Crónica del concierto ofrecido por The Hooten Hallers en la Sala Fun House de Madrid el 31 de Mayo de 2018:
Nunca habíamos visto tanto barro, fango y paja en un escenario. La alegría de la huerta. “Esta noche no vamos a pegar ojo”, me advirtió al salir por la puerta la reportera gráfica más dicharachera de este lado del Manzanares. Y resultó una profecía, porque a la que suscribe le costó conciliar el sueño al llegar a casa más de la cuenta.
Cuando salimos de la Sala Fun House, tras más de dos horas de generoso concierto, más de una veintena de temas no sólo del álbum de 2017 “The Hooten Hallers”, sino de “Chillicothe Fireball” (2013) y “Greetings from welp city” (2012), me sentía magnética, enchufada, electrificada, en estado de ignición; es más, eché el ojo a mis cuartos traseros por si algún cable despistado colgaba de los mismos (y no es broma). No exagero al decir que es el concierto del 2018 del que he salido con más energía; una energía nuclear, desbordante, capaz de iluminar toda la ciudad. Y es que The Hooten Hallers son capaces de fundirle los plomos a cualquiera con quien se tropiecen en menos de un minuto.
La santísima trinidad está compuesta desde el inicio (2007) por John Randall (voz de múltiples registros, slide guitar y electric guitar), su buen amigo y cofundador Andy Rehm (batería, coros) y por la simpar Kellie Everett que se sumó en 2014 ( ¡¡¡un saxo barítono-bajo!!!! y coros). Sigo preguntándome cómo alguien se atreve a tener un grupo de blues rock con un saxo barítono…mujer, tenía que ser ella. Sigo preguntándome qué desayunan estos tres para mantener ese nivel de entrega desde el principio al fin del directo, mantener la sonrisa y devolver mucho más de lo que se les exige por contrato. Sigo preguntándome cómo es posible que tan sólo 3 músicos (entiéndase la ironía) logren organizar un fiestorro underground de semejante magnitud. ¡¡Si parecen 15!!….son una auténtica burrada.
En cualquier concierto, normalmente tardas unos minutos en sintonizar con los músicos, en entrar en calor y conexión con la banda. Con The Hooten Hallers esto no sucede. Desde los primeros acordes te zambullen en la marmita que hace “chup chup” a base del sonido sobre un madero que podría ser de un naúfrago, hecho slide guitar por la gracia del hombre, la voz cavernosa e infernal de John, los ritmos certeros de Andy y el contrapunto soulbluesero del saxo de Kellie.
Arrancaron con “Missouri Boy” y “Highway sound” para dejarnos muy claras cuáles son sus raíces y su reivindicación: Blues Rock blanco y sucio y una vieja lap steel Gretsch que John maneja acariciando enfermiza y compulsivamente, aunque resulte paradójico. Luego eleva el micro, se hace con la Gertscher electromatic guitar, Andy el batería aparta el sillín y se queda de pie tocando aun con más fuerza y tino si cabe. Un batería que se pasa parte del show de pie…¡acabáramos! Y los tres cantan, provocando una coral sobrecogedora en muchas ocasiones. Hay canciones que son auténticas joyas y un contraste dentro del, “a priori”, estilo que dicen tener: “Charla” es una de ellas, porque es un reggae-soul-blues increíble que denota la enorme cultura musical que tienen estos chicos. Hay otras gemas como “Grinding up the bones” que son una mezcla de estrofas funerarias de espectros y almas en pena y un estribillo angelical. Hay otras que debieron componer uno de esos días de gracia donde voz y saxo bailan juntos y crean la canción desde el instrumento, no desde el arreglo. Me refiero a “Knew You´d come around” donde góspel, soul y un blues delicioso se pasean de la mano. O te sorprenden con una pieza tan salvaje como Monkeyhead y su inicio de gemidos tan punk.
Los que deben estar muy orgullosos de estos hijos del campo, el asfalto y el blues rock son Robert Johnson, Mississippi John Hurt, Son House, Muddy Waters, Howlin’ Wolf, Sam Cooke, Simon and Garfunkel, Frank Zappa , Rory Gallagher, Nina Simone, el propio Tom Waits o hasta AC/DC. De todos ellos han bebido tragos … ¡hasta emborracharse y perder el sentido! Y se nota en la resaca abierta y explosiva de sus temas.
Podríamos extendernos más y más, y siento decir que nuestras letras nunca lograrían transmitir la energía de The Hooten Hallers a nuestros lectores. Y no saben cómo lo lamentamos porque el directo de este grupazo no se puede expresar con palabras. Es purita dinamita. Lo que sí podemos es invitarles a acudir a sus directos porque son celebraciones donde uno lo pasa en grande y una de las razones por las que siempre, siempre, siempre, merece la pena vivir la música en directo. La “lata” de las plataformas de música al uso nunca logrará hacerles justicia y siempre podrás decir aquello de “yo estuve allí viendo la que arman The Hooten Hallers”.
Texto por May. T. Fotos y vídeo por Ana Hortelano. Dibujo por Cayetana Álvarez: Las Fujiyama Singers.