The Strypes, las viejas rutinas funcionan si tienes actitud

Los Strypes fueron recibidos en Madrid con un ambiente de gala. En una noche llena de ofertas interesantes, y donde resultaba realmente difícil elegir a qué concierto dirigir nuestras botas, no creo que nadie se arrepintiera de su decisión de estar en la sala But. Inclemencias metereológicas nos impidieron llegar al concierto de Max Meser. Según nos dijeron, el artista hispano holandés dejó un buen sabor de boca en un buen concierto lleno de guiños al pop sixties. Además, con una buena entrada. Mientras, en el exterior, llamaba la atención la cola de padres rellenando autorizaciones para sus hijos menores. Sin duda, los Strypes son una banda más que ideal para meter a los chavales el gusanillo del rock and roll.

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Hambone Willie Newbern no es tan conocido como Robert Johnson, pero su vida también tiene aire de leyenda. Sobre todo, es conocido por ser el compositor de Rollin’ and Tumblin’, un estándar del blues. O, al menos, la primera persona en grabarlo. Poco podía imaginar que noventa años después una banda de jovencitos europeos abriría un concierto de rock con su canción. Y es que hablar de los Strypes es hablar de tradición, de la continuidad de nuestra música como algo vivo. Por eso, empezar así los conciertos de su gira europea se antoja toda una declaración de principios: nada de experimentos, it´s only R’N’R but I like it. Incluso el retraso -nada británico- de quince minutos es puro rock.

Pero todos tenemos nuestros errores, y el suyo, como han reconocido, fue un segundo disco modernillo. Aprovechan la euforia del comienzo del comienzo para quitar ese pequeño lastre con dos temas seguidos. Eighty-Four y Cruel Brunette, son reinterpretados de manera vitamínica ante la entusiasta respuesta del público. Por cierto, bastante menos joven de lo que intuíamos en el exterior de la sala, pero completamente entregado a los irlandeses. Tras unos primeros momentos, el sonido se ha afinado completamente y seguirá perfecto hasta el final. (I Need a Break From) Holidays, un pelotazo de new wave, llega a continuación. Un tema que nos reafirma en la creencia de que estamos frente a una banda importante. Black Shades Over Red Eyes deja paso a la primera visita al disco con el que estos jovencitos nos sorprendieron hace ya cinco años, cuando alguno de ellos no había visto una cuchilla de afeitar en su vida, Hometown Girls. Por fin saludan: un escueto Hola Madrid. Han venido a darnos música y no largos monólogos.

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Vuelven a sus nuevos tiempos, con Grin and Bear It, expresión inglesa que nos viene a decir algo así como que hay que aguantar los abusos poniendo buena cara. Muy apropiado para esta generación de millenials al que, en cierto modo, representan. Freckle and Burn, de su último Ep, es recibido con un poco más de frialdad, al no ser tan conocido por el público. Pero el sentido del espectáculo de estos muchachos hace que ningún momento del show sea rutinario. Sigue la fiesta con Easy Riding, Angel Eyes y Get Into It. No hay ni un segundo de respiro, destacando especialmente el bajista Pete O´Hanlon, inagotable. Las comparaciones con Dr. Feelgood no eran en vano, el sudor y la adrenalina lo invaden todo. La temperatura ambiente es elevada. Fans y Strypes lo están dando todo.

Encaran la recta final con dos de los mejores temas de su último disco, Behind Closed Doors y Great Expectations, que suenan a lo que son, clásicos atemporales de pop vitaminado. Ese que, en un mundo mejor, reinaría en las FMs de todo el planeta. Vuelta al rock acelerado. Mystery Man y What a Shame suenan como si fuera lo último que van a hacer estos chicos en su vida. Clase, velocidad y precisión, sabor a viejos vinilos. Como el que nos deja Still Gonna Drive You Home, tema publicado en un EP para el Record Store Day de 2014. Y es que, al final, todo encaja.

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Scumbag City cierra por todo lo alto dejando al público totalmente exhausto, convencidos, al menos el sector más joven,  de que han visto uno de los conciertos de sus vidas. No seré yo quien les quite esa ilusión, pues bandas como ésta son las que mantienen encendida la llama de nuestra música favorita. ¿Que no innovan? ¿Que sus referentes son evidentes? Pues no vamos a negarlo, ni siquiera ellos lo hacen. Por eso empiezan los bises  con Heart of the City. Eterno clásico de Nick Lowe, el rey del pub rock. Y todos sonreímos, ¿hay alguna canción mejor que esa?  Para el final, la inevitable Blue Collar Jane, el hit de su primer álbum, su Satisfaccion particular. Alargado con elegancia y muy coreado, como casi todo el repertorio.

El público no ha ido a ver el concierto: ha ido a cantarlo, a vivirlo,… Y vacian lo poco que les quedaba después de una noche intensa. Los artistas indies creen en la suerte, los rockeros de verdad creen en la causa y el efecto. Y estos chicos, saben causar un efecto. Con su imagen, con su música, con su actitud. Esperemos que el futuro les sonría, porque su futuro es, en cierta manera, el nuestro. Bien lo saben todos esos padres que llevaron a sus hijos para que el espíritu del rock empiece a fluir por sus venas.

Fotografías: Paula Rodriguez

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