Big Thief: intensidad, riesgo y canciones

Big Thief de gira: expectación máxima, entradas vendidas desde hace meses. Nadie se quiere perder a la gran banda indie rock del momento, tras editar dos discos en 2019 que acabaron en lo alto de todas las listas. Ambiente de gala en la Joy Eslava para ver una de esas bandas dotadas de una genialidad peculiar. Las noticias que nos llegaban del concierto de Lisboa hablaban de un show complicado. Bajones, varias canciones nuevas, enfados de Adrianne… ¿Qué nos depararía la velada madrileña?

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El bajista, Max Oleartchik, dijo el pasado mayo en L.A. Times que «nos hemos fundido el uno con el otro». Los miembros de Big Thief han vivido y respirado juntos durante años. La banda habla de su proceso de escritura con reverencia: las canciones son más recibidas que escritas. Combinan trabajo duro con intuición y progresan en medio de una comunidad reducida. A pesar de los cambios de sonido, repiten el mismo productor en sus cuatro discos.  Esto se nota en el recital. Son músicos que se intuyen y avanzan guiados por el instinto. A veces, acaban naufragando, pero normalmente llegan a buen puerto. Eso es parte de la búsqueda y de la emoción de sus conciertos. Y algo que, desafortunadamente, es cada vez más raro de ver.

Adrianne, en su adolescencia, grabó un disco de country comercial en Nashville. Su padre puso todos sus ahorros en él, pero ella abandonó el proyecto. Decidió vivir la música como emoción y no como producto. Eso es algo que se comprende perfectamente en sus conciertos, siempre abiertos a la improvisación y la sorpresa, también al error.

Eso sí, en todo momento está claro que la líder de la banda es ella: todo gira a su alrededor. Buck Meek, el otro guitarrista, en ningún momento toma el protagonismo de las canciones. Dotado de un enorme catálogo de pedales, no pasa de adornar y matizar las canciones que toca la jefa. Cuando acompaña a Adrianne, su voz apenas se escucha. Pero está a gusto con su rol, y pasará el concierto en una eterna sonrisa, salvo cuando el sonido le juega una mala pasada y mira a Lenker pidiendo perdón. Enorme el trabajo de James Krivchenia a la batería, su aportación a la banda es fundamental. Max Oleartchik, sin embargo, se mantendrá en segundo plano durante toda la noche

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Todo comienza con dos canciones nuevas, Two Rivers y Time Escaping. Adrianne consigue, con un simple rasgueo de la guitarra y esa voz bien dibujada de fragilidad, silenciar al entusiasta público congregado en la sala. Rara vez se ven esos riesgos en el repertorio de una banda en nuestros días. Rodar canciones en directo es algo más propio de otras épocas, en la era de las redes sociales parece fuera de lugar. Hay algo de la Velvet Underground más luminosa en las nuevas canciones, que no creo tarden en grabar.

A partir de aquí, llega la parte eléctrica del concierto donde dan un repaso a lo más granado de su repertorio. Empiezan con From, del valioso disco en solitario de Adrianne. Pero es con Shark Smile, hija bastarda de Nebraska de Springsteen, cuando encienden a la audiencia de manera definitiva. Two Hands es un álbum político en su raíz; Sus canciones urgentes y vivas. Cuando Lenker reconoce la violencia doméstica en Shoulders, cantando «y la sangre del hombre que mató a nuestra madre con sus manos está en mi, en mis venas» la sentimos vulnerable. Y nos sentimos vulnerables con ella.

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Not llega demasiado pronto, Esa acumulación de negaciones que se convierte en una especie de afirmación entusiasta. Lenker, cantando con los dientes apretados, hace que todo se sobredimensiona: la mano que está sanando, la tumba sin nombre, la muerte, la risa, la mentira…. Su crescendo de intensidad hace que no quieras que acabe nunca, pero esta noche queda demasiado corto. Una de las canciones de la década que acabamos de dejar. 

Paul, esa hermosa canción sobre la lucha entre la cabeza y el corazón, nos hace pensar en cómo hubiera sonado en la garganta de Sinatra. Momento crooner, pasado por el filtro Big Thief. Contact suena suave pero perseguida por una tensión progresiva. Es una balada acústica que cae poco a poco en los paisajes eléctricos de Crazy Horse. En sus conciertos, el final suena como si soltáramos a una monstruosa bestia preparada para destruir nuestros oídos. Ese riff climático es puro rock clásico. Ser testigo de su desgarro fue uno de mis momentos favoritos de la noche. 

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El ritmo saltón e hipnótico de Cattails, con su discurso contemplativo, es uno de los momentos más celebrados por el público, junto a Masterpiece. El tema que dio título a su disco de debut suena eléctrico y con filo. Reflejando la personalidad de una banda que fue diferente desde el primer día. Entre medio, un diálogo entre los miembros de la banda que pretende ser divertido, pero no sé hasta qué punto consigue su propósito. Forgotten Eyes, uno de sus mejores temas, cierra la parte eléctrica en todo lo alto.

A partir de ahí, vuelven a experimentar con nuevos temas. Someone, que es interrumpida dos veces (en el setlist aparece como Someone 2, ¿se llama “Someone to” o las interrupciones son parte del espectáculo?). Un pequeño bajón de intensidad que compensan ampliamente con una gran interpretación de Zombie Girl: Adrianne Lenker en toda su grandeza, sola con su guitarra, creando magia. El concierto finaliza con Real Love y una Mary que suena a clásico. Y, tras apenas hora y cuarto, el público espera un poco más. No lo habrá: ya hace unos meses difundieron en redes que hacer bises no es lo suyo.

«Lo siento si molesta a la gente cuando no hacemos bises o no tocamos mucho tiempo, pero cada noche tocamos un setlist diferente, tocando todas las canciones que están en nuestro corazón ese día. Si quieres venir y si estás disfrutando de la experiencia y si puede haber algún tipo de intercambio genuino, hagámoslo. Pero definitivamente no somos monos, y nunca haremos cosas solo para cumplir con las expectativas del público». Adrianne Lenker.

Siempre están los que piensen que Big Thief puede ser el hype de cada año, pero tras verlos en directo superan las expectativas. Podrían desaparecer después de esta gira y convertirse en un grupo de culto. Podrían continuar indefinidamente y convertirse en algo como Wilco. Pero, hoy por hoy, pocos pueden presumir de ser tan prolíficos y mantener un alto nivel en cada una de sus grabaciones. Apostamos porque su próxima gira será en recintos más grandes, para fortuna de la banda y fastidio de sus fans más fieles. Haya sido 2019 su mejor momento o simplemente parte del despegue, su nombre ya se ha hecho un hueco en la historia.

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Abrieron la noche la banda parisina Pays P. Una banda desconocida (es increiblemente complicado, incluso, seguir su rastro en las redes). Y, sinceramente, su actuación fue sorprendente. Los hermanos Valero crearon con su guitarra y batería unas interesantes atmosferas sobre las que Laura Boullic cantaba, gritaba y creaba efectos sonoros en canciones llenas de crescendos emocionales. Mucho riesgo y exploración, que consiguen llegar a buen puerto en unas canciones llenas de matices. La escena alternativa francesa es un semillero de grandes bandas que nunca acaban de conocerse por aquí. Pays P. aprovecharon la oportunidad de telonear a Big Thief en Portugal, España y Francia. A partir de ahora, el futuro es suyo.

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Fotos y videos: Ana Hortelano

 

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