Días de Blues, un libro sobre un disco imperecedero

Cuando alguien publica en 2020 un libro sobre un disco grabado 48 años antes eso significa que estamos ante algo importante, trascendental sin duda para la persona que lo escribe y quizá para mucha más gente de lo que cabría imaginar. Puede tratarse de una obsesión personal, como le ocurrió al que firma esto cuando estudió The Last Waltz con cuatro décadas de retraso; pero, y esto es lo importante, también puede revelarse como una obsesión compartida por una generación de melómanos y retratar con exactitud un fenómeno relevante en la historia musical de un país, un encuentro con una verdad callada que aflora a destiempo y une a miles de abducidos por los surcos de un vinilo vintage. Eso es lo que pasa con Días de Blues, el libro lanzado recientemente por Fernando Peláez sobre el disco homónimo (cosecha 1972).

   Disecciona el autor en sus 228 páginas un lejano milagro ocurrido en un país también milagroso (patria de Benedetti o de Galeano o de Múgica, entre otros fetiches): Uruguay. Canción a canción, con una narración espléndida del proceso de producción, con un conocimiento muy profundo de la técnica o los instrumentos musicales y con aportaciones gráficas (fotos y carteles sobre todo) de gran valor, Fernando arroja mucha luz sobre los días en que varios jóvenes contaminaron con hermosas ideas a un país sediento de música popular. O como dice el autor, «sexo, juventud y rock and roll, una alianza corrosiva de la naturalidad y la salud”. Todo ello con un tono académico (Peláez ha sido profesor de rock en una Escuela Universitaria varios años) que se impone de cuando en cuando, algo que recuerda a los planteamientos del estudioso del blues Josep Pedro Carañana. Pero que estas palabras no conduzcan a engaño. Lo contado en el libro trasciende las fronteras geográficas y se mueve ante todo en aguas emocionales que no saben de lindes políticas. Vale para cualquier melómano español que fuera joven en los años sesenta o setenta del último siglo del milenio pasado. Lo demuestra cuando recuerda que Long Tall Sally se transformó en La Larguirucha Sally o Good Golly Miss Molly se metamorfoseó en la Plaga.

   Los paralelismos con nuestro país son evidentes. Quien entienda esto, puede seguir leyendo. Son años en que surgen cientos de bandas en Uruguay, un tiempo donde se desdibuja musicalmente la frontera con Argentina y el rock se asocia «con una forma alternativa de encarar la vida que se oponía a las formas establecidas por las generaciones anteriores», como apunta el escritor. Y añade: «Creían en la figura del Che Guevara cuando aún estaba lejos de ser un póster para colgar». Una curiosidad: el nombre de la revista argentina de referencia sobre el rock se llamaba Pelo Internacional, una declaración de principios en toda regla (está digitalizada y accesible en revistapelo.com.ar).

«Ese instante fundacional de Días de Blues da paso a un universo aparte, a un brillo sonoro deslumbrante cuya luz llega hasta hoy.»

Jorge Flaco Barral interpreta alguno de los temas de «Dias de Blues» en el concierto celebrado en el Rock Palace el 24 de enero  de este año 2020 

   La infantería rock en Uruguay durante esos años de oro incluye grupos como Totem, Psiglo u Opus Alfa, formado en junio de 1970. Desde Opus Alfa, los músicos Daniel Bertolone (guitarra y armónica) y Jorge Graf (batería) sondean a Flaco Barral (bajo y guitarra) para iniciar un nuevo camino juntos. Ese instante fundacional de Días de Blues da paso a un universo aparte, a un brillo sonoro deslumbrante cuya luz llega hasta hoy, como demuestra sobradamente este libro o la pasión aún viva de los muchos que sintieron cómo ese grupo cambiaba su existencia. Para entender ese instante cabe recordar que el significado del título de este disco alude a jornadas jodidas, de desencanto, de “alienación económica y cultural”. Esos tres músicos van por delante de su tiempo en muchas cosas. Por ejemplo, en 1972 organizan un entierro musical en público cuatro años antes de la despedida de The Band: Funeral de Opus Alfa, un concierto final en el Teatro del Círculo. Por el contrario, en lo que iban muy por detrás respecto a The Last Waltz es que la gran habilidad instrumental de los uruguayos contrastaba con sus evidentes limitaciones en las tres voces.

   Uno de los hitos del disco es que la pieza Dame tu Sonrisa Loco, composición de Barral, es la primera en Uruguay en la que se alude explícitamente a la marihuana. Otras canciones del elepé, como No Podrán Conmigo (Graf), Cada Hombre es un Camino (Flaco), Toda tu Vida (Bertolone) o Vuela (también de Barral) han superado el momento de su gestación y pueden considerarse tan atemporales como imperecederas. El power trío mantiene en su corta vida los pies en la música del Delta y en el rock. La palabra Cream irrumpe a la hora de intentar definir los sonidos que exploran desde el minuto uno.

   Se habla también en el libro, y bastante, de grupos y músicos argentinos (Pappo, Claudio Gabis, Alejandro Medina), además de recoger cientos de nombres de formaciones que se quedaron en la cuneta. También se aprende sobre lo ocurrido musicalmente en América Latina durante un tiempo castigado por dictaduras sangrientas hasta decir basta.

   En definitiva, Días de Blues es una agradable sorpresa en forma de libro que recoge con precisión le ebullición de tres músicos que entran en una espiral colaborativa con frutos tan imperecederos como este disco que se queda para siempre en la historia del género.

Texto por Miguel López

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