La crudeza del sueño eterno de aquellos que son víctimas, no sólo de la falta de poder ante el manejo del mundo, sino de una tergiversación aún mayor de aquellos principios contra natura establecidos en la sociedad, se halla plasmado en muchos de los rostros de los habitantes en todos los continentes del mundo. Lugares como aquellas tierras con las que topó un apátrida navegante en nombre de una Corona que convirtió parte de una península en terreno abonado del latrocinio político, cuyos habitantes casi recientemente arribados por la necesidad de huir de unos países que, no hay duda, celebraron su partida y, salvo los no menos eterna y felizmente engañados, muestran en sus rostros el fracaso del arribismo popular, siempre allí y en acullá, en manos de los mismos y el triunfo de la excentricidad sin fundamento social y cultural.
Facciones en las que se puede casi leer, no sólo la insufrible endogamia, sino la incomprensión aceptada y asumida por costumbrismo e incapacidad de causar un enfrentamiento que podría aislarlos de injustificables normas, posiciones y dictámenes tan banales e infantiles cual, “el balón es mío, tú no juegas”. Semblantes carentes de vida reflejo de la contrariedad continuada, hoy día representada por un empresario descendiente de inmigrantes, como casi todos en aquellas tierras, si bien en su caso centro europeos afiliados hasta la muerte al no menos siempre presente Clan del Círculo cuyos miembros quizá, más que infantiles, carentes de algún genoma que les lleva a ocultarse tras capirotes y hopalandas blancas.
Una amalgama de estulticia que, si bien, aún más en el sur, continúa dejando de lado a descendientes extraídos de ese otro sur de dónde, dicen, procede toda la especie humana, colmó a una no menos marcada en sus facciones mujer de extrema fortaleza y autodidacta, abandonando el inflexible ambiente cristiano fundamentalista de su Rochester natal, para asentarse en las norteñas tierras convertidas en honoríficas a un ya defenestrado rey Carlos. Y crear un proyecto de auténtica queja doctrinal, social y sexual que le ha llevado, entre otras locales e internacionales, a iniciar la gira de presentación de su último y segundo trabajo, “Years”, de la mano de “Producciones Acaraperro” por la áspera piel de toro el pasado día siete de noviembre en la Sala Rocksound de la siempre Layetana ciudad, “Sarah Shook & The Disarmers”.
Jack Daniel’s en mano, Sarah Shook, guitarra acústica y voz, arropada por su banda, The Disarmers, Eric Peterson a la guitarra solista, Aaron Oliva al bajo, Philip Sullivan al pedal Steel y Kevin M. MacClain a la batería, tras apurar varios cigarrillos a la entrada de Rocksound, mientras escribían a mano las cinco copias del setlist y tras distendidamente tomar algo en la barra ascendió al escenario, se colgó la guitarra, sonrío al público que superaba en poco la media entrada y, cual desliz, fue posible apreciar una expresión de inocencia sorprendente en sus duras y marcadas facciones antes de comenzar con el primero de los veinte temas de country y honky-tonk más o menos tradicional del repertorio para esa noche, “Good as Gold”. Aún cuando el tema es engañosamente alegre y su voz es aquí dulce y, como el resto, realmente sureña, ya comienza a percibirse esa ironía drástica de su mensaje que, en otros temas, estará apoyada por esa rabia que asoma desde más allá del alma y que asienta cada una de sus estrofas.
Como en “Lesson”, una autocrítica de aprendizaje que, a su público, todo el conocedor de su trabajo y su trayectoria, ya encandiló e hizo vibrar hasta mucho más allá del final del concierto donde, su sonrisa, increíblemente entera, no asemejaba rota, sino sincera, casi de colegiala recién coronada reina de la noche, mientras, Jack Daniel’s en mano, evidentemente, dejaría fotografiarse con sus seguidores, charlaría con ellos y se convertiría en una clienta más de la Sala Rocksound. Pero antes, “Parting Words”, descarnado como “Heal me”, siempre con el güisqui presente, “Fuck Up”, “No name” o “Sidelong” que, como el resto, no pasó precisamente de soslayo, uno a uno los temas iban sonando, Sarah no cejaba de interactuar con el público emocionada ante su primera ocasión, no sólo en la siempre ciudad Layetana, sino en el país vecino capitalizado por la antigua Villa de recreo monárquico.
Eric, con su curiosa barba y perilla tripartita se perdía en las seis cuerdas apostillando cada letra de cada tema siempre acompañado por el pedal Steel de Philip, igualmente con autoría y una gran presencia apoyados todos en la cadencia, aparentemente calma de Kevin con las baquetas y Aaron a las cuatro cuerdas. Creando una ambientación que teletransporta a la banda y al respetable a algún antro de ese sureste de la tierra de las oportunidades entre sombreros vaqueros, comedidos descendientes de sometidos recolectores de algodón, camisas de cuadros, largas melenas rubias sueltas o recogidas en dos trenzas, mascadores de tabaco y cervezas acompañadas de chupitos de güisqui.
Entre algún “¡Yoo-hoo!” y, desde luego, muchos aplausos y ovaciones, arribaron a “Solitary Confinement” y “The Nail”, finiquitando una noche donde la crudeza, narrada al rítmo de country, sin dejar de evidenciar la ralea de los precedentes y, desde luego, la estulticia de los incapacitados causantes de sufridos descubridores como Sarah, celebraron con una gran ovación de despedida una velada de disfrute musical, evasión rutinaria y conciencia social que es, en sí misma, “Sarah Shook & The Disarmers”. Muchísimas gracias a Producciones Acaraperro.
Texto por: yon raga kender [¿`+¡`_ ´)´¿ ¡¨,[
Fotos por Desi Estévez