en verano. Sólo faltó una cosa: disfrutar en directo de la versión de Me and Bobby McGee que hizo en la prueba de sonido. Hubiera sido apoteósico.  

Fotos: Pedro Crespo y Javier Casamor.

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