La Sala Caracol contempló el pasado 18 de Noviembre el paso del huracán Deer Tick. En cuestión de segundos con los de Providence sobre las tablas, Caracol pasó a convertirse en un templo. Un antes y un después del paso de una auténtica bestialidad musical en la capital. Sinceramente creo que ninguno de los que estábamos allí esperábamos tan magno nivel en la descarga de esa noche. Sabíamos que son muy buenos. Sabíamos que parte de la historia que se escribe en la Americana contemporánea estaba allí. Pero lo que hicieron esta bandaza no es de este planeta. Es uno de los tres mejores bolos del 2018, sin ningún lugar a dudas.
Venían a presentar un trabajo dividido en dos largos y de nombre homónimo: «Deer Tick Vol.1» y «Deer Tick Vol.2». Diferentes sonidos dentro de un mismo trabajo conceptual. Uno de ellos con melodías más suaves y acústicas y el otro más áspero, con mucha más pastillas y distorsiones.
Pero en ambos lados del mismo charco, mucha, mucha calidad. En su gira americana incluso realizaban diferentes conciertos en distintos garitos la misma ciudad para descargar set eléctricos y acústicos por separado. En la entrevista que les hicimos recientemente, su líder, John McCauley, nos contaba en exclusiva que en la gira europea eso no era posible, pero que tratarían de dar lo mejor de sí mismos para cubrir ambos sabores en el repertorio. Y vaya si lo hacen.
McCauley es uno de los ídolos de la redacción. Responsable en un 70% de todas las obras de Deer Tick y componente fundador junto con los grandes Matthew Logan Vasquez (Delta Spirit) y Taylor Goldsmith (Dawes) de una de las piezas referencia para entender la Americana. Esa superbanda llamada Middle Brother responsables de la loncha homónima que tantas alegrías nos ha dado. Al que escribe, en concreto, le ha sacado del hoyo en más de una ocasión. Una maravilla.
Son una banda muy muy humilde. En el escenario, además, no trabajan artificios. Un cartel dividido en dos que reza Deer y Tick por separado y poco más. Un cuarteto de bajo, batería y dos guitarras versátiles. Ian O’Neil junto con John se reparte las guitarras y ataca de manera magnífica cortes a la mandolina. De ese modo bordan en nuestros corazones la versión joya de la noche que es el clásico de los Pogues, «White City». Parece que la sangre irlandesa corre, casi verde, por las venas de sus componentes. La pieza suena a un trozo de la isla. Huele a valles y pequeños pueblos llenos de Pubs y puertos.
Los cuatro miembros de la banda se dejan la piel en cada tema y están perfectamente conjuntados, sonando a apisonadora. A pesar de que van sobrados, y se nota, no escatiman y nos regalan hasta la última gota de su alma en las interpretaciones. John no para de tirarse al suelo a destrozar las cuerdas de las guitarras, dejándose llevar por una adrenalina que le sale a borbotones por cada uno de sus poros. Da igual si el tema es lento o rápido. Todos y cada uno de ellos llevan impregnado el sello de la «nueva» música americana de raíces. La voz de John no es bonita, pero irónicamente es perfecta para lo que hacen. Ese tono desgarrado se pega a la melodía y conforman un guiso extremadamente placentero al paladar.
Nos han ofrecido, probablemente el mejor concierto del año y lo han hecho desnudos, desde el fondo de sus corazones y con unas ganas que no vemos muy a menudo en bandas de su envergadura. Nos han enseñado las tripas de la Americana. Unas tripas en las que han tenido mucho que ver porque desde ahí es dónde ellos mismos la han fabricado.
Escucha el nuevo disco de Deer Tick «Mayonnaise» (2019)
La humildad de John nos demuestra , compartiendo una de nuestras fotos (la que encabeza la crónica) y agradeciendo en Instagram, que es posible no estar endiosado siendo tan tan grande y eso, por desgracia, es noticia. Que vuelvan ya. Salud!