Cuenta una vieja leyenda que su nombre viene de dos hechos….cuando unos músicos se dicen que son muy buenos, podemos afirmar que son Fetén; cuando una personas o un grupo son divertidos podemos afirmar que son unos tipos Fetén…aunque, claro, todo esto lo afirmaba una réplica de Ana Morgade, (porque todo el mundo sabe que Ana lleva gafas), y esta no la llevaba….así que dejaremos en suspenso su, atrevida historia, pero lo que sí podemos afirmar sin miedo a errar es que son muy buenos músicos y son muy divertidos, así que Fetén Fetén, es un nombre que le viene al pelo.
«Melodías de Ultramar» (2018) su último trabajo y que han presentado a lo grande en una abarrotada Sala Concha Velasco del Lava de Valladolid, es un viaje a través de las melodías del mundo, en estos tiempos donde se mira con recelo al exterior, donde se alzan muros para poner puertas al campo y donde la raza (la nuestra) es la elegida y el resto son prescindibles, temas como ‘Jota del wasabi’,’Fandangos y Txalupas’ o ‘Pasodoble del Magreb’, abren la mente y los oídos a sonidos que demuestran que todos somos unos, y que con nuestras diferencias, nos necesitamos unos a otros y que nadie, y sobre todo por motivos religiosos, culturales, sociales o patrióticos, es mejor que nadie.
De él cuentan que surge dado que «ha llegado el momento en que uno tiene que exponer nuevas canciones y poner sobre la mesa nuevas propuestas». A lo largo de todos estos años han acercado su música, esa música en apariencia fácil de consumir, pero que tiene una muy ardua elaboración, a Latinoamérica y a diferentes escenarios de Europa; en estos últimos escenarios afirman que esa «música se alimenta de la cultura europea, y eso les permite ser reconocidos y aceptados en este viejo continente».
En sus inicios su apuesta musical fluía entre géneros añejos como el fox-trot, el vals, el chotis y un extenso etcétera, pero en esta nueva aventura se han empapado de todos esos viajes que han realizado a lo largo de todo este tiempo, y su música ha tomado buena cuenta de ellos, reconocen en una entrevista que «tenía mucho sentido que, como cuarto disco, saliésemos en un barco y nos fuésemos un poco más allá»…y este barco ya ha zarpado y se une a los anteriores «Fetén Fetén» (2011), «Bailables» (2014) y «Cantables» (2016); al final lo que queda es que todo gira entre el folk y un tipo de música tradicional, pero siempre dándoles una nueva visión, o, por lo menos, vistiendolas con unos nuevos ropajes que la adaptan a estos inciertos años. En una reciente entrevista afirmaban sobre esto que: «tampoco queremos tener la etiqueta de rescatar la cultura tradicional o ponerla en valor, sino como forma de inspiración».
A lo largo de las diferentes presentaciones de este nuevo trabajo han contado con muchas y variadas colaboraciones; y el escenario de la magnífica Sala Concha Velasco no podía ser menos, sobre él y arropando a Diego Galaz, violín, violín trompeta, phonoviolín, serrucho, mandolina, percusiones y Jorge Arribas, acordeón, vibrandoneón, flauta travesera, metalófono y todo lo que pueda sonar, estuvieron Miguel Rodrigáñez Cámara al contrabajo; Javier Zarember Calequi a la guitarra, músico de Jorge Drexler; Pablo Martín Jones Johnston a la percusión; Jesús Hernández Cifuentes, voz; Alberto García al violín, integrantes ambos de los vallisoletanos Celtas Cortos; Jaime Lafuente, voz; el excelente percusionista venezolano Yonder Rodríguez y Adal Fernández del Castillo a las percusiones.
Texto y fotos por Jesús Díez.