Metallica, Worldwired Tour, 5/5/2019 Estadio Olímpico Lluís Companys, Barcelona.
Metallica no concede todo el sonido a sus teloneros.
El ambiente era sensacional. Simulada tranquilidad en apariencia tan sólo. Se notaban las ganas y los ánimos estaban caldeados, en contención, que empezó a mostrarse cuando los suecos Ghost aparecen en escena con esa teatralidad tras una estética de máscaras persas y un retablo cardenalicio que los hace peculiares.
Descargaron su rock metalero que suena a los mejores sonidos de los ochenta, aprovechando a la perfección telonear a los de San Francisco, y dejándonos su huella para siempre. Aunque Metallica no concede todo el sonido a sus teloneros.
Ese momento en los conciertos, cuando se apagan las luces, y está todo a punto de comenzar, me reconforta. Si uno pudiese elegir el instante de su muerte, quizá yo elegiría ese.
En ese espacio de tiempo de espera entre bandas, es cuando más se palpa el nerviosismo, las miradas cómplices, el último whatsapp de postureo o el selfie para alimentar el ego: «yo estoy aquí y tú no».
El constante movimiento de operarios y técnicos de sonido presagia la magnitud del espectáculo que va a comenzar.
Uno no sabe cómo mirar ese pedazo de escenario con cinco pantallas gigantescas que nos acompañará toda la noche con imágenes alusivas a cada uno de los temas.
Metallica es de todos, aquí son todos bienvenidos, son una leyenda como Messi. A este nivel no hay edades, ni nacionalidades, es universal.
Su directo es más robusto aún si cabe, y ese repertorio es invencible. Con el tiempo, además, se han hecho unos expertos en el trato con el público y se refuerzan en unos fastuosos efectos especiales.
Eso sí, el espacio VIP es ostentoso y criticable según el rasero con qué se mire. Metallica es un grupo que vive en el capitalismo. Domina como nadie el merchandising y todo lo que lo rodea.
Casi todos los presentes tenemos la entrada desde hace mucho tiempo.
La comunión entre la banda y el público es casi total.
Ese momento, en los conciertos, cuando se apagan las luces y está todo a punto de comenzar, me reconforta. Si uno pudiese elegir el instante de su muerte, quizá yo elegiría ese.
Allí con la atmósfera totalmente propicia cuando suena el «Ecstasy of gold» estamos yo y mi voz interior emocionados. Preparados para ese momento, somos felices y nos olvidamos de todo. La adrenalina corre por mis venas y la siento por dentro.
De repente, como un trueno inesperado, escuchamos los primeros compases y algo se sacude en mi interior.
Voy a pasarme las próximas semanas tarareando en mi cabeza: na ra ra na da da da na na da.
«Hardwire» es una nueva descarga de estos señores multimillonarios que tienen un directo encomiable.
«The Memory Remains» aunque está en uno de los discos de Metallica que nunca escucho -Reload- en directo alcanza otra cotas.
Voy a pasarme las próximas semanas tarareando en mi cabeza: na ra ra na da da da na na da.
Aquí su líder afirmaba «¡Barcelona, la familia está aquí hoy reunida!» (52.000 personas)
Metallica es de todos, aquí son todos bienvenidos, son una leyenda como Messi. A este nivel no hay edades, ni nacionalidades, es universal.
Kirk Hammet nos voltea y se luce con «Ride the Lightning»
Mi momento preferido fue “Master of Puppets» con un James Hetfield desaforado y deleitándose.
Cuando suena “The Unforgiven” me retrotraigo de forma fugaz a vivencias y situaciones pasadas.- A esa dimensión fabricada en mi memoria en la que creo recordar que todo era mejor de lo que realmente fue.
Sea como sea, al sonar la canción, las sensaciones son intensas y estremecedoras. Me sitúo frente aquello que fui y me ha permitido llegar a lo que hoy soy. Es un disparo directo al corazón.
Esa melodía suena tan cercana y certera en mi interior que provoca sentir esa dimensión traicionera del tiempo. ¡Joder! ha pasado toda una vida de forma tan fugaz.
No se me ocurre nada mejor, es la plenitud como sensación, justo por debajo del sexo.
Naufragando en el océano de mis propias dudas o fantasmas, saboreo ese momento, sintiéndome vulnerable y a la vez en éxtasis con los compases de la canción, los coros de los que me rodean y la percepción de grupo es sobrecogedora. Olvidándolo todo me dejo disfrutar, tararear interiormente y gozar sin pensar en nada.
No se me ocurre nada mejor, es la plenitud como sensación, justo por debajo del sexo.
«Moth into Flame» demuestra la renovación acertada de Metallica en ese último disco que, sin alcanzar sus cimas, nos dejó a casi todos contentos.
Después me permití cantar en «Sad But True»:
“I’m your dream, make you real
I’m your eyes when you must steal
I’m your pain when you can’t feel
Sad but true”
Esa odiosa manía de doblar las películas hace que mi inglés no sea suficiente para conocer todas las letras, pero este es de los estribillos grabados a fuego en mi subconsciente.
En cuanto a el tocar un tema del lugar, sólo decir que ha perdido frescura. Ya no es original y, encima aquí, se repitieron con la rumba catalana de Peret. Totalmente prescindible.
El presente es de todos y el futuro no es de nadie.
