Frank Lee ha publicado su segundo álbum de estudio llamado «Stillwater». Maravilloso disco que da nombre a su ciudad natal en Minnesota.
Tras su excelente debut en 2015 con aquel irrepetible «American Dreamer», tras multitud y viajes recorriendo Estados Unidos en el que con ecos a Ryan Adams o Dylan, nos entregaba una maravillosa entrega de 10 canciones lacónicas de narcolepsia, tras haber conocido el significado de canciones de Roky Erikson o Merle Haggard en sus viajes.
«Stillwater» se grabó principalmente en directo en una antigua granja de Lee, en una pequeña cabaña de madera. El disco compuesto por 9 temas respira calidez, simplicidad, ofreciendo una sensación de indolencia que lo lleva de viaje a un lugar que no ha sido tocado por las manos del tiempo. El tempo es lento y la música es sutil.
El disco está lejos de ser minimalista, como he leído por ahí. Esto se debe en gran parte a la riqueza y el detalle en la instrumentación que sirve para dar variedad a un registro en su mayoría de medio tiempo. El piano da color a muchas canciones proporcionando un telón de fondo, y una cantidad saludable de guitarra de acero esparcida por todo el álbum para agregar un sabor más country a lo que de otro modo sería folk. Y entonces una flauta sale de la nada en «Speakeasy», para hacer de este disco uno de los momentos más interesantes del todo.
Tras esa Americana bien bruñida en todo el disco de Frankie Lee, el norteamericano esconde desasosiego y rabia en sus canciones, otra victima más del sueño americano, pero radical y salvaje llevada con fragilidad para llevarla por esos nuevos y largos caminos que le esperan con su nuevo álbum. Este es un álbum para aquellos que aprecian los momentos más tranquilos e introspectivos.
