A veces los mejores paisajes se ven a media luz. A veces encuentras páginas memorables en libros desconocidos. A veces en las colecciones de descartes hay canciones que te piden quedarse contigo. Esto sucede invariablemente y de modo copioso cuando hablamos de Dylan. Pero no solo con él, aunque es cierto que no es frecuente y que las canciones rescatadas suelen justificar con su existencia la razón de su propio nombre: descartes. No es así en el caso de este aluvión de canciones que apabulla en su sencillez y encandila con su discreta grandeza.
Un perfecto oxímoron que rezuma belleza, que busca la eternidad en lo cotidiano, en la vida de unos músicos que nos invitan a visitar su trastienda, ese lugar en el que se alojan canciones que no conocimos o que fugazmente escuchamos en un concierto y ya nunca, o variaciones de otras que al más puro estilo dylaniano tienen otra vida y no lo sabíamos, o versiones luminosas de los libros de salmos de autores que ellos y nosotros amamos.
Ese lugar, rebotica donde se formulan sueños, alcoba donde se sueñan, es «Almost Acoustic», el regalo de Bantastic Fand que llega suave y silencioso en el final del otoño, escondido en el sonido de los archivos digitales. No existe el vinilo, no existe el cedé, solo existe la música alojada en circuitos intangibles, tanto como los de nuestro cerebro o nuestra alma.
En este mundo que cada vez se parece menos a sí mismo, ese es el lugar al que ir, olvidar por un momento quién eres y qué te preocupa, escuchar con los ojos entornados el estallido leve del infinito en una nota o un silencio. Entonces sabrás que «Work Song» se cayó de su último disco solo para que la conocieras ahora, que sí estuviste de algún modo ese día en que cantaron «Behind That Locked Door» en Sevilla, que «Calling» no es la misma y sí lo es cuando se viste con medias voces, que el Mississippi pasa por Cartagena, que en «Every Grain of Sand» está siempre y también esta vez el secreto del universo. Sabrás eso y todavía más. Hay veinticuatro canciones que te están esperando.