Hay artistas que tardamos mucho tiempo en descubrir. Si además parten pronto hacia las praderas eternas, nos invade un enorme sentimiento de culpa por habernos perdido tanto talento. Ése es el caso de Charles Bradley, un cantante de dimensiones colosales que merecería estar entre los gigantes del Funk y del Soul y que nos dejó el pasado 2017.
Este disco realizado a base de retazos y descartes de sus tres anteriores y únicos álbumes es una verdadera joya. Especialmente originales son sus versiones de “Heart Of Gold” de Neil Young y “Stay Away”, uno de los cortes menos conocidos de Nirvana, absolutamente atraídos a su terreno, transformados en preciosas y únicas relecturas. No es la primera vez que consigue una hazaña semejante, pues ya hizo lo propio con “Changes” de Black Sabbath.
De hecho, el título de esta obra póstuma proviene del apodo que recibía cuando actuaba emulando a James Brown, una de sus muchas influencias junto a Otis Redding y Sam Cooke, vamos, tres de las mejores huellas que se pueden seguir en esta vida y en las que vengan.
Su energía se percibe claramente en cada uno de los temas –particularmente superior en “(I Hope You Find) The Good Life”- y en la elegancia con la que le respalda la Menahan Street Band, habitual en todas sus grabaciones.
Un verdadero regalo para unos oídos que hubieran deseado que el cáncer no se llevara a un hombre que estaba destinado a escribir muchas más páginas de música maravillosa.