Dani Nel.lo y sus compinches se presentaron en la sala Stereo una noche de viernes vestidos impecablemente con colores imposibles combinados según su propia ley, la ley de los “honkers”, esos saxofonistas salvajes que rompieron los esquemas de una sociedad deprimida y anestesiada en los Estados Unidos de la posguerra.
Nel.lo es barcelonés y Barcelona atesora una relación insobornable con el color, que se derrama por todas partes, en Gaudí y en Miró, en las Ramblas, y también en la música, frecuentemente dada al mestizaje. De todo eso, de cómo la música negocia con el color, Dani Nel.lo dio una lección magistral ante una audiencia con ganas de bailárselo todo.
Hubo un poco de locura controlada y un poco de descontrol medido, una sensación de estar en el lugar correcto y sin embargo desear que fuera otro tiempo, otro lugar, cualquiera de esos tugurios donde el ritmo reinaba y corría el bourbon. Flanqueado por dos guitarristas con swing, Dani Baraldés y Héctor Martín, que pusieron picante cada uno en un extremo de la tarima, Nel.lo se apoyó en el saxo barítono de Pere Miró para crear un incesante revuelo de notas coloristas, un ir y venir, subir y bajar, reventar salvajemente cualquier posibilidad de indiferencia ante lo que estaba sucediendo en el escenario.
Matías Míguez, al bajo, con un traje de raya de meter miedo, serio y abstraído, cerraba la formación atrás con Albert Sabater, percusión, y Anton Jarl, batería. Siete personas arriba y todos divirtiéndose, que es casi siempre garantía de que también el público haga lo propio, se enganche a esa fiesta. Dani Nel.lo, convocando a los saxofonistas salvajes, lo consiguió.
No importaba que al terminar fueran a relevarles Barrence Whitfield con otros salvajes, sus Savages: nadie quería que se fueran todavía. Hubo un bis o dos o tres, no sabría decirlo, porque los temas se encadenaban unos con otros, la música era un continuo, una celebración sin fin.
Fotos y vídeo por Juan J. Vicedo.