Esta noche las chicas de laboratoriA me han echado a empujones de mi zona de confort: una excitante y renovada visión del flamenco, una fusión de distintas disciplinas artísticas basada en el desbordante talento de unas mujeres con las ideas claras y una férrea voluntad de innovar sin perder de vista a los referentes comunes. Rompiendo esquemas a base de experimentación, multidisciplinariedad y feminismo…
El espectáculo «Y perdí mi centro» atrapa de inmediato a la persona que ama al flamenco, pero su gran virtud es la de añadir a la causa a neófitos como yo. Una función arriesgada, sin pausas, pero con el denominador común del (bestial) talento de sus cuatro integrantes.
A Isabelle Laudenbach la conocí acompañando a María Rodés, pero en laboratoriA expande su arte con la guitarra a límites insospechados. Aina Núñez es un portento bailando, incansable y sin miedo a mezclar géneros, y Ana Brenes canta, y no es un típico y tópico, con toda el alma. Cristina López cierra el cuarteto encargada de la parte de música electrónica (un barniz tan sugerente como eficaz para captar nuevos y jóvenes adeptos/as) y también canta con una soltura y naturalidad que te desarma.
«Y perdí mi centro» no me decepcionó, sino que me despertó, sacudió y enganchó totalmente desprevenido. No solo basta con dejar fluir el talento encima del escenario, sino que también tienes que transmitir tu idea y mensaje esperando que el público entienda y se emocione con todo el recorrido previsto, y ellas lo consiguen con matrícula de honor. Las cuatro mujeres que han dado vida a LaboratoriA entienden el arte como algo tan natural como necesario. No son extrañas al mundo que vivimos y respetan la tradición, pero continúan el legado a su manera, con su propia y reivindicativa feminidad.
Fotos por Emma Barrios.