Guadalupe Plata presentó su nuevo disco, quinto álbum de estudio el pasado 30 de noviembre grabado en los estudios la Mina en Sevilla. Disco compuesto por doce quejíos grabados en esa corralera andaluza repleta de elementos para la grabación de barreños de cobre, bandurrias, violines, puertas viejas , botellas de anís, guitarras Harmony, y cajas acrolite dando como resultado un disco endemoniado y rabioso.
Apabullante y fantástico disco de Guadalupe Plata que suenan implacables, entre unos tambores fantasmagóricos de Calanda que redoblan sin interrupción, o poco menos, desde el mediodía del Viernes Santo hasta la misma hora del sábado, en conmemoración de las tinieblas que se extendieron sobre la tierra en el instante de la muerte de Cristo, de los terremotos, de las rocas desmoronadas y del velo del templo rasgado de arriba abajo. Ceremonia colectiva del disco impresionante, cargada de una extraña emoción.
La música de Guadalupe Plata en este nuevo disco es para oídos valientes y acostumbrados a que les sacudan los tímpanos con mierda cuajada de la calidad más pura, de esa que te fundirá el cerebro y de la que te provocará convulsiones intestinales de tanto bailar con música que es para escuchar con los ojos cerrados.
Los tambores y la Semana Santa como la cosa más maravillosa: el sufrimiento, la sangre, la historia del milagro y los tambores pudieran estar relacionadas en Buñuel. Serpientes, corrales, voces, palomas negras, dientes de plata y lobos aulladores son su testamento para espantar a esos demonios que intentaron robar los instrumentos de Pedro de Dios (guitarra y voz), Carlos Jimena (batería) y Paco Luis Martos (washtub bass y bajo), bajo un árbol en el pantano del Tranco con la ayuda de la Vírgen de Guadalupe, la Chuiquitilla de Gavellar.
Escucha el nuevo disco de Guadalupe Plata (2018)
El blues, el rocanrol y la psicodelia, algo de rumba de Guadalupe Plata, ya sabemos, es estridente, picante como el aceite de oliva Picual, descarnado, crudo, primitivo y lleno de energía, sus 4 álbumes anteriores suenan diabólicamente a todo eso, como en Chicago, 4 obras maestras, carga brutal de capas y más capas de sonido, es como cuando escuchas cualquier disco de R. L. Burnside o Son House, ellos dan la primera nota y luego la banda desaparece hasta que deja de sonar esa nota, porque se está cargando al máximo de boogie, swamp, grimy blues y choogling.
Las canciones para Guadalupe Plata, sobre todas las cosas, son instrumento de poesía, capaz en sus manos de generar unas imágenes, un orgasmo en las que podía latir al unísono la violencia bárbara e inocente de los orígenes, presente esos redobles de los tambor, y guitarras, y un sentido profundo de la piedad, liberando endorfinas cada dos o tres minutos minutos que dura cada canción.