La mañana del domingo 28 de Octubre disfrutamos de una propuesta vital, energética y alegre que no queríamos dejar de contaros: “Jazz for Children” de Noa Lur, concierto donde se incluyeron los temas de su nuevo disco titulado también “Jazz for Children” y muchos más que hicieron las delicias de pequeños y mayores.
Sabemos que este espacio está dedicado a crónicas de conciertos de adultos; sin embargo, hemos decidido contaros lo que supuso el concierto del pasado domingo en el C.C. El Torito de Moratalaz, dentro del ciclo musical propuesto por Moratalaz Blues Factory. Y es que, por un lado, músicos, grupos y bandas podemos aprender mucho de una experiencia como esta para lograr la simbiosis con el público, el santo grial de la música en vivo. Y por otro, de igual modo que todos nosotros fuimos niños con marcada afición musical, los chavales que asistieron al concierto serán adultos algún día, y esperemos, melómanos que llenen sus vidas de música y también las salas de música en vivo. Esta crónica está dedicada a todos esos locos bajitos.
Hacia las 11,30 h ya estaban las entradas agotadas para acceder al auditorio del Centro Cultural El Torito de Moratalaz. Minutos después, 200 privilegiados ocupaban sus cómodas butacas. Madres, padres, abuelos y los más importantes, los protagonistas: niños expectantes con ojos abiertos como platos. Fuera se quedaron más de 50 personas y otras tantas personitas sin poder pasar; muchas no permanecieron en la cola de acceso, al comprobar que el aforo estaba completo.
Introdujo el espectáculo Pablo, el miembro más joven de la Moratalaz Blues Factory, once años, guitarrista y melómano desde la más tierna infancia, acompañado de Ramón del Sólo, alma pater de la Factory para introducir a la banda de Noa Lur. La banda está compuesta por las voces e interpretaciones de la propia Noa y de Jorge Fontecha, con Jorge Castañeda a los teclados y piano, Ricardo Alonso al contrabajo, David Fernández a la batería, Mauricio Gómez como saxo tenor y Tony Pereyra, guitarra y maestro de ceremonias (o dicho técnicamente, Director Musical). Hemos de decir que estos músicos son una banda en toda regla: en calidad, en sincronía, en jam desde el control sin aparente control (que para eso hay que tener un nivel técnico muy alto) y en interacción con el público; especialmente complejo cuando se trata de público tan exigente como el infantil. Noa Lur logra que permanezcan atentos, que se metan en las canciones, que interactúen con los músicos y que se diviertan todos (adultos incluidos). Y amigos, eso se llama hacer magia durante más de 90 minutos sin que haya un solo momento de bajón o de pérdida de intensidad.
Y ahora va lo que yo creo que vamos a desvelar como el secreto de Noa Lur porque esta banda ha encontrado la clave para convencer al público más exigente que existe sobre la faz de la tierra. Además del acierto en la elección y la interpretación de un repertorio estupendo con base de jazz, boogie, blues, swing o funky de canciones de dibujos animados, de películas (del Libro de la Selva, Gru, La Pantera Rosa, Aladino, Mario Bross) o de piezas originales ( Banana pone, En verano o Walk your talk); además del nivel de la banda, el atrezzo, la pedagogía musical ( hablarnos de Ella Fitzgerald, Cab Calloway o Phil Harris), la simpatía, el dinamismo, el baile, las cabriolas y el movimiento continuo de Noa y Jorge durante toda la actuación, hay algo clave que han manejado como nadie. Lo que llamamos el crescendo aplicado a un espectáculo. Nos explicamos para hacernos entender.
Podemos decir que hubo tres momentos durante el concierto delimitados por la expresividad de los niños allí presentes: el de la observación y escucha, el de la interacción y canto, y el del baile. El primero, sentados en las butacas o sobre las rodillas de sus padres. El segundo ya, deambulando más desinhibidos por entre los asientos o a pie de las escaleras. Y el tercero, en la improvisada `pista de baile que ellos mismos crearon como espacio espontáneo de auténtica expresión corporal.
Y ahora, redoble de tambores: como advertíamos, el secreto mejor guardado de Noa Lur es…..que quien decide el ritmo en crescendo del espectáculo, son los propios niños. Esa es una de las singularidades que ofrece Noa Lur: ¡¡ los directores de escena son los niños; todos ellos!! Son los niños los que marcan con naturalidad, con su extraordinaria espontaneidad y desparpajo, el ritmo vital del show. Exactamente en eso es donde reside la maestría de Noa Lur, en estar muy atentos a los niños, sus reacciones, sus movimientos y lograr la simbiosis a través de la participación en directo (invitaron al escenario a tocar un tema a un batería de 8 años llamado Alejandro Fernández) para pasar por esos tres momentos hasta atrapar al público y metérselo en el bolsillo. Y todo eso, lograrlo sin tener que llamar a la acción por parte de Noa o de Jorge. Lo que consiguen es que el asistente al concierto se meta en la partitura, entre los instrumentos, y que, aun sin conocer previamente a la banda (como era el caso), cante y baile sin necesidad de que los músicos le animen a ello. Lo que además es una cualidad intrínseca a ser niño: la espontaneidad en los gustos; el que, si les engancha algo, lo dan todo y disfrutan como el que más. Pero si no, se aburren y no desperdiciarán contigo ni un solo segundo porque armarán un buen follón hasta que sus padres se tengan que marchar de la sala entre apuros y prisas.
El manejo de ese crescendo por parte de la banda fue de una maestría poco común. Por eso, queremos animar a que muchas otras bandas lo pongan en práctica también para los adultos: permitir ir de menos a más. Permitir al público escuchar, observar, luego, cantar y sumarlo al posterior movimiento, baile o salto y expresar sus sensaciones de un modo natural, abierto y libre pero siempre conectando su repertorio a lo que están expresando los asistentes en sus rostros y en sus cuerpos. Hemos de decir que en este caso y para ser justos, el espacio diáfano delantero al escenario del auditorio ayudó y mucho a que todos los “locos bajitos” pudieran improvisar una pista de baile en primera línea junto a los músicos. Y eso fue la gota que colmó el vaso de la felicidad de niños y mayores al son de “Happy” de Pharrell Williams a modo de broche de oro del evento.
Así que ya podemos cantar alto y claro, al son de la banda Noa Lur, lo que hemos aprendido en este concierto, imitando a los niños protagonistas del concierto Jazz for Children: “Dubidú, quiero ser como tú, quiero cantar como tú, quiero bailar como tú, shubidubidubidubidu”.
Texto por Maria Tortosa y fotos por Ana Hortelano.