My name is Suzie Ungerleider es la carta de presentación de la vocalista de Oh Susanna bajo su verdadero nombre. Durante los últimos años, y tras estudiar más profundamente las connotaciones racistas del famoso clásico americano, decidió que no podía seguir adelante llamándose así. Además, siempre es una buena forma de intentar relanzar su carrera que siempre ha discurrido en el underground, a pesar de un talento más que apreciable. Un disco breve, con una instrumentación acústica mínima y que no dista mucho de los discos que grababa bajo su nombre anterior. El cambio de nombre no es, entonces, una reinvención, sino un distanciamiento con un alias que ya no le hacía feliz, como comenta en una carta a sus fans publicada en su web.
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Oh Susanna era el nombre artístico de la cantante y compositora Suzie Ungerleider. Una intérprete de country alternativo canadiense con un gusto por las baladas impactantes y duras que le han valido comparaciones con artistas como Gillian Welch. Nacida en los EEUU, Ungerleider se mudó con su familia a Vancouver cuando era niña y creció escuchando todo tipo de música. Tras una adolescencia punk, estudió historia mientras trabajaba de locutora en la radio. A su vez, típica historia americana, comenzaba a escribir sus propias canciones, country-folk muy en la linea de artistas como Gillian Welch o Nanci Griffith.
La canción Oh Susanna se publicó por primera vez en 1848, cuando su autor Stephen Foster tenía solo 21 años. Este tema es parte de Minstrelsy, una tradición en la que (generalmente) actores blancos actúan como personajes degradantes y deshumanizantes para los negros. Foster escribió la letra original en “dialecto de plantación”, es decir, la manera en que una persona blanca pensaba que hablaba una persona negra del sur. La naturaleza racista de la canción es explícita en un verso donde se hace una broma sobre la muerte por electrocución de «quinientos negros». Este verso, por supuesto, rara vez se canta hoy y, por lo tanto, no es muy conocido.
Poco a poco se fue haciendo un nombre gracias a su colección de canciones oscuras, con preferencia por las murder ballads y el lado más oscuro del folk y el country. Una carrera en la que editó siete discos de composiciones propias, llenas de sonido americano. Posteriormente, volvió a sus raíces canadienses, editando Namedropper in. Un disco compuesto por temas escritos para ella por algunos de los mejores compositores de Canadá. Jim Cuddy de Blue Rodeo, Kathleen Edwards, Ron Sexsmith, entre otros. Su último disco como Oh Susanna, A Girl in Teen City, fue concebido como una carta de amor a la ciudad de Vancouver.
My Name Is Suzie Ungerleider es un álbum más introspectivo y personal que los anteriores. La voz de Suzie, en plena madurez, llena todas las canciones, narrando una serie de historias precisas y melancólicas, pero con más luz que en el pasado. Producido por Jim Bryson, es un álbum dulce y melancólico. Coquetea con los sonidos de la música americana, pero con toques de pop y el folk alternativo. Llama la atención de inmediato cómo la instrumentación se ajusta a lo que piden las canciones, sin adornos innecesarios, lo que le permite a Suzie llevarte suavemente a su pequeña galaxia personal y privada.
Un disco compuesto por ella mismo, salvo la colaboración con Bazil Donovan, de Blue Rodeo en Sweet Little Sparrow, uno de los mejores temas del disco. Destacan también Baby Blues, sobre cómo los traumas de juventud pueden moldear nuestra vida de manera insospechada o Summerbaby, una canción dedicada a su hija. También la violencia doméstica tiene su hueco en las historias del disco, en Disappear, en uno de los momentos más emocionantes de este trabajo.
Un álbum sencillo pero acogedor, que va creciendo poco a poco con las escuchas y que será uno de esos discos que, a simple vista, no son extraordinarios pero a los que uno va volviendo cada poco tiempo. Una artista poco conocida en nuestro país pero con una de las carreras más sólidas en la música canadiense de las últimas dos décadas.
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