Adiós a Robert Frank, adiós a una leyenda de la fotografía

Falleció Robert Frank este pasado lunes 9 de septiembre. Uno de los mejores fotógrafos americanos. El ‘beat’ que retrató la cara oscura del sueño americano. Fallecido a los 94 años, con su legendario fotolibro ‘Los americanos’ cambió las reglas del fotoperiodismo.

Defendió la fotografía como un arte mayor mostrando lo que los demás no querían ver. Compaginó fotografía con el cine y dirigió un puñado de películas, entre las que sobresale el polémico y prohibido documental ‘Cocksucker Blues’, en el que los Rolling Stones, de gira en 1972, aparecían consumiendo de drogas y practicando sexo en grupo. Fue la gira del tequila y la cocaína.

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Firmó también filmes experimentales como ‘Conversations in Vermont’ (1969) y ‘Life Dances On’ (1980). En 1996 recibió el Premio Internacional de la Fundación Hasselblad, considerado el Nobel de la fotografía. Y fue el fotógrafo de la portada del Exile of Main Street de los Stones, igualmente- A Tom Waits le fascinaban sus vínculos con Kerouac. Es autor de las fotos de Rain Dogs.

Ser extranjero e ir con una cámara fotografiando edificios públicos en el Estados Unidos del macartismo podía traer algunos inconvenientes. Robert Frank lo descubrió por las malas en el estado de Arkansas.

Lo notable del incidente es que esa obsesión reaccionaria contra presuntos comunistas y sentimientos “anti-americanos” no hizo más que incentivar la mirada crítica del fotógrafo suizo. Así, The Americans, el libro que estaba produciendo dejó de ser sólo un retrato de la norteamerica cotidiana para pasar a ser una mirada crítica de la sociedad que exploraba. Y, de paso, cambió la fotografía documental del siglo XX.

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Jack Kerouac -¡quién otro!- amó ese trabajo hecho en las carreteras de su país y lo llenó de elogios en un prólogo hermoso. “Tienes ojos”, escribió sobre Frank y debe ser uno de los halagos más sentidos para un fotógrafo de raza. Kerouac mismo lo filmó luego, en algún momento. Y hasta sus últimos días protagonizó documentales en torno a su obra, tan grande fue su influencia. En uno de ellos, Leaving home, coming home: a portrait of Robert Frank.

Frank destacó en los años cincuenta por su mirada documental y libros como Los americanos, que según Vicente Todolí, “presentó la fotografía como oficio, consiguiendo así que muchos artistas se iniciaran en ella”. Gestado entre 1955 y 1956, a modo de road movie, recoge las imágenes que Frank tomó en su recorrido por las carreteras de 48 estados norteamericanos, producto de una beca de la John Simon Guggenheim Foundation. El proyecto coincide con la incorporación del artista a la generación beat, tras entablar relación con Bill Brandt, Walker Evans (una de sus mayores influencias), el poeta Allen Ginsberg o el novelista Jack Kerouac, que firmaría el prólogo de la obra. Más de una década después, se enroló en la gira de los Rolling Stones. “Nunca he participado en nada igual”, reconocería. “He estado de viaje con mucha gente extraordinaria en otras ocasiones, pero la energía siempre iba de dentro afuera, mientras que esto excluye completamente el mundo exterior: no salir jamás, no saber nunca en qué ciudad estás… No conseguía acostumbrarme”.

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¿Qué hacía Robert Frank en medio del equipo de gira de los Stones? Rodar una película. Como dijo una vez Richards, toda la vida de la banda está documentada a base de filmaciones, y desde sus inicios fueron muy cuidadosos cuando se trataba de escoger a quien se pondría tras la cámara.

Y Frank se puso manos a la obra. Su método de trabajo fue el mismo que el de D.A. Pennebaker en la mítica Dont Look Back (1967): Rodarlo todo minimizando su presencia, como si la cámara no estuviera allí. La técnica Fly on the Wall: Ver y escuchar sin intervenir, pasando desapercibido. Y había mucho que rodar. Según las memorias de Richards, “el séquito que iba con nosotros, los operarios de montaje, técnicos, adláteres y groupies, había aumentado exponencialmente. Por primera vez viajábamos en nuestro propio avión privado con el logotipo de la lengua pintado en el fuselaje. Nos habíamos convertido en una nación pirata viajando a lo grande bajo nuestra propia bandera, con abogados, bufones, asistentes…” También un médico de gira que repartía tarjetas entre las chicas asistentes a los conciertos informando de su número de habitación en el hotel y poseía un maletín repleto de todo tipo de estimulantes a disposición de los músicos y su entorno. “Tenía todas las sustancias que te puedas imaginar, Demerol, lo que quisieras. Y podía recetar en todos los estados del país. Solíamos enviar tías a su habitación para buscar el maletín, o a veces la gente hacía cola, jeringuilla en mano, mientras él repartía”.

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Frank tenía acceso libre a todo lo que sucedía, y no soltaba la cámara ni un momento. La película resultante de organizar el material que filmó se inicia con un rótulo donde se advierte que, excepto las canciones en directo, todos los eventos narrados son ficticios y no representan personas reales. Pero el rótulo queda desmentido por las imágenes. Con textura de película casera, combinando el blanco y negro con el color, las tomas de actuaciones con el backstage, Cocksucker Blues ofrece una imagen de la gira de los Stones que corrobora punto por punto los testimonios escritos. Groupies desnudas en el avión, drogas por doquier, gente esnifando cocaína o inyectándose frente a la cámara, televisores volando desde el balcón del hotel, un tipo practicando sexo con una chica mientras el grupo le jalea… También grandes performances de la banda filmadas desde el escenario, como una sensacional interpretación de Satisfaction junto a Stevie Wonder (telonero en varias fechas de la gira). Greenfield lo explicaba perfectamente en su libro: “Solo la gente que escucha, y los propios Stones y sus músicos de apoyo, se da cuenta de la magia que se está creando. En cuanto al resto, o está preocupándose de la logística o intentando encontrar la manera de echar un polvo”.

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Cuando Jagger vio la película, le dijo a Frank: “Es una jodida buena película, Robert, pero si se exhibe en América nunca más nos permitirán entrar en el país”. Así que la banda interpuso una demanda para impedir su estreno y la cinta se convirtió en el título maldito de su filmografía, aunque puede encontrarse en YouTube. La experiencia de Cocksucker blues cambió algunos hábitos en el entorno del grupo. A partir de entonces, por ejemplo, toda persona contratada para trabajar con ellos tuvo que firmar contratos de confidencialidad. Para no dejar los cines huérfanos de material, en 1974 llegó a las pantallas la versión oficial de la gira americana de 1972, una convencional película titulada Ladies And Gentlemen: The Rolling Stones, que firmó el desconocido Rollin Binzer, un director sin experiencia. Una versión políticamente correcta y apta para todos los públicos que daba por terminada la asociación de la banda con grandes cineastas. La única excepción posterior sería Martin Scorsese, responsable de la descafeinada Shine a Light (2008). Curiosamente, la de Binzer es la primera de sus películas que se cita en la web oficial del grupo, como si todas las anteriores no hubieran existido nunca. La mirada directa y sin filtros de Frank fue el último resquicio de libertad cinematográfica en una trayectoria que después se ha movido siempre por cauces demasiado convencionales. DEP.

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