Adiós a Sleepy LaBeef, héroe del culto del Rockabilly

Falleció hoy Sleepy LaBeef a los 84 años. Uno de los grandes desconocidos y segundones que ayudaron a cimentar y engrandecer el rockabilly. Otro incomprendido por las grandes discográficas y grandes medios de comunicación. Un hombre que arrancaba el techo de cualquier garito nada más comenzar sus conciertos.

Un verdadero rockabilly estadounidense sin filtrar, un rock and roller del más alto orden. Cuando se puede escuchar la influencia de la música country, gospel sureño o blues negro en el rock ‘n’ roll de alguien, eso significa que están tocando el rock puro ‘n’ roll salvaje y peligroso desde que comenzara su carrera a mediados de la década de los 50.

Aunque LeBeef nunca estuvo en lo alto de una lista de singles por encima de los 60, su leyenda se alzaba casi tan grande como su estatura, único vínculo activo para el renacimiento del rockabilly y sonidos salvajes en los 80 con aquella nueva generación de músicos y bandas.

Otro trabajador incansable, en el que todos estábamos de acuerdo en que sus conciertos eran únicos, brutales, recorriendo bares, festivales y garitos de mala muerte a lo largo del planeta durante décadas. Más de trescientos conciertos al año y en la carretera para ganarse el pan. Adiós al único músico que he visto tocar un popurrí de tres horas durante un concierto a comienzos de la década del 2000 en un mugriento bar de Lodi,  junto a una banda de ensueño con el gran Kenny Vaughan, escolta de Marty Stuart y Dave Pomeroy, si aquella maravillosa canción de los Creedence dedicada a esa ciudad al final de la bahía de San Francisco, entre Sacramento y Stockton, «just about a year ago, I set out on the road».

Sleepy podía comenzar con un popurrí de Merle Haggard, un blues de Jimmy Reed, un llanto country o un surf instrumental en un clásico de bluegrass, todo hecho a un ritmo vertiginoso. Se le llegó a conocer como «The Human Jukebox» por esa habilidad de conocer todas esas canciones jamás escritas, e interpretadas durante tres o cuatro horas seguidas, sin pausas, con una banda de corto o largo plazo con componentes que se aferraban a su vida cada noche, a menudo sin saber las canciones mientras Sleepy las atravesaba como una mula que salvaba las duras y rocosas tierras agrícolas de Arkansas, su estado natal. ¿Quien no recuerda de niño anonadado frente al televisor de casa viendo a Sleepy tocando sus canciones en Aplauso o Tocata de la mano de José Antonio Abellán, Nacho Dogan, José Luis Fradejas y Silvia Tortosa como presentadores?

A finales de los 50 cuando el rockabilly parecía perdido sin remisión, gente como Sleepy LaBeef siguieron en ello, al margen de modas, tomando la música como un trabajo diario y permaneciendo fieles a sus orígenes dio lugar a que en el transcurso del tiempo, dos épocas después y, sobre todo, en Inglaterra, que apareciera una buena porción de grupos que se dedicaran al género, donde Johnny Burnette, Carl Perkins, Buddy Holly, Roy Orbison o Elvis Presley lo habían dejado. Descansa en paz y gracias Sleepy, boogie!

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