Coque Malla muestra una faceta realmente «Irrepetible» en la Sala Barts de Barcelona

A mediados de los noventa, cuando los Ronaldos ya descendían poco a poco de su cumbre, alcanzada con los discos “Saca la lengua” (1988) y “Sabor salado” (1990), cerraba la barcelonesa discoteca Studio 54, evidente homenaje a su homónima neoyorquina. Hace ya años que renació como Sala Barts, en esa Avenida del Paralelo hermanada desde siempre con la farándula. Sus puertas se abrieron durante dos noches consecutivas –las del 17 y 18 de julio de 2018- para acoger a un Coque Malla que mira al pasado con muy poca nostalgia. De su antigua formación únicamente rescató dos temas que encendieron al público, “Guárdalo” y la popular “No puedo vivir sin ti”. Pero él había llegado allí para relatar su historia en primera persona, no para revivir glorias pasadas.

Coque Malla Barcelona Sala Barts 2018.

            De hecho, el reciente directo titulado Irrepetible (2018) centró gran parte de una velada en la que se coló alguna pieza del disco que cocinará próximamente en el estudio y que, a tenor de lo que nos adelantó, seguirá esa senda de deliciosas composiciones con la que nos tiene acostumbrados y en la que deberíamos fijarnos más. Porque temas como “Despierto” muestran no sólo madurez, sino verdadera destreza a la hora de escribir letras que llegan al corazón sin empalagar ni recurrir a lo fácil.

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Fue el amor, en todas sus vertientes, un tema dominante en la primera de sus dos actuaciones en la capital catalana, ciudad que le quiere y a la que él corresponde con “La carta”, esa misiva mitad recitada mitad cantada y que concluyó en un arrebato de psicodelia. La energía se dejó ver en esa concesión a la melancolía titulada “Hace tiempo”, una ranchera salvaje ideal para corear con los amigos en una taberna. Sublime.  

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            También mostró una buena sintonía con sus seguidores y con piezas que delatan su admiración por David Bowie. Como aquel astronauta que enamorado de “La mujer sin llave” -un homenaje a aquel Major Tom de “Space Oddity”-, no olvida que también pudo ser “El último hombre en la tierra” tras un desastre “Termonuclear”. Todas estas piezas desfilaron con un impecable sonido que mezcló –vieja receta de los Rolling Stones– la guitarra acústica con la eléctrica hasta llegar a aquel “Berlín” donde el inglés grabó tres álbumes maravillosos. Como fantásticos fueron los cuatro músicos que arroparon a un Malla tan cómodo sobre las tablas como con las seis cueras y dueño de una voz a la que supo hacer brillar. Gabriel Marijuán a la batería llevó sus baquetas al mismo ritmo que las líneas de bajo de Héctor Rojo mientras que los teclados de David Sánchez aportaron esos violines que daban “La señal” y Antonio Brunet era el cómplice perfecto con la otra guitarra.

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            Quizás me deje muchas cosas en el tintero, pero prefiero no explicar la película entera y sencillamente recomendaros asistir a un concierto de este artista, cuya envidiable cabellera sigue arraigada a su cabeza igual que el talento a su alma. En una palabra: irrepetible. 

Fotos por Desi Estévez.                                       

Coque Malla Barcelona Sala Barts 2018

 

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