Robert Jon & The Wreck, publicaron el pasado mes de mayo «Last Light on the Higway». Octavo trabajo del quinteto californiano procedente de Orange County, al sur de la ciudad de Los Angeles.
Más de lo mismo en este disco por parte de Robert Jon and The Wreck que siguen con ese piloto automático, pero con la diferencia de que la banda dulcifica su sonido y giro que han tomado para pillar cacho del mainstream. Todo muy respetable como el intentar ganar más dinero, ni más ni menos. Canciones como «Oh Miss Carolina», «Tired of drinking alone» o «Do you remember» se hacen como churros. En Nashville pones una moneda y salen 500 canciones como esas en tres segundos. Y comparar a esta banda con Lynyrd Skynyrd o Allman Brothers es una auténtica elegía. De hecho, el conjunto de canciones descansan en texturas del pop y rock.
Llevamos un tiempo diciéndolo con esta banda y otras como la desaparecida Delta Saints en esa dicotomía a la que se enfrentan ,es clara: ¿seguir reinando en los circuitos secundarios, ganando adeptos año tras año, con ese irresistible melting pot que es la música de raíces americana, o aspirar a más?
Se repiten los recursos conocidos con ese empacho guitarrero, que a la hora de afilar el aire, lo hace convivir con otros ritmos como al forzado R&B, Soul o a veces el progresivo dentro de un mainstream bien etiquetado. Quizás hace falta más clima y menos regodeo guitarrero y protagonismo vocal en cada canción.
Tras unos primeros dubitativos pasos, la banda se ha postulado para acceder al trono que ya ocupan coetáneos como Blackberry Smoke, pero el precio a pagar ha sido demasiado alto. Cambios en la formación, una (excesiva) dulcificación del sonido y una errática elección de repertorio, versiones y tempo del concierto los sitúan en tierra de nadie. Demasiado insustanciales para esa corriente principal, y sin el mojo necesario para los amantes del rock en su más pura entrega.
Robert Jon & The Wreck está claro que combinan esa energía con profundidad melódica, pero se quedan en terreno de nadie, y no como su efecto huracán de sus discos al comienzo de su carrera profesional aunque muchas veces suenen a repetidos.
En «Last Light on the Higway» la fórmula es clara, no teñir de oscuridad sus once cortes, ofrecer generosas explosiones de energía como en «Last Light on the Higway Pt 2» o en «Don’t let me go» o adquiriendo otro grosor y matiz más empalagoso como en «Gold», «Work it out» o «One last time» que no los convierten en luminosas y ese disco clavado que pondrían un moño perfecto al cabo de casi cuarenta y cinco minutos.
Robert Jon & The Wreck demuestran que han incorporado otras influencias con la que se calzará mejor sus botas, lista para caminar por sobre quién se le ponga por delante. Sobre nosotros, no. «Last Light on the Higway», disco de rápida digestión y nulo recuerdo.