Anna Andreu pertenece a esa nueva hornada de singer-songwriters (en su mayoría mujeres) que ha estudiado y entendido a los clásicos, pero que decide salir de esa cómoda zona de seguridad para construir un discurso propio en que todas las lecciones son filtradas en pos del (continuo) crecimiento personal.
“Els mals costums” fue una de las sorpresas más agradables del pasado año, y tenía la curiosidad de cómo sería su traslación al directo. Un álbum instrumentalmente austero (aunque estilísticamente exuberante), sensible e intenso, con una prosa desbordante, que corría el peligro de difuminarse encima de las tablas. Pero Andreu, con la necesaria y natural complicidad de la talentosa Marina Arrufat a la batería y teclados, dotó al conjunto de una nueva y cálida dimensión.
El recital comenzó de manera delicada y emotiva con un “Els Mals Costums” que supuró magia. “El Calvari”, rítmica y popera, se cimentó en la batería, y recuperó los toques electrónicos con “Gem”, de la banda Anímic. “El Desfici” no abandonó su poso tradicional, en “La Riuada” volvió a destacar su voz folk (que bebe tanto de referentes cercanos como del Folk inglés de los 60´s) y en “El Part” se marcó unos armónicos a la guitarra a la manera de otro puntal de esta escena como es Núria Graham.
Se atrevió (y salió airosa) con un clásico como “So Long, Marianne”, de Leonard Cohen. Tremenda “El Que No Som”: que suave y delicada, que templada, cómo en contadas ocasiones se consigue tanto con tan poco (guitarra y unas gotas de teclado con eco). Se acordó de su anterior proyecto Cálido Home con “Gos Salvatge”, una canción que va mutando gracias a su crescendo.
Sonó arrollador “Torrent Sanguini”, un single atípico que no sigue las normas y que toda banda querría escribir. Desveló una nueva canción, la contundente “El Mur”, ecos de Joni Mitchell en “El Crit Al Cel”, y se despidió con la versión de Federico García Lorca vía Paco Ibáñez “Canción Del Jinete”.
Una propuesta muy, muy personal, pero con la que te identificas al instante. Una búsqueda sin final, con una guitarra en clave de Jazz que suena tenue y expansiva, pero que también sabe rebelarse al despertar. Un proyecto basado en vivencias y en la complicidad con Marina Arrufat, que sabe arropar su música y que la empuja hasta el final: complicidad, versos y colores.
Fotos por Emma Barrios.
