El poder redentor, catártico y catalizador de la música volvió a quedar demostrado con el concierto que ofreció Núria Graham y su banda el pasado lunes en el entusiasta Festival Barretina de Rupià: delante de un público con mascarillas, no acostumbrado a gozar de la cultura con limitaciones y restricciones, superó con nota traslación de su nuevo disco «Marjorie» al directo, sonando las antiguas de su cancionero más rabiosas y cálidas que nunca.
Graham siempre ha sido una artista alejada de corsés sónicos y conciertos matemáticos y previsibles, cimentando una carrera tan excitante como sorpresiva, lejos de la tan vigente auto indulgencia. Fruto de esa necesidad de experimentar y crear un camino propio nació el arriesgado (y tan maduro como acertado) «Marjorie», y su presentación encima de las tablas no podía decepcionar: pocos músicos hoy en día acuden a la cita con su público mostrando la totalidad de su nueva propuesta, diez canciones que adquieren nuevos matices y sensaciones al ser declamadas ante una audiencia que sabe que Núria no vive de rentas.
Abrió con la cinematográfica y expansiva “Connemara”, una “Shirley” bañada en teclados y con Graham cantando mejor que nunca, y “Hazel”, en la que dejó claro (como en el álbum) que la guitarra ha perdido protagonismo en pos del bien común . A continuación rescató “Marianne” del excelso Does It Ring A Bell? , la música de cámara y risas pre grabadas dieron paso a “Do You Wake Up For A While Every Day?” con un estribillo marca de la casa y en “Sinner” volvió a hacer brillar su Gibson SG.
“Marjorie”, un medio tiempo con coros y un final abrupto precedió a la mejor canción del nuevo disco, una “Heat Death” que te emociona igual que al escucharla en tu cadena de música, y en la que Graham se reafirma en su voluntad de destacar su faceta de cantante. En “Toilet Chronicles” la sección rítmica volvió a mostrarse como una de las mejores y más especiales bandas de apoyo de nuestro país: Aleix Bou a la batería y Jordi Casadesús al bajo han estado junto a Núria casi desde el principio de su carrera, y el grado de complicidad y cohesión encima de un escenario es máximo. “Christopher”, única mención a su debut Bird eyes sonó más energético que nunca, y en “Smile On The Grass” Artur Tort volvió a demostrar que es una pieza clave en la nueva propuesta, no solo como creador de texturas y espacios sino también al marcarse un solo de teclados de chapeau.
“The Stable”, que durante mucho tiempo y antes de ser grabada para este último álbum presentaba sola con su guitarra transmuta en una nueva canción al ser acompañada por la banda al completo. Después de unos cuantos años de ver a Graham en directo, “Peaceful Party People From Heaven” sigue siendo mi favorita para vivir in situ: una tormenta sónica que sonó más psicodélica y radical que nunca , una maravilla y disfrute para los sentidos. Ese súper single que es “Cloud Fifteen” sonó más meloso que nunca, y cerró con la genial “Another Dead Bee”.
En los bises presentó una nueva canción en la que aún trabaja, sola con su SG , llenando todos los espacios con arpegios , muy folk, a la manera de Karen Dalton o de su admirada Joni Mitchell , y acabó con la que también es la última canción del disco, “No Returning”, puro pop con batería electrónica. En estos tiempos tan extraños y convulsos si algo nos arroja halos de esperanza y ráfagas de reconfortante alegría es el ARTE , en mayúsculas, y Nuria Graham , una artista tan única como especial, continúa su periplo musical con la certeza de que el innegociable camino que ha escogido es el correcto : hay que abrir puertas y ventanas al espíritu.
Fotos por Albert Barrios.