10 años sin Antonio Vega

Tratar de resumir un artista irrepetible es una labor de chinos y a veces sólo la poesía hace justicia. Ponerse a dar datos biográficos o resaltar hitos con negrita con Antonio no sirve para nada; eso lo puedes hacer con los que no se dejan la piel, el corazón y la vida pero no con los que juegan en otra liga, más todavía si ya no están entre nosotros.

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Sin embargo, las descripciones comparativas con otros grandes, aunque a muchos les revienten, hacen lo desconocido atrayente para el resto, aquellos que nunca han sido atrapados por esos universos que necesitan señalización.

Antonio era un ser especial, con la actitud un poco huidiza de Alex Chiltón, la metafísica y el descuido de Nick Drake, la sensación galáctica y de despegue de la tierra de Jeff Buckley, la reflexión guitarrera de John Martyn y el nervio tenso de Graham Parker y su poderoso pub-rock.
Tengo que utilizar mitos anglosajones, casi todos q.e.p.d porque no veo a uno nacional comparable, además de que él mamó de esa cultura de discos ingleses y USA porque, a nivel musical, nació en el rock´and´roll.

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Antonio me atrapó desde que escuché con 16 años «Chica de Ayer», entonces la canción no era lo que es hoy, Nacha Pop era un grupo de élite, minoritario, muy de los nuevaoleros: los punkis fueran duros, blandos o pegamoides pasaban de semejante grupo, casi eran vistos como hoy Belle & Sebastian.

A mi me resultó su voz una llamada y lo que decía una declaración de amistad eterna.

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Luego en 1982 vi a los Nacha en directo en el flamante, por pocos años, Parque de Atracciones de Bilbao y aquello fue ver a mis Beatles en su momento Revolver, presentando una «pom» llamada «Buena Disposición», su segundo trabajo y uno de los mejores discos de pop-rock de todos los tiempos.

Y aquí estamos, en 2019, diez años sin Antonio pero hemos tenido la suerte de crecer con él y sus caminos infinitos.

La ultima vez que le vi venía con un trió, estaba rezagado atrás en la Sala Azkena, tocando como Gilmour con la pedalera y acabó cantando sólo un tema: daba igual, su presencia impresionaba, tenía mirada de plata por muy malito que estuviera. Su carrera, además, es muy curiosa, es una auténtica montaña rusa, no es lineal, es valiente, es una carretera con curvas como es la existencia. Cuando canta o toca Antonio te paraliza, no puedes estar a otra cosa. Magia y presión. Antonio me enseño que «a lo funcional o a la escuela emocional»

Texto por Joserra Rodrigo y fotos por Jesús Díez.

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