Wolf Alice. Una actuación suprema entre gritos y susurros

El pasado viernes 2 de noviembre, la banda inglesa Wolf Alice estuvo sublime en el único concierto que ofreció en España, en el Teatro Barceló de Madrid. Con un aforo a rebosar y todo el papel vendido, la promotora Live Nation agotó las entradas a pocos días del evento.

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Con ésta es la tercera vez que nos visitan en menos de un año, en una sala más íntima, para poder estar cerca de sus fans, lo que fue un regalo sin duda. Resulta imposible clasificar a Wolf Alice en un solo género. Son una amalgama de ritmos que abarca desde la New Wave, el grunge y el punk, hasta el pop más funk o guitarras shoegaze, pasando por la electrónica krautrock, como dice el guitarrista de la banda Joff Oddie, «podemos hacer lo que queremos», ofreciéndonos un show desenfrenado y sin pausa.

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Comienzan pasadas las nueve y diez, con un público totalmente entregado. Contraluces y un fondo de niebla para la apertura y, entre luces azules y moradas, la guitarrista y vocalista Ellie Rowsell muestra una presencia enorme y carísmática vestida con un mono en color verde pastel y su Fender negra, el público no para de gritar tras entonar las primeras notas con Your Lovers Whore. Voces de atmósfera ensoñadora y ritmos melódicos, preparando al personal hacia un derroche de guitarras estridentes y angustia juvenil llena de ira, condensada en dos minutos de canción «Me aburres, me matas de aburrimiento, bueno, habla mal de mí, me importa un carajo…» grita Ellie con una actitud muy punk en You Foo y, el Teatro Barceló se rinde a sus pies. La montaña rusa vocal y musical de Wolf Alice acaba de empezar.

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Con You´re A Germ y St. Purple & Green, se va produciendo una simbiosis entre el público y la banda, que da paso a Don´t Delete the Kisses, con luces de bola de discoteca en blanco sobre el escenario y hacia el público, hipnóticas en su movimiento muy lento que bailan con los focos para encandilar a los presentes, con esa melodía etérea y hermosa, ofreciendo un momento mágico para relajarse y coger fuerza para seguir bailando con los punteos funk de la pegadiza, Beautifully Unconventional. Un momento estelar de Wolf Alice se produce cuando tocan Formidable Cool, melodías psicodélicas en las que el bajista Theo Ellies ¡un puro nervio desatado!, con la cabeza rapada y un traje que nos recuerda a los mods de los 80, se acerca a la catarsis junto al baterista Joel Amey y el guitarrista Joff Oddie mientras Rowsell, a pesar de haber habilitado un foso, se acerca a su público y se sube literalmente encima de él y en modo desafiante y, entonando mucho más fuerte que en la producción de la canción, grita al público el estribillo: «Believed in the chorus, Relieved in his touch, I hate when he chorused, Belive in us…» arrasan y nos dejan extasiados dando paso a la depresiva Planet Hunter, llena de tensión, para canalizar lo ocurrido hasta entonces.

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Lisbon, acaba con las guitarras de Ellie y Joff enmarañadas, contraluces en blanco y negro, luces estroboscópicas, con un ritmo apabullante donde Joel Amey golpea la bateria hasta un radical fundido a negro, para dar paso a los primeros acordes de Silk, volvemos a las luces azules y la niebla del principio. El público enloquece, comienza a dar palmas y, a cantar junto a Ellie «Solo busco a alguien que me proteja, Dios nunca llegó a tiempo…», llega la calma de nuevo, con 90 Mile Beach y Bros, una oda a la amistad desde la infancia, con una tierna apertura de guitarrra, hasta un ritmo crescendo insaciable e excitante, con aires melancólicos.

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Tan sólo queda media hora para el final del espectáculo. Sadboy suena iluminada en rojo y los aullidos de Rowsell y el comienzo energético de Space & Time, hacen botar al público. De forma espontánea, repiten el final de la canción, esta vez con Ángela, una niña de unos 10 años, presente entre el público a la que Ellie sube al escenario y con una guitarra de juguete, juntas tocan los últimos acordes de Space & Time de nuevo, ¡momentazo Rock Star!

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Vision Of A Life y Fluffly, antes de los bises, para los que no se hacen rogar mucho y vuelven con Blush con una elegante iluminación reflejada por la bola de discoteca que preside el Teatro Barceló, como si estuviéramos dentro de una galaxia, rodeados de estrellas blancas.

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Sobresalieron durante todo el concierto siempre bajo un prisma rebelde, fresco y apasionado, llenos de vida y con una complicidad entre todos los miembros de la banda que consagra Rowsell en Giant Peach, inspirada en un cuento de Roal Dha, con un crowd surfing, donde se lanza a la multitud como una diosa y navega por ella hasta volver al escenario, con los instrumentos tirados en el suelo, el torso desnudo de Theo Ellies y, sonando la grabación de una base, el grupo abandona el escenario con un ¡final colosal! Hasta siempre WA.

Texto por skuvus.

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Fotos y vídeos por Paula Rodríguez.

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