Ambiente de gala en el Teatro Calderón para recibir a Angel Olsen, sin duda una de las cantautoras más queridas en el panorama indie. Eso explicaba el lleno casi absoluto que había en el teatro madrileño, con un público joven y con alta densidad de personajes importantes en la escena alternativa nacional. Angel Olsen es una artista arriesgada, y nos lo demostró ampliamente al presentarse sola con su guitarra llevando bajo el brazo un repertorio que podemos definir, con total seguridad de difícil.
Empieza la velada con una agradable sorpresa en forma de cover: Since you broke my heart, de los Everly Brothers. Una canción que pasa como un suspiro y que da paso a la única visita a sus dos últimas grabaciones, con Sans, de su recopilatorio de rarezas Phases. Ni rastro de My Woman. En un momento dado del concierto se disculpará, diciendo que al ser un tour en solitario ha tenido que escoger el repertorio entre sus temas más acústicos. Pero la Olsen lleva el riesgo más lejos todavía, presentando varios temas nuevos a lo largo del concierto.
Risueña durante toda la noche, aprovecha las afinaciones entre canción y canción para hablarnos de la tristeza de su juventud (de la que extrajo muchas de las canciones de sus primeros discos), de la asquerosa paella que se ha comido a mediodía (la ensalada de tomate, aunque con exceso de perejil, estaba mucho mejor) o de su inseguridad con la guitarra (mi padre tocaba a Andrés Segovia y yo nunca podré, pero por otro lado él no sabía componer canciones). Además, intenta conversar con el público, complaciendo incluso la petición de uno de los asistentes al rescatar May as Well, a pesar de no estar segura de poderla recordar.
Es Burn Your Fine For no Witness el álbum protagonista en el Calderón, revisitando cinco de sus temas, siendo especialmente celebrado Unfucktheworld. Hasta cinco canciones de ese disco suenan a lo largo del concierto, cerrando el concierto después de apenas hora y cuarto con Windows. Para el bis, y después de recordarnos lo gracioso que le parece ahora cantar canciones tan tristes, se guarda White Fire, cantando el primer verso (“Everything is tragic”) en medio de una sonora carcajada, lo que confirma que Angel Olsen está disfrutando encima del escenario.
En resumen, una apuesta muy arriesgada que se salda con división de opiniones. No hay duda de que Angel no es precisamente una virtuosa de la guitarra y de que el repertorio no era el esperado. Sus grandes cualidades como compositora y su enorme voz son el contrapunto a la cierta monotonía de unas composiciones que ganan mucho con un mayor acompañamiento instrumental. Y, al salir del teatro, nos vamos con ganas de preguntar al selecto público congregado si estarían dispuestos a repetir una velada como la vivida.
Fotos y vídeo por Paula Rodríguez.
