Nunca me interesó el grunge. Tengo el «Nevermind» de Nirvana, porque había que tenerlo, pero apenas lo escucho. Como de Pearl Jam no había que tener ninguno, no tengo.
No conozco ninguna de sus canciones. Pero un día, años atrás, vi a Eddie Vedder cantar con los ojos cerrados «Masters of War» en el homenaje al Maestro. Me sobrecogió.
Cualquiera habría indagado en Pearl Jam a partir de ese momento revelador. Yo no. Algo me decía que no podía arriesgarme a romper la magia de ese encuentro fortuito.
Aquel 22 de junio, durante dos horas y media, Eddie Vedder me estremeció en Madrid. Y todas las canciones sonaban en mis oídos por primera vez: esa sensación inigualable de descubrir un mundo nuevo de canciones, como cuando siendo adolescente ponía en el plato un disco que hasta entonces nunca había escuchado.
Fotos y vídeo por Javier Naranjo.