Weyes Blood expande los sonidos de Laurel Canyon en su nuevo disco, «Titanic Rising»

Después de dos discos de notable alto, ya conocíamos lo que nos podía ofrecer Natalie Merings (Weyes Blood). Con la mirada puesta en los grandes tiempos de Laurel Canyon y el pop setentero desde siempre, era una de las voces más elegantes del momento. Pero ha sido ahora cuando ha conseguido llegar más allá y crear una obra enorme y atemporal: Titanic Rising.

Escucha el nuevo disco de Weyes Blood aquí:

Un punto importante para llegar a este lugar ha sido la cuidada producción. Jonathan Rado (del grupo Foxygen), ha dotado al sonido de ese groove barroco tan típicamente angelino, pero ampliando el sonido con un poco de electrónica utilizada de manera inteligente. Por supuesto, la muchacha sigue recordando en ocasiones a Laura Nyro, Carole King o Nilsson, pero Titanic Rising suena mucho más actual y personal. Muestra de ello es Movies, una de las piezas claves del disco.

Su voz, dotada de una belleza a la antigua usanza, domina el disco sin esfuerzo, en medio de capas de instrumentación elegante pero no tan sobrecargada como en otros discos contemporáneos (por ejemplo los de Father John Misty, al que teloneó en su visita a España de 2017). Nacida en Pennylvania, donde creció cantando música renacentista, dota a sus letras de una profunda temática americana, ya sea citando clásicos literarios como Flannery O’Connor (Wise Blood) o películas como Titanic (una película que le obsesiona desde la infancia). Pero no se queda en la nostalgia: el cambio climático y nuestra incapacidad tecnológica para conectarnos realmente también aparecen entre los surcos de este trabajo. Aunque, en el fondo, reconoce que la inspiración fundamental han sido “esas películas que han lavado el cerebro a las personas y sus ideas sobre el amor romántico”.

Definido por ella misma como un trabajo en el que “Enya meets Bob Seger”, encontramos más relación con el bueno de Bob (la vocación de contar historias claras y hermosas) que con la cantante new age (el sonido de Weyes Blood es mucho más vivo y brillante).  El disco acaba con un pequeño instrumental de un minuto, la última canción que, según la leyenda, tocó la orquesta del Titanic antes de hundirse definitivamente. No parece, sin embargo, que este disco vaya a correr el mismo destino que el famoso transatlántico. Su sonido seguirá navegando por mucho tiempo en nuestros reproductores…

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