Joana Serrat, Into The Great Wide Open

La música se rige por sentimientos y emociones, no por ecuaciones o funciones matemáticas. Pero podemos afirmar que la carrera de Joana Serrat ha crecido de manera exponencial estos últimos años. Tímidas apariciones al principio, ganas de dar a conocer su obra, música y mensaje , y pasos de gigante desde la edición del sobresaliente “Dripping Springs” en 2017. Producido por el gran Israel Nash en su estudio de grabación de Texas, el álbum no es solo su gran obra de madurez, sino también la certeza de que, como tituló Van Morrison a uno de los mejores discos en directo de la historia, es demasiado tarde para parar ahora.

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Tenía curiosidad por ver su propuesta con la banda (los infalibles Great Canyoners) al completo, ya que en mis anteriores encuentros con Joana siempre se había presentado en cuarteto. Como ella misma me confesó al finalizar la actuación, al acompañarse de dos guitarras, bajo, batería y pedal puede encarar el concierto con un plus de intensidad y vehemencia.

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“Western cold wind”, la canción con la que abre el disco, también sirvió para comenzar un recital sin ningún altibajo, sin ningún momento superfluo: tres guitarras, una omnipresente steel evocadora de horizontes y paisajes y una decidida voz en eco nos dieron la pista del camino que seguirían Serrat y su grupo. “Saskatoon” , de su premonitorio anterior disco “Cross the verge” abrazó tonalidades más country, y en “Cloudy heart” viró con decisión a tonalidades más pop. “Shadows of time” es un buen ejemplo de la transmutación energética que experimentan algunas canciones en su traslación del disco al directo: los ecos de los Crazy Horse sobrevolaron desde el riff inicial a la sublime coda de la canción.

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“Solitary Road” es puro country tradicional, tanto por su sonoridad como por una letra en que el músico reflexiona sobre la dicotomía hogar/carretera. “Blake lake”, una de las piezas más contundentes, con las guitarras dominando todo el espectro sónico, fue el precedente de un pequeño interludio de tres temas donde Joana se quedó sola con su guitarra. Con la única ayuda de las seis cuerdas y la reverb llenó todos los espacios posibles, presentando en sociedad varios temas nuevos : intensos , emocionantes y de gran envergadura. Escritos algunos en las pausas de su gira británica acompañando al omnipresente Israel Nash, nos auguran una nueva entrega discográfica igual o más excitante que “Dripping springs”.

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Vuelve la banda para atacar “Walk in sin” con un gran duelo de guitarras y un abrupto final que te deja con ganas de más, “Come closer” acaricia el country rock más trotón, y “Yellow rider” , del ya lejano “Dear great canyon” de 2014 nos atrapa con un estribillo de esos que dejan huella. Difícil destacar entre un cancionero tan amplio y exquisito, pero “Trapped in the fog” es sin duda una de sus mejores canciones, una autentica pieza de orfebrería musical. Lo mismo podríamos decir de “Lost battles”, un poco más pop, con reconocibles armonías que nos recuerdan a referentes como Maria McKee y sus Lone Justice.

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Con la evocadora “Desert valley” cerró el recital antes de los bises, donde vuelve a salir sola con su guitarra para estremecernos con una desnuda “The garden” . Con la ayuda de los Great Canyoners flirtea con los Jayhawks en “Green grass” , y con la pegadiza “Unnamed” y su perfecto crescendo finalizó una actuación para enmarcar. Ni un paso en falso, canciones paridas con la voluntad de perdurar, una sugestiva voz y una amplia (amplísima) visión musical determinan la personalidad de una artista con un poder especial: transportarnos a sitios nuevos o conocidos, olores y sonidos por descubrir o resucitar, sueños vividos o por vivir.

Texto por Albert Barrios. Fotos por José Antonio Pérez.

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