Christina Rosenvinge, una apuesta a todo o nada que cobré veintiséis años más tarde

Cuando en 1992 compré “Que me parta un rayo”, el debut discográfico de Christina Rosenvinge, me quedé solo ante el peligro. Fueron muchas las voces que me tildaron de visionario al sostener que se trataba del primer capítulo de lo que iba a ser una interesante carrera en solitario tras el fin del dúo que formó con Álex de la Nuez. Desde entonces hasta el pasado 8 de marzo de 2018, en la barcelonesa Sala Apolo, ha llovido mucho y ha habido otras tantas Cristinas, todas ellas fascinantes y con una voz ante la que caí rendido antes de escucharla. Ella ha ido evolucionando con el tiempo manteniendo esa personalidad que ahora busca una nueva reencarnación en “Un hombre rubio” (2018), obra recién publicada y que fue desgranada ante sus fans.

Christina Rosenvinge Sala Apolo 2018

            Coincidiendo el concierto con el Día Internacional de la Mujer, no sólo se leyó un manifiesto a favor de esta causa, sino que la interpretación de “Berta multiplicada” -dedicada a Berta Cáceres, activista hondureña que fue asesinada por luchar por un mundo más justo-, tuvo más sentido que nunca. Sus notas traspasaron los corazones aupándose en un ritmo típicamente Pop que contrastó con la belleza de su letra. Sorprendente esa electrónica endurecida que dominó su discurso, una imposible mezcla entre Depeche Mode y Lou Reed, también patente en “La flor entre la vía”, canto a la libertad de escoger entre religiones o géneros. De hecho, en este álbum la artista realiza una lectura sobre los recuerdos de su difunto padre no exenta de una profunda reflexión sobre el papel del género en nuestra sociedad. En un acto de transgresora originalidad ha escrito las canciones desde el que podría haber sido el punto de vista de su progenitor, fallecido cuando ella sólo tenía veintiséis años.  

Christina Rosenvinge El Hombre Rubio 2018

            Se trata de una obra claramente hermanada con su predecesora, “Lo nuestro” (2015), también muy presente durante la noche y plagada de versos punzantes no aptos para pusilánimes. Áspera y dura fue “La tejedora”, inspirada en la estatua de una araña realizada por Louise Bourgeois y que volvió a hilar reflexiones alrededor de la cuestión del papel de hombres y mujeres en estos tiempos tan convulsos. Más cruda y sin concesiones fue “La muy puta” y no bajó el tono “Alguien tendrá la culpa”, que con ese ritmo étnico hizo que su estribillo fuera coreado por los presentes a voz en grito.

Christina Rosenvinge El Hombre Rubio 2018.

            Pero la madrileña de ascendencia danesa no vino sola, pues a su lado tres músicos la ayudaron a esculpir un sonido acorde con unas canciones que, a menudo, son más claras y directas de lo que parecen en una primera escucha. Antonio Díaz alternó bajo y teclados poniendo sobre la mesa su versatilidad mientras que a la batería Juan Diego Gosálvez cabalgó con soltura por los diferentes ritmos que requería cada instante. Especialmente difícil fue el papel de Manuel Cabezalí introduciendo sus punzantes guitarras para darle un impulso más rockero al conjunto. Todos ellos, impecables.

Christina Rosenvinge en la sala Apolo Barcelona

            Y, por encima de todo, ella, Cristina, capaz de despertar la más bella de las melancolías en ese difícil diálogo con sus orígenes en “Romance de la plata” y, más hermosa si cabe, en el recuerdo de una de sus primeras canciones: “Voy en un coche”. Pasado más de un cuarto de siglo desde que la escribiera, los que apostamos por ella en sus inicios nos cobramos nuestra recompensa escribiendo sobre su talento.   

Texto: Federico Navarro. Foto: Desi Estévez.

Escucha el nuevo disco de Christina Rosenvinge «Un Hombre Rubio» (2018)

 

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