Katy Perry Liverpool, 21/06/2018
Dicen que la curiosidad es el aspecto emocional que favorece el aprendizaje. Muchas cosas en la música me llaman la atención.
Estamos sin duda ante un nuevo mundo. Se intuyen muchos cambios en nuestro horizonte. A mí lo que más me interesa es la suprema abstracción que es la música. Yo no puedo vivir sin música de fondo. ¿Cómo evolucionará este arte tan multiforme y hacía dónde?
Primero la telonera Hailee Steinfeld Pidiendo a todos que pusiesen la linterna del móvil, cual mechero de antaño me indicaba este cambio a siglo XXI. ¿Y por qué conozco su canción “Starving”?
Una majestuosa imagen de una cornea animada que nos miraba a todos era una impactante visión. Nos observaba a las 11.000 personas expectantes por la salida de la artista. ¿Qué hago yo aquí? pensaba yo. Esa pantalla gigante detrás del escenario fue un lugar mágico toda la noche, lleno de videojuegos, seres fantásticos, planetas y canchas de baloncesto.
Es la nueva Madonna, Katy. Es la artista favorita de millones de niñas, adolescentes y jóvenes. Entre ellas mi hija.
Ya sabéis lo que yo hacia allí. Todas quieren parecerse a ella, y más las inglesas que no desaprovechan cualquier ocasión para disfrazarse con pelucas de colores, faldas de la selva a lo “Roar” y miles de diademas fluorescentes con orejas de gato.
La salida de la artista es fulgurante aterrizando literalmente en el escenario, tras una secuencia de 2 minutos impactantes de video.
Dados gigantes, marionetas aún más, Flamencos, zancos, un piano en el suelo a lo “Big” jugando con un tiburón humano, el show nada tiene que envidiar al puto Circo del Sol.
En a “I kissed a girl” se introdujo en unos labios gigantes en una imagen impactante, se cambia de atuendo continuamente al igual que su séquito de bailarines.
En un momento dado el escenario se convierte en un enorme jardín de rosas donde el tallo de una de estas lo usa junto con un adiestrado bailarín cual bailarina de striptease.
Después es sazonada con sal y pimienta en “Bon Appétit” y acaba siendo engullida en el último segundo de la canción por una planta carnívora al más puro estilo de “La tienda de los horrores”.
Son la virgen estos americanos.
Más performances increíbles e inverosímiles de bailarines, y entonces sale en la órbita de un planeta cual platillo volante y volando sobre nuestras cabezas, toda plateada con purpurina -peluca incluida-, entre miles de planetas que pendían del techo, la imagen fue acojonante.
Tras ello en lo alto de una plataforma, y con dos alas gigantes en sus espalda batiéndose de forma increíble. Se encogen y despliegan con un impacto visual sobrecogedor.
Ella corre de un lado a otro improvisando de forma adecuada con su público, siempre sonriente y entregada, el sonido no es malo, y es de agradecer en los tiempos que corren la presencia en todo momento de guitarra, bajo, teclado y batería.
Entonces todo se torna en una cancha gigante de basket. Sube a un cuarentón a participar de forma muy cómica de su show. Le roba su móvil. Y le regala selfies conjuntos incluidos en la grabación de toda su participación en el escenario.
Son 2 horas de show, inconmensurables, con papeles de colores, serpentinas, pelotas como ojos gigantes, y la pantalla siempre sorprendente.
Katy se va de forma espectacular engullida por una mano gigante.
¿Qué hacía yo allí?