«Fade to black» es un regalo aunque mi momento preferido fue «Master of Puppets» con un James Hetfield desaforado y deleitándose.
Para entonces aparece una segunda batería y Lars Ulrich y toda la banda abandonan el escenario para situarse al final de la pasarela, provocando el frenesí de los allí presentes.
Llegó «For whom the bells tolls» ¿Por quién doblan las campanas? Que escribiría Hemingway sobre la guerra civil española y con ese bajo inconfundible del malogrado Cliff Burton, que será para siempre homenajeado.
La estampa de los militares en las pantallas sobrecoge. Antes ya lo hicieron los sonidos de guerra en «One». Y es que la guerra es una tragedia.
Allí, en el olímpico, me sentí en un lugar donde lo posible no conoce los límites de la realidad.
La comunión entre la banda y el público es casi total, y hay dos puntos en sus directos que son especialmente elogiables.
Uno, la utilización de las técnicas visuales que toda la tecnología digital nos ha regalado, así como el desarrollo de las cámaras en tiempo real que es lo más cercano a la retransmisión de un partido de fútbol que yo he visto en la música.
Dos, el continuo cambio de ubicación de los integrantes de la banda que es una continua sorpresa y dota al conjunto de frescura y versatilidad.
Otro de sus fuertes además de la edición de una cerveza o whiskey personal y un cuidado desarrollo del merchandising con la venta de los bootlegs de forma oficial, o la edición limitada y exclusiva de láminas tipo posters encargados a un artista para cada cita, al igual que hace también Pearl Jam, acercan la música a ese universo de frikismo y colección. Son maestros de agasajar a sus fans.
Nadie puede igualar los números de Metallica.
Además les honra su causa benéfica donando siempre una cantidad a una organización de la localidad donde se hace el concierto. Un euro por entrada vendida creo recordar, en Barcelona han donado 25.000 euros a Calor en la noche y otros 25.000 a Iguales en Acción. Dos organizaciones que trabajan para apoyar a la población sin hogar en sus comunidades.
Tiene mucho mérito un grupo de Trashmetal que aúne a tantos tipos diferentes de público. Sin duda están en lo alto del pódium de la música popular rodeados de muy pocos.
Nadie puede igualar sus números, en la cima estarían, creo yo, Los Rolling Stones y AC/DC junto a ellos. Sold out en sus dos visitas ibéricas.
Y sí, ya los sé, algunos ya eran heavies en 1983 cuando yo tenía tan solo 8 años, con su gesto hosco y talibán me dirán que ellos son más auténticos y que ya habían descubierto esto antes que yo, pero es que el presente es de todos y el futuro no es de nadie.
Ese directo de disfrute sencillo y placer inmediato.
Yo, al revés que ellos, me lleno de gozo compartiendo esa sensación y sintiendo la complicidad, como en las tertulias de pronóstico que tenemos, en estos días, los seguidores de Juego de Tronos.
Es una forma de sentir que suenan los violines en medio de un lunes anodino y disfrazar con un poquito de épica un martes monótono e insufrible.
La traca final llega con «Seek and Destroy», «Lords of Summer», «Nothing Else Matters» y «Enter Sandman» con los ya clásicos fuegos artificiales. Ya estamos exhaustos.
18 canciones después el momento de tregua finaliza. El reloj, veloz por la degustación, indica que mañana volverán las obligaciones. Paladeando el reciente recuerdo de ver esos cuatro mastodontes sobre el escenario, deambulamos en procesión, en unos instantes de calma hasta entrar completamente otra vez en la realidad.
Será el próximo largo preludio de ese vicio que tengo por sentir la felicidad de la música en vivo cuando llega a estas dimensiones en forma de mitos que me hacen sentir que todo tiene otro sentido.
Allí dejé mi pequeño universo musical que quizá sea lo que más me gusta de esta etérea vida, donde me siento feliz, acogido y en paz como en ningún otro sitio, y a donde no puedo dejar de añorar volver. Una y otra vez, una y otra vez…
Caigo en la cuenta de todo lo que me pierdo, y me hago el firme propósito de disfrutarlo. Desde ya. Como si fuese uno de esos planes de año nuevo.
Ya mañana, en el trabajo, lo habré olvidado. Pero siempre estará ahí. Ese directo de disfrute sencillo y placer inmediato, aunque ahora conlleve adquirir la entrada tras un proceso de antelación y precisión inusitada.
La felicidad no tiene precio amigos míos.
Será el próximo largo preludio de ese vicio que tengo por sentir la felicidad de la música en vivo cuando llega a estas dimensiones en forma de mitos que me hacen sentir que todo tiene otro sentido.
Allí, en el Olímpico, me sentí en un lugar donde lo posible no conoce los límites de la realidad. Ese bienestar inmediato me dotará un tiempo de fortaleza para afrontar mi rutina diaria.
Los odié cuando se enfrentaron a Napster. Me alucinó que mostrarán sus miserias en aquel documental.Pero hoy son mastodontes y han estado siempre en mi banda sonora. Criticar a Metallica te autodescalifica.
Y a los que os parece carísimo gastarse noventa euros en un concierto, ¿qué deciros?
La felicidad no tiene precio amigos míos. Y un espectáculo de esta dimensión te reconforta, te sirve de bálsamo, es la recarga de pilas imprescindible para mi vida diaria.
“Trust I seek and I find in you
Every day for us something new
Open mind for a different view
And nothing else matters”