Comenzamos la temporada madrileña con el grandioso concierto del neoyorquino, de adopción, Steve Gunn el pasado 3 de Septiembre en la Sala 0 de la mano de Son Estrella Galicia. Un garito que se ha subido al carro de la música de raíces americana y que viene albergando alguno de los bolos que tanto nos gustan en los últimos tiempos. Tantas ganas de Gunn teníamos que lejos quedaba ya aquel 1 de Junio del 2016 cuando nos visitó por última vez.
El último disco de Steve es una producción impecable. Está entre los primeros puestos en todas las listas de discos americanos del año. Y en este caso, más que un producto de la mercadotecnia, se trata de un hecho muy merecido. Una obra mucho más contenida de lo que ofrece en directo. Su trallazo sobre el escenario es un gancho que no ves venir, si lo que esperas es el disco. Es una puesta en escena descomunal y desatada que te lleva más a los primeros Sonic Youth que a la obra de Ryley Walker con el que podríamos asemejar más a Gunn en primera instancia.
Steve lleva desde finales de la década pasada demandándose como virtuoso de la guitarra con una serie de lanzamientos que no han hecho más que confirmar su valía entre el rock hipnótico y el folk norteamericano, denso, oscuro y profundo. Música la de Steve Gunn reflejada en sus valores más vanguardistas, pero al mismo tiempo, teniendo ese respeto al Folk tradicional. Esencia que ha definido el rumbo, de la música americana, desde los días más oscuros de la depresión, hasta que músicos como, Joan Baez, o Bob Dylan la re-definieron a principios de la década de los sesenta.
Pero todo eso sobre el escenario de su directo se de-construye en bestialidad, temas que empiezan con arpegio acústico suave y que sin perder su melosidad se transforman en distorsiones más propias de una Fender Jaguar «Kubainiana». Una gozada en la que Steve termina dibujando un paisaje más similar a Syd Barret que a Damien Jurado, acercándonos a un Pink Floyd llevado a la Américana. Resulta, que ese chico triste y solitario encierra una bestia dentro.
Viajando entre amalgamas psicodélicas nos plantea un concierto en el que por momentos nos recuerda también a su producido Kurt Vile, al que ya ha acompañado de cerca con su banda The Violators. Todo ello mientras pinta palabras adornadas con influencias hasta de Dinosaur Jr.
A veces delicado y otras animal. Ensimismado en el lenguaje de la anti-empatía, perdido en su aparente ausencia. Las sucesiones de disonancias y el preciosismo de acordes que no te esperas juntas son, definitivamente, su AS en la manga. Quién lo diría escuchando la delicadeza de su última loncha, «The Unseen In Between»
El de Pennsylvania viene acunado por una banda más que solvente, las guitarras estridentes a lo Wilco y los acoples infinitos hicieron las delicias de un público que vio como Steve restregaba su guitarra contra la lona del techo de la sala como si de una experiencia punk se tratara. Todo esto anticipa con nota el periplo otoñal de bolos en la capital y se marca el primer KO de lo que se nos viene. Salud!
Texto y Fotos: Javier Naranjo
Fotos y Vídeo: Ana Hortelano