Los Coronas, demasiado tarde para bajarse ahora

El pasado sábado 1o de marzo en la Sala Stereo no se veían camisetas rockeras. A una distancia inusual del escenario, tanto que Fernando Pardo tuvo que reclamar la necesaria y aconsejable cercanía, se agrupaban chicos bien peinados y silenciosos, con camisas cuidadosamente planchadas, algunas filas de ellas-bailan-solas-pero-juntas y otros especímenes más cercanos a la muchachada indie que al rock de guitarras.

No importó, porque Los Coronas tienen oficio y ganas y calentaron el ambiente con el primer riff, o sea en el minuto uno, y ya no se enfrió. Los madrileños salieron a escena cerca de la medianoche, con el retraso habitual de estas cosas, y se despidieron de un público enfervorizado más de hora y media después. Entre medio, servido con una impecable puesta en escena, demostraron que con un mismo esquema de viaje pueden llevarnos a muchos lugares distintos, todos ésos que aparecían en la pantalla de cine en la que no dejaron de proyectar imágenes.

Los Coronas, Alicante 2018 (3)

Ritmos tribales o galopadas por el Far West, la corte de Cleopatra, el interminable desierto, rumbas, arabescos o sones de guateque, lo que hiciera falta, todo iba surtiendo de referencias la sólida arquitectura sobre la que se sustenta su música, ese triángulo de acero que conforman Fernando Pardo con su guitarra infatigable, Javier Vacas posicionando su bajo en el centro del universo y Roberto Lozano “Loza”, rocoso tras la batería.

En las alas del escenario David Krahe era el dueño y señor del discurso que escuchábamos, dosificando uno tras otro los incontables riffs que salían de su guitarra, y Yevhen Riechkalov, que a veces era ruso y a veces ucraniano (en realidad era el alma tex-mex de este consorcio), adornaba con su trompeta esa música de fuego. Venían a presentar su disco doble, “Señales de humo”, y con él sus nuevas melodías marca de la casa, pero también a cruzar todas las fronteras posibles, y lo mismo te regalaban un bolero (ahí estuvo “Bésame mucho”) que recordaban a Marisol (“Corazón contento”), le daban un homenaje a Los Secretos (y a Kano y los Bulldogs, con “Sobre un vidrio mojado”) o llevaban a los Beatles a su terreno (“Day Tripper”).

Los Coronas, Alicante 2018 (11)

Muchas de esas cosas eran ajenas a los chicos que aplaudían a rabiar pero no parecían conocer ninguna de esas canciones, les quedaba lejos eso de ser como el sol de la mañana que entra por tu ventana y por mucho que Javier Vacas animaba a hacerlo no cantaban, porque no se las sabían, claro. Pero qué más da, era sábado y aquello era una fiesta, elegantemente coreografiada por cinco hombres vestidos con levis, camisas rojas bordadas y sombreros de vaquero, que llevan años subidos a las olas indomables del surf o a los caballos salvajes del Oeste americano, que siguen haciendo lo que les gusta por eso, porque les gusta, y también porque ya es demasiado tarde para bajarse ahora. Y que no lo hagan.

 

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